Para vergüenzas no gana uno.

En los cajones del escritorio había dejado el asunto y algunos de los párrafos que integran esta colaboración, alentado con la idea de que ...
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En los cajones del escritorio había dejado el asunto y algunos de los párrafos que integran esta colaboración, alentado con la idea de que acontecimientos que estaba presenciando serían una simple distorsión óptica; que había una mala apreciación o un juicio apresurado y erróneo de mi parte… Pero hechos recientes, más bien actuales, llevaron a exhumar el tema, con desencanto y hasta con tristeza. También con molestia, la verdad sea dicha.

Resulta que maestros de inglés de Educación Básica que aducen haber sido engañados por el Gobierno Estatal de Aguascalientes, tanto por la priista administración anterior como por la actual en manos del PAN, han decidido salir a “botear” luego de semanas de no recibir su pago, y luego también de que ya les advirtieron que no tendrán la plaza prometida en el sexenio pasado, y que en su momento les fue asignada con el aval por escrito del propio sindicato, lo que ahora tiene en problemas a su secretario general. (https://profelandia.com/amagan-con-consecuencias-penales-al-exgobernador-de-aguascalientes-por-la-repartir-cientos-de-plazas-falsas/).

En un arranque de creatividad y generosidad, la Sección 1 del SNTE ha lanzado una campaña que pretende que cada uno de sus miembros aporte voluntariamente 50 pesos quincenales para un “Fondo Solidario, bajo la tutela” del propio comité seccional, con lo cual apoyarían a estos maestros. Ello no obstante que en el último año han sido despedidos innumerables trabajadores de la educación sindicalizados, a quienes ni siquiera acompañamiento legal les ha brindado; quizá porque hacerlo no es políticamente redituable.

Tanto la actitud de los profesores de inglés como la supuesta solidaridad sindical han causado reacciones de tipo diverso y en grado distinto, que van desde la indiferencia social hasta el reproche de incontables compañeros, quienes cuestionan el por qué los teachers y el SNTE no han sido capaces de defender con dignidad, valentía, firmeza y determinación sus derechos. El que los teachers recurran a la coperacha no ha despertado simpatía ni apoyo de la comunidad ni mediático; al menos no en la medida en que lo esperaban sindicato y afectados.

Al sindicato le recriminan su abulia, y a los profes de inglés su indecisión.

El propio director del Instituto de Educación (equivalente a la secretaría en otros estados), Raúl Silva, ha advertido que “los maestros de inglés botean porque quieren, pues el dinero para su pago está disponible” aunque para entregárselos deben aceptar las condiciones del Instituto: ser contratados bajo las reglas del Programa Nacional de Inglés (Proni), las cuales implican un contrato de tiempo limitado o por el esquema de outsourcing”. A la fecha, una treintena de maestros, que representan el 10% de los afectados, se han sometido a esa exigencia y han recibido su pago.

Hay que decir en descargo de los teachers, que el SNTE prácticamente les ha prohibido manifestarse, bajo el amago de que si se mueven por su cuenta les retirará el respaldo (¡ja!).

Hay que subrayar también que con el matraqueo de Juan Díaz y sus muchachos en favor de Meade, el sindicato perdió base y sustento, además de confiabilidad.

Releyendo y contrastando lo que había escrito hace un par de semanas, me doy cuenta de que en realidad me quedé corto, porque ahora los  teachers y el sindicato dan la razón a sus detractores, pues prefieren pedir limosna, recurrir a la caridad pública, antes que armarse de valor verdadero para romper yugos y exigir derechos.

A la luz de las nuevas circunstancias, la convicción de muchos “docentes de a de veras” se refuerza: da vergüenza compartir la profesión con quienes prefieren mendigar una moneda que exigir respeto a sus derechos y conquistas; apena ser encartado con quienes —en lo personal y sindical— cuelgan su decoro como si fuese un paraguas en lugar de concertar con las autoridades el cumplimiento de compromisos institucionales, mediante un diálogo inteligente y sensato, pero fundado en una firme argumentación y en una más sólida convicción.

Cierro este preámbulo (muy extenso, lo sé) con un par de proclamas con las cuales Eduardo Galeano culmina el prólogo del imperdible “Patas arriba. La escuela del mundo al revés”, excelente aportación para entender la educación y el mundo:

¡Dios bendiga a quien vea!

¡Dios perdone a quien no!

El texto rescatado.

En su crónica sobre una reciente marcha de protesta en Aguascalientes, crónica doblemente buena por breve, publicada en este mismo y hospitalario sitio digital el martes 6 de marzo (https://profelandia.com/una-marcha-media-llena/ ), el maestro José G. Domínguez señalaba que “algunos nos llenamos de vergüenza” ante la valentía de los niños (y padres de familia) que salieron a manifestarse en apoyo a los maestros de inglés, en contraste con la pusilanimidad de los propios maestros ofendidos que prefirieron esconderse bajo el pretexto de que se estaba politizando el tema, como si la educación, como si cada cosa que hacemos no formara parte de la polis.

Ocurre que son centenares de profesores y trabajadores de apoyo los que aseguran que han sido lastimados por diversas instancias educativas de dicha entidad, y que van desde los ceses injustificados hasta la falta de pago, el escamoteo de prestaciones, la difamación y las amenazas… Es una circunstancia que alcanza incluso a jubilados.

Para muchos maestros es verdaderamente motivo de pena la actitud omisa y sumisa de un buen número de compañeros que han optado por el silencio y el conformismo; por la abulia y la inacción; por la comodidad y la humillación.

Para decirlo sin eufemismos: da vergüenza compartir con ellos la profesión.

Y es que actúan y caminan en sentido inverso a ésta, pues, por definición, el maestro es guía y modelo; conductor y ejemplo; constructor y líder. Es impulso. Es acción. Es voz. Es luz.

Suponiendo que la evaluación magisterial pudiera dimensionar las capacidades, conocimientos y habilidades, lo que nunca podrá ponderar es la pasión y el compromiso que se le pueden imprimir a este noble quehacer, y que son elementos  esenciales para el óptimo desempeño.

El magisterio es fundamentalmente una profesión de amor, de generosidad, que exige también valentía. Lo dicen lo mismo Freire que el Papa Francisco. Pero sobre todo se hace evidente cuando de evocar a nuestros propios mentores se trata.

Es de amor y rebeldía. De amor por el saber, de rebeldía frente a la ignorancia. De amor por la superación, de rebeldía contra las estrecheces y la marginación.

Y tal sólo se puede dimensionar mediante el testimonio. Igual podemos afirmar decir que sólo mediante el testimonio se le puede dar dimensión verdadera al quehacer docente.

No se trata de volver a los tiempos y acciones de Lucio Cabañas o Genaro Vázquez  Rojas, ni se trata de abogar por la desestabilización mediante paros locos, huelgas injustificadas o prolongadas resistencias sin fundamento.

Pero la principal lección que debe darse a los alumnos, cualquiera que sea la asignatura que se les imparta, es la de dignidad, de ética, de responsabilidad, de lucha, de combate a la injusticia y en favor de los derechos y las libertades fundamentales.

Dice Paco Ignacio Taibo II, en un video que circula en las redes sociales, que “quien ve la injusticia y no actúa, es cómplice”. Y desafortunadamente no pocos maestros caben en esta definición.

Y no sólo callan cuando ven la injusticia cayendo una y otra vez como filosa espada sobre otros, sino que, lo más lamentable, se autoamordazan, se encadenan a sí mismos, se autojustifican de manera pueril cuando la espada del autoritarismo se levanta sobre ellos para cercenarles sus derechos y mutilarles sus conquistas a puro golpe de amenazas y a puro estruendo de intimidaciones.

Infortunadamente también, infinidad de personas que se dicen maestros se han burocratizado y han desvalorado la profesión. Miden sus ciclos por quincenas y sus logros por incrementos salariales. Su aspiración se reduce a conseguir una plaza antes que a conquistar el futuro. Le apuestan a incrementar su carga horaria y no a mejorar la calidad de su desempeño. Son coleccionistas de grupos más que multiplicadores de frutos y de futuros.

No cabe duda: cada quien le pone precio a su dignidad.

Si sólo de chambaear se trata, hay chambas en donde no es necesario pensar ni enseñar a pensar, y la obediencia sin chistar suele ser sinónimo de éxito y virtud.

Los verdaderos docentes, los que quieren un cambio, están dispuestos a luchar por él.

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