“Dime en dónde estudiaste y te diré qué ideas defiendes”, dice una famosa frase popular. En el caso de quienes tenemos alguna obsesión por la escritura y la docencia, podría proponer una versión ajustada a esa frase: “Dime quiénes fueron tus maestras y maestros, y te diré sobre qué escribes y cómo lo haces”; y “qué tipo de docente eres”. Formación básica generalmente es destino.
Toda mi vida he estudiado en la escuela pública mexicana: Desde el jardín de niños (en Tlatelolco) “Erasmo Castellanos Quinto” (maestro de algunas de mis maestras de Secundaria) hasta el posgrado, que estudié en la Universidad Autónoma de Querétaro. Hoy trabajo con mucho gusto y gran compromiso, en una Universidad Pública. Con ese antecedente, el siguiente es un sentido tributo a mis maestras y maestros de toda la vida, a quienes agradezco los momentos de formación como persona, como ciudadano y como docente.
De la Escuela Primaria tlatelolca “Nicolás Rangel” recuerdo con agrado a las maestras Conchita, de primer grado (con ella aprendí las primeras letras y números); Sandra, de segundo año; a Yolanda Granados, de tercero y cuarto; a Antígona Segura Garrido, sexto grado; a Leandro Valle (homónimo del héroe nacional), de quinto año. También recuerdo con agrado al querido maestro de Educación Física, Enrique Cisneros. De la Escuela Secundaria No. 16 “Pedro Díaz” (en Tlatelolco), no olvido a las profesoras y los profesores Francisco Aréchiga (Biología), Aurora Chávez (Geografía), Ma. del Carmen Arce (Civismo), Jesús García (homónimo del héroe de Nacozari), Rosa María Villavicencio (inglés), a Teodomira (Bilogía); al profesor del taller de carpintería, Jorge Ruiz; a la maestra Armida Guerrero de Educación Física; a la profesora Yolanda Amezcua y al profesor Góngora, de música. Sin duda, una etapa formativa que me dio importantes sustentos.
Del CCH Vallejo, de la UNAM, a las maestras y maestros que recuerdo con mucho gusto, son a: Mario Acosta Galán (Biología), Carlos Cervantes (Literatura), Mtra. Castañeda (Historia); Francisco Lenin Sánchez del Carpio (autor de un libro sobre Redacción junto con Pedro Olea); al profesor Pacheco (Historia); José de la Mora Medina (Comunicación); José María Camorlinga, (Ética); y Juanita Cerón, (Matemáticas).
En la FES (antes ENEP) Iztacala de la UNAM tuve la suerte de ser alumno de o participante en seminarios con: Emilio Ribes Iñesta, Carlos Ibáñez, Héctor Campos Huichán, Rosalba Cabrera, Helena Irizar, Juan José Jossef, Gilberto Pérez Campos, Lupita Hernández, Fausto Merlín Pichardo, Arturo Silva Rodríguez, Antonio Corona, Zardel Jacobo, Antonio Pineda, Roberto Alvarado Tenonio, Jorge Hernández Uralde, Prócoro Millán, Efrén Galván, Miguel Escobar, José Refugio Velasco, Irene Aguado, Carlos Fernández Gaos, Estela del Valle, Mario Rueda Beltrán, Alfredo Furlán, Maribel Ríos Everardo, Javier Flores, Thalía Harmony, Guillermo Hinojosa, Mario Melgar, Monique Landesman, Refugio López Gamiño, Jesús Lara, Alfredo Flores, Jesús Vargas, Luis Zarzosa, Miguel Ángel Martínez, Memo Samaniego, Alberto Albarrán, Emiliano Lezama, Carlos Mondragón y Javier Castillo, entre otros.
En la UAQ, mis maestras y maestros del último tramo de la formación profesional y de posgrado fueron: Sabina Garbus, Sofía Vernon, Luis Castro, Humberto de León, Alfonso Reséndiz, Josefina Ontiveros, Héctor Botello, Fernando González, Zorobabel Martiradoni, Ma. del Carmen Gilio, Jaquelín Zapata y Gonzalo Guajardo, entre otras y otros. Con agrado también recuerdo a mis colegas docentes de la Unidad UPN Poniente, de la CDMX: Dionicio Zavaleta, al profesor Palafox, a Bernardino León Olivares, al Mtro. Caballero, al profe Barreto y a la Mtra. Lucila Parga.
Provengo de una familia con esencia y raíces magisteriales. Nuestra historia está llena de lenguajes educativos, pedagógicos y didácticos; de modelos, esquemas, rutinas, actividades, materiales y tareas educativas. Nuestras reuniones familiares, en muchos momentos, son o han sido extensiones de los juegos o técnicas experimentados en las aulas, laboratorios, plazas y patios escolares. Somos una comunidad integrada por maestras y maestros de Educación Preescolar y Primaria. Mi tía Bety Arroyo Torres (q.e.p.d.); mi tía Carmelita Rivera Arroyo (en la CDMX), mi tío Emilio (originario de Yucatán), fueron o han sido maestras y maestros, egresados de escuelas normales, y laboran o trabajaron en el gremio durante toda la vida. Hoy están activos o jubilados. Todos ellos familiares, por parte de mi mamá. Por parte de mi papá, se encuentra mi prima Laura Patricia Méndez Miranda, también normalista, quien ha ejercido la carrera de maestra de Educación Primaria durante su vida profesional por más de 40 años. A ellas y ellos mi reconocimiento emotivo.
Ser docente
Reitero lo que escribí alguna vez: Pienso que ser docente es mucho más que “dar clase”, porque esta vocación no consiste en recrear al “proveedor”; ni al estudiante sólo le corresponde el papel de “recibir” porque no es ningún “cliente”. No, lo significativo de esta relación educativa va más allá de esa simplificación: Ser docente es generar actos humanos para compartir, intercambiar, sugerir experiencias, abrir saberes, fomentar inquietudes, despertar retos, inspirar curiosidades y reconocer incertidumbres. Provocar desafíos, formular preguntas, aventurar hipótesis, animar innovaciones, realizar observaciones oportunas, así como lanzar críticas, con información y argumentos.
Esta noble vocación de ser Maestra o Maestro, es algo más que una profesión: Es una actitud ante la vida; es ser humilde y predicar con el ejemplo. Es resaltar y ejercer el compañerismo, la fraternidad. Es construir democracia en ese pedacito de patria que es el aula, la escuela, el plantel. Ser docente es compromiso, encauzamiento, razón y sensación. Es imaginar, planificar y poner en acción; caminar a un lado de las y los estudiantes. Usar camisas arremangadas, ponerse el overol o la bata. Es formar la personalidad; constituir al ser humano. Por eso digo que lo educativo va más allá de los “simples” aprendizajes.
Faltarían quizá muchos por mencionar, pero he querido compartir, con un recorrido breve, los nombres de mis maestras y maestros, a la manera de un pequeño gran tributo hacia ellas y ellos. Sobre todo, en agradecimiento por sus enseñanzas de vida, y por ser motivo de inspiración. Y lo escribo ahora, antes de que algún virus mutante haga acto de presencia por este lugar. No vaya a ser.
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Publicado en SDPnoticias