Transformación del Rol del Supervisor Educativo: Hacia una Supervisión HUMACRITICA en la Nueva Escuela Mexicana

El aspecto más desafiante de ser supervisor radica indudablemente en las relaciones humanas.
Image

La función del supervisor escolar se presenta idealizada en los documentos normativos actuales. A pesar de la reforma impulsada por la Nueva Escuela Mexicana, la autoridad educativa aún no ha realizado los ajustes necesarios para evitar un conflicto teórico-práctico evidente. Por un lado, el rol asignado a los supervisores se entiende principalmente desde una dimensión administrativa, en detrimento de su papel como asesor y acompañante del proceso educativo.

Esta discrepancia sugiere que la función de supervisión escolar requiere una transformación profunda. Es necesario reorientar el enfoque desde una visión predominantemente administrativa hacia una que priorice el asesoramiento y acompañamiento en el acto educativo. Esta metamorfosis es crucial para alinear la práctica supervisora con los objetivos y principios de la Nueva Escuela Mexicana, asegurando así una supervisión más efectiva y acorde con las necesidades educativas contemporáneas.
Actualmente los documentos normativos dicen a la letra:

La supervisión escolar que queremos. El perfil de la supervisora o el supervisor escolar describe, a través de dominios, criterios e indicadores, la labor que se espera del trabajo cotidiano de este personal, considerando los planteamientos que se desprenden de la legislación en materia educativa y las condiciones en que se encuentran las escuelas de educación básica. En su conceptualización se contempla lo mejor de la tradición educativa mexicana, en la cual la supervisión escolar se constituye en una pieza clave para asegurar que se brinde el servicio educativo a todas las niñas, los niños y adolescentes y, con ello, ejerzan su derecho a la educación y alcancen un desarrollo pleno. El perfil corresponde a una visión de la función de supervisión escolar (jefa o jefe de sector, supervisora o supervisor escolar y jefa o jefe de enseñanza) de los diferentes niveles, modalidades y servicios de la educación básica, enfocada a la atención personal, humana e integral de las alumnas y los alumnos, así como al logro de aprendizajes relevantes para su vida presente y futura. 

Del mismo modo, en el perfil se reconoce que la función de supervisión escolar demanda un gran compromiso profesional y ético debido a que debe favorecer que las escuelas sean espacios donde las niñas, los niños y adolescentes se desarrollan de manera integral, en un ambiente de inclusión, interculturalidad, equidad y excelencia. 

Esto exige una supervisora o un supervisor que conoce, asume y promueve en las escuelas y los espacios educativos a su cargo los principios éticos, fundamentos legales y finalidades de la educación establecidos en la normativa vigente; que despliega en sus relaciones con el personal directivo, las maestras y los maestros, familias y comunidades, respeto, empatía, comunicación y confianza que favorecen la construcción de perspectivas comunes sobre los proyectos de las escuelas y la zona escolar. Asimismo, es una o un profesional que participa en procesos de formación, actualización y superación profesional. 

El perfil de la supervisora o el supervisor escolar que queremos en la Nueva Escuela Mexicana es el de una autoridad cercana a las escuelas, que conoce las características del personal directivo, de las maestras, los maestros y el contexto en que se ubican; que contribuye a la comprensión e implementación de las políticas educativas y es un agente clave para propiciar que personal directivo y docente, paulatinamente haga suyo los procesos de innovación y transformación de la escuela

Asimismo, reconoce que la cultura escolar es clave para los procesos de cambio, por lo que se preocupa por identificar los principales rasgos de la organización y el funcionamiento de los planteles para favorecer el trabajo colaborativo, diálogo, intercambio de saberes y experiencias y la reflexión, así como el establecimiento de compromisos a nivel individual y colectivo centrados en la mejora consistente y sostenida de los logros en el aprendizaje de las alumnas y los alumnos. Además, el perfil refiere a una supervisora o un supervisor escolar dispuesto a apoyar a los colectivos docentes en las distintas acciones encaminadas a mejorar las prácticas profesionales; estimular en estos su profesionalización; gestionar con otras autoridades, instituciones, familias y comunidad para que las escuelas cuenten con condiciones para el aprendizaje y bienestar de todas las alumnas y los alumnos, así como responder a las transformaciones y desafíos de la educación actual.(Pág. 50)

La falta de atención por parte de la autoridad ha resultado en algunos cambios pendientes en el ámbito de la supervisión educativa. Uno de los aspectos más relevantes es el enfoque del trabajo. Actualmente, este se centra en garantizar la prestación del servicio educativo y el respeto a los derechos del estudiante, lo cual es encomiable. Sin embargo, con la implementación de la autonomía de gestión escolar y curricular (analítica) propuesta por la Nueva Escuela Mexicana (NEM), esta responsabilidad debería ser compartida por todos los actores educativos, no recayendo únicamente en una figura.

La transición de un modelo donde una sola figura asegura el servicio, a uno basado en la autonomía, requiere cambios significativos. El ajuste necesario implica fomentar en las escuelas un sentido de corresponsabilidad colectiva, mientras que la función de supervisión evolucionaría para garantizar que los centros educativos se conviertan en espacios de desarrollo integral, promoviendo la inclusión, la equidad y la excelencia.

En las recientes sesiones del consejo técnico, se ha observado un apartado específico dirigido a directores y supervisores, lo que sugiere cambios inminentes en sus funciones. La frase “más territorio y menos escritorio” cobra relevancia, indicando una transformación en la práctica supervisora. Este nuevo enfoque requiere un conocimiento profundo tanto del personal como del contexto escolar, lo cual presenta un desafío considerando la cantidad de escuelas asignadas a cada supervisor. Esta situación plantea la necesidad de reducir el número de centros educativos bajo su responsabilidad.

Además, la comprensión del contexto implica una reflexión más amplia. Se busca evolucionar hacia un entendimiento detallado del entorno de cada escuela, con el propósito de fomentar innovaciones educativas significativas, superando las prácticas meramente repetitivas. Este cambio de visión permitiría una supervisión más efectiva y adaptada a las necesidades específicas de cada institución educativa.

Es fundamental recordar que, al abordar la supervisión escolar, estamos tratando con seres humanos. Antes de considerar las responsabilidades asignadas por el sistema, debemos reconocer la humanidad de quienes desempeñan esta función. El aspecto más desafiante de ser supervisor radica indudablemente en las relaciones humanas. Mantener vínculos efectivos con profesionales adultos es una tarea compleja, especialmente cuando la figura del supervisor es percibida como un jefe autoritario que solo ordena y regaña, o bien como alguien ineficiente que recibe una alta remuneración y se dedica a la política.

En este contexto, establecer y mantener relaciones humanas basadas en el respeto y la comunicación eficaz implica numerosos desafíos, particularmente en entornos como el estado de Michoacán, donde existe una división de opiniones entre la autoridad y el sindicato. Es común encontrar posturas opuestas e incluso lemas gubernamentales que buscan “recuperar la rectoría de la educación“, lo cual sugiere que el poder no siempre reside en la autoridad oficial.

Cultivar relaciones positivas con directivos y docentes es una labor ardua que requiere fomentar la empatía, la confianza y la colaboración activa entre todos los actores educativos. El objetivo es construir perspectivas comunes y compromisos colectivos que beneficien al sistema educativo en su conjunto.La labor de Asesorar y Acompañar, cuyos lineamientos se establecen en el documento SAAE (Sistema de Asesoría y Acompañamiento a las Escuelas), está intrínsecamente ligada a la función de supervisión. Desde nuestra perspectiva, este marco constituye el espacio ideal para la formación profesional de los equipos de supervisión, facilitando la implementación de cambios y el intercambio de experiencias a través de una visión horizontal basada en redes, como lo proponen Hargreaves y Shirley en “La cuarta vía. El prometedor futuro del cambio educativo” (2012).

La formación profesional de los supervisores es crucial, dado su papel de liderazgo educativo. Deben mantenerse actualizados no solo en aspectos como el plan de estudios 2022, sino también en la capacidad de interpretar la realidad educativa, programar analíticamente, evaluar y gestionar desde un enfoque humanista. Esta formación continua les permitirá aportar conocimientos valiosos a sus escuelas, siempre con el debido acompañamiento.

El nuevo enfoque debe centrarse en apoyar y estimular al personal docente en su profesionalización, gestionando recursos y oportunidades de desarrollo profesional. Es fundamental que este proceso se lleve a cabo de manera transparente y equitativa, evitando influencias políticas o intereses electorales que puedan comprometer la calidad y objetividad de la formación ofrecida.

En el amplio espectro de la función supervisora, la cultura escolar ocupa un lugar destacado. El enfoque actual se centra en identificar los rasgos principales de la organización escolar para mejorar el aprendizaje. Sin embargo, se vislumbra una transición hacia la promoción activa de la cultura escolar, recordando que esta tarea es responsabilidad colectiva y no recae únicamente en una figura. Es desde el “nosotros” que se debe favorecer el diálogo, el intercambio de saberes, la reflexión y el trabajo colaborativo constante.

Un aspecto crucial es la desvinculación del supervisor de su tradicional papel administrativo, donde tenía la potestad de mover personal y decidir sobre el ingreso a las escuelas. Este cambio, a nuestro juicio, responde a consideraciones éticas y de responsabilidad. El antiguo sistema establecía una especie de “virreinatos” en cada zona, empoderando excesivamente a una figura en asuntos administrativos. Aunque esta transición aún no es plenamente aceptada, representa un paso necesario hacia una gestión más equitativa y transparente.

Sin embargo, contar con un supervisor altamente comprometido profesional y éticamente con el desarrollo integral de los estudiantes no es suficiente. Se requiere que esta figura se convierta en un agente clave en la implementación de políticas educativas, por ello, no puede ser aislado reducido a leer una orientación, sino más allá, en atención a su humanidad debe considerarse el acercamiento a la propia autoridad federal, asegurando prácticas inclusivas y equitativas en todas las escuelas. Este rol ampliado demanda una visión holística de la educación y la capacidad de influir positivamente en el sistema educativo en su conjunto.

Reflexión Propositiva

La función del supervisor educativo en la Nueva Escuela Mexicana (NEM) nos invita a reflexionar sobre la evolución necesaria de este rol para verdaderamente alinearse con los principios de inclusión, equidad y desarrollo integral. Actualmente, persiste un enfoque administrativo que limita el potencial transformador del supervisor como agente de cambio y apoyo educativo. Esta reflexión propone que, para lograr una supervisión efectiva, se debe reimaginar este papel como facilitador del trabajo colaborativo y promotor de una cultura escolar basada en el respeto, la empatía y la corresponsabilidad.

Además, es crucial considerar cómo los supervisores pueden fomentar una formación continua y contextualizada para el personal docente, adaptándose a las realidades específicas de cada comunidad educativa. Este cambio debe ir acompañado de una reducción en la carga administrativa, permitiendo a los supervisores centrarse en la asesoría pedagógica y el acompañamiento cercano.

Al reflexionar sobre estos aspectos, se abre la posibilidad de construir un sistema educativo más humano y equitativo, donde cada actor, desde los estudiantes hasta los supervisores, participe activamente en la creación de entornos de aprendizaje inclusivos y enriquecedores. ¿Cómo podemos, desde nuestras posiciones, contribuir a esta transformación y asegurar que cada estudiante tenga acceso a una educación de calidad que respete su dignidad y potencial?

Conclusión

La función del supervisor educativo en la Nueva Escuela Mexicana (NEM) requiere una profunda transformación para alinearse con los principios de inclusión, equidad y desarrollo integral propuestos por esta reforma educativa. Actualmente, los supervisores están mayormente enfocados en tareas administrativas, lo que limita su capacidad de actuar como asesores y acompañantes en el proceso educativo. Es fundamental redefinir su rol, fomentando un enfoque colaborativo y HUMACRITICO que promueva la corresponsabilidad en todos los actores educativos. Esta metamorfosis debe contemplar una formación continua y un cambio en la cultura escolar, alejándose de prácticas autoritarias y promoviendo una supervisión efectiva, empática y centrada en el aprendizaje significativo de los estudiantes.

Porque una educación transformadora para un mundo mejor ¡Es posible!

Bibliografía:

Perfiles Profesionales, criterios e indicadores para el personal docente, técnico docente, de asesoría técnica pedagógica, directivo y de supervisión, (2022) SEP- USICAMM

Hargreaves y Shirley en “La cuarta vía. El prometedor futuro del cambio educativo” (2012).