Calificar y valorar

Sorprende la indignación desenfocada de quienes critican que se contemple la no reprobación...
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Con cierto revuelo se recibió el documento de la SEP aparecido en el Diario Oficial de la Federación este martes, de larguísimo título: “Acuerdo número 16/06/21 por el que se regulan las acciones específicas y extraordinarias relativas a la conclusión del ciclo escolar 2020-2021, en beneficio de los educandos de preescolar, primaria y secundaria ante el periodo de contingencia sanitaria generada por el virus SARS-CoV2 (COVID-19)”.

En él se asientan las indicaciones oficiales -sin dejar de marcar, en el punto Segundo, que en la implementación se debe garantizar la participación de todos los agentes, incluidos los ‘educandos’, es decir, niñas, niños y jóvenes- para las calificaciones, los procesos de recuperación y regularización, así como para las actividades en lo que resta del ciclo escolar.

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Sorprende la indignación desenfocada de quienes critican que se contemple la no reprobación; he escuchado y leído expresiones que acusan con un repertorio amplio: “así nunca vamos a salir de mediocres”, “simulación”, “autoengaño”, “no se les hace un favor”. No deja de parecerme que detrás de ello quedan resabios autoritarios, patriarcales y de falso mérito, y que esa alarma reciente contrasta con la limitada indignación y activismo de salón a propósito del impacto de los 15 meses de cierre de aulas en el mellado ánimo y las restringidas oportunidades de la inmensa mayoría de niñas, niños y jóvenes en nuestro país.

Lo menos insensato en las opiniones apunta a que no se puede saber quién estará en mejores o peores condiciones de partida sin que se haga una evaluación diagnóstica; en una lectura completa del Acuerdo, siempre importante para opinar, se asienta en el punto Cuarto que la valoración diagnóstica y el plan de atención se realizará a todos los educandos sin excepción, dando prioridad a aquellos con niveles de comunicación y participación intermitente, así como inexistente, en el ciclo escolar apenas concluido. El plan de atención de los educandos podrá ampliar sus alcances durante todo el ciclo escolar 2021-2022 con actividades adicionales, ampliaciones de horarios, tutorías personalizadas y otras estrategias que permitan, además de la recuperación de aprendizajes del grado previo, avanzar en los aprendizajes del siguiente grado escolar.

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“Comunicación y participación intermitentes” se refiere, como se fijó en documentos previos de la SEP, a la situación en la cual los docentes no tuvieron interacción continua con un grupo de los alumnos -debido a una enorme variedad de situaciones, desde el duelo y la depresión hasta la sencilla pero brutal barrera económica, en la que la familia no pudo tener voz y datos en sus dispositivos para la continuidad de tareas y actividades de aprendizaje. ‘Inexistente’ es el escenario más doloroso: no se tuvo ningún contacto con los estudiantes en uno, dos o los tres trimestres del ciclo que inició en agosto de 2020.

¿Por qué alguien ve como adecuado que las trayectorias de los estudiantes tuviesen un obstáculo adicional? Si ya fuimos incapaces de ofrecerles, como sociedad y gobierno, la posibilidad de una continuidad mínima, ¿hace sentido el doble castigo de retenerlos otro ciclo escolar, aumentar la extraedad, etiquetarles como fallidos?

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La reprobación conlleva repetición, que si algún sentido tuvo fue que se buscara consolidar los aprendizajes fundamentales; la investigación educativa en México ha demostrado que la reiteración de temario no funciona, sino “el aprendizaje al nivel correcto”, es decir, identificar cuáles habilidades o comprensiones no están presentes, para propiciarlas, y de ahí en adelante construir sobre terreno sólido.

Retener a los alumnos en un grado escolar le pega a una multitud de oportunidades, se vuelve un desincentivo, no resuelve por sí mismo la dificultad que, previsiblemente, aqueja también a quienes entregaron tareas y pudieron conectarse.

La calificación sigue siendo una asignación de notas que toca un abanico muy corto en la valoración. Casi por definición, en su estrechez numérica, ni es equivalente a las evaluaciones objetivas de logro de aprendizaje, ni es una retroalimentación muy rica.

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Exijamos y propongamos evaluaciones diagnósticas, alumno por alumno, que son indispensables para saber qué es necesario remediar. La recuperación no puede ser un repaso, y menos una repetición. Va a ser un trabajo fino, personalizado y a la vez en un contexto de gran empatía y trabajo grupal. Poner taches no es la solución. Marcar compromisos compartidos -le toca esforzarse al estudiante, a su familia, al docente, al sistema- es indispensable, es lo honesto. El próximo ciclo será extraordinario: concentrarse en lo esencial de recuperación socioemocional, de autocuidado y solidaridad, de lectura de comprensión, cálculo básico y mentalidad investigadora. Nos vamos a extraordinario, todos; y no por un ciclo, sino por varios. Y puede ser gozoso, no sombrío.

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