La revalorización del magisterio ha sido una de las ideas centrales del discurso del gobierno federal. Aunque ya han pasado casi dos años desde que inició la labor de la nueva administración de gobierno, aún no se ve con claridad, más allá de las palabras, que se concrete la recuperación de la relevancia del profesorado. En específico, en los asuntos económicos, diversas situaciones hacen pensar que la recuperación del reconocimiento a los docentes no está ni cerca de lograrse. Primeramente, el incremento salarial de 2019 para los maestros de educación básica ha sido decepcionante: apenas 4.45% al sueldo tabular y 1.80% en prestaciones; considerando el salario base de un profesor de primaria en la Ciudad de México, tal aumento se traduce en $186.93 pesos mensuales o, lo que es lo mismo, $12.46 diarios. Aunque se esperaba que con la nueva administración federal se verían cambios favorables en materia económica para el magisterio, lo cierto es que el aumento salarial promovido prácticamente está al mismo nivel que los que se han presentado en los últimos cinco años: entre el cinco y el seis por ciento.
Ha sido lamentable también para el magisterio de Educación Básica observar la demora en las posibilidades de acceder a incentivos económicos. El nuevo Programa de Promoción Horizontal por Niveles con Incentivos en Educación Básica, otorgará los primeros estímulos hasta el inicio del ciclo escolar 2021-2022, es decir, la gran mayoría de los docentes no tendrá oportunidades de aumentar sus percepciones por casi cuatro años (2018 a 2021), a menos que cambien de función. El presente gobierno, entonces, empezará a otorgar incentivos a los profesores casi a la mitad de su sexenio. Con todo y sus defectos, ¿por qué no dejar mientras tanto que el programa de incentivos anterior siguiera funcionando cuando se sabía que el actual daría frutos después de tanto tiempo? ¿Por qué dejar a los docentes durante dos ciclos escolares sin opciones de promoción económica?
Aunado a los hechos anteriores, se presenta una situación que se va haciendo costumbre cada año: el impago a maestros de modalidades o programas federales como Escuelas de Tiempo Completo, Educación Media Superior a Distancia o Telebachilleratos Comunitarios. Cada año, los maestros que laboran en estos programas ven diferido su salario o sus compensaciones, ante la tardanza de trámites burocráticos entre las autoridades educativas locales y federal. En este ciclo escolar, por ejemplo, maestros del programa Escuelas de Tiempo Completo vieron suspendido su pago a partir del inicio del año natural, reanudando el cobre de la compensación correspondiente hasta la sexta quincena del año; en escuelas de algunas entidades hubo protestas y en otras más hasta decidieron no laboral las horas adicionales correspondientes al programa. La respuesta de algunas autoridades educativas locales, como en el caso de Colima, ha sido irrespetuosa para los docentes: acostúmbrese a las demoras, que así seguirá siendo en los próximos años y, si no les parece, pueden buscar otra escuela. ¿Revalorizar al magisterio implica entonces pedirle al profesor que trabaje fiado?
Los malos manejos de los sueldos de los maestros también dan cuenta de una fallida revalorización del magisterio. Recientemente, una nota de Manuel Gil Antón (http://www.educacionfutura.org/la-gran-estafa-de-como-el-snte-roba-a-sus-jubilados/) ha referido descuentos ilegales a 11,300 profesores pensionados de Chihuahua, a quienes indebidamente se les aplica una retención por cuota sindical: hasta hoy, los deducciones realizadas suman más de cien millones de pesos. En Colima, se suscita otro hecho lamentable para los profesores del sistema estatal: las cuotas que el gobierno estatal (su patrón) les retiene para ser reportadas a su instituto de pensiones no han llegado a su destino: a la fecha, el adeudo es de más de doscientos millones de pesos, buena parte de los cuales provienen de los bolsillos de los profesores. En ambos casos, la impunidad ha sido moneda corriente. También en ambos casos, el dinero de los trabajadores de la educación está llegando a destinos equivocados. Surge aquí nuevamente un cuestionamiento: ¿revalorizar al magisterio es compatible con manosear a placer los bolsillos de los maestros?
Como se ha visto, la revalorización del magisterio que tanto se ha pregonado en los discursos oficiales está lejos de concretarse en la vida cotidiana de los docentes. El salario refleja en gran medida, como con cualquier otro profesionista, el valor que le da la sociedad a una actividad laboral. Al menos en lo económico, hasta el momento no se han percibido grandes cambios y, en cambio, siguen presentándose situaciones para lamentar: los limitados incrementos salariales, la imposibilidad de obtención de incentivos, la demora en pagos de salarios y las prácticas ilegales en el manejo del dinero perteneciente a los docentes. La autodenominación de este gobierno como la Cuarta Transformación, hace esperar de él cambios radicales para hacer valer la revalorización del magisterio en todos los órdenes: social, profesional y económico. Es tiempo de evocar a Paulo Freire (1993) quien consideraba que negar aumento salarial a los docentes por la cantidad que son era un argumento inválido: “lo primero que quiero saber es si las maestras son importantes o no. Si sus salarios son o no son insuficientes. Si su tarea es o no indispensable” (p. 69).
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REFERENCIAS.
FREIRE, PAULO (1993). Cartas a quien pretende enseñar. Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores.