Hace unos días, la SEP de Esteban Moctezuma Barragán, anunció la incorporación de nuevas asignaturas para el ciclo escolar 2020-2021. Se incluirá en los programas de estudio temas como higiene personal, nutrición, ejercicio y consumo de sustancias tóxicas. Un planteamiento que responde al punto 5 (la mejor medicina es la prevención), 7 (alimentémonos bien) y 8 (hagamos ejercicio) del decálogo presidencial para salir del coronavirus.
El secretario de educación anunció que: “Además de higiene y limpieza, va a haber nutrición. Uno de los problemas más serios es el tema de la diabetes, en México la diabetes está considerada una epidemia, tenemos que aprender a comer; otro es el ejercicio, tenemos que movernos, activación física, deporte escolar, educación física y finalmente no consumo de sustancias tóxicas, y eso estará para el próximo ciclo escolar en una asignatura y en ética y civismo” (Redacción Financiero, 16 de junio de 2020)
Profesoras y profesores reaccionaron de inmediato ante tal revelación: vida saludable es un contenido incluido en los programas de primaria y secundaria desde hace más de diez años. También contemplan temas como drogadicción, alcoholismo, tabaquismo y activación física.
Lo que avizoran los propios docentes detrás de estos anuncios, es una sobrecarga de contenidos. Resulta difícil pensar de otro modo cuando las respuestas oficiales a las contingencias y eventos desafortunados, terminan convirtiéndose en más cargas de trabajo para los profesores. Un acontecimiento inédito como la COVID 19, no es la excepción.
Los nuevos contenidos y asignaturas que la SEP ha anunciado como novedades para el próximo ciclo escolar, son por decirlo metafóricamente, un curita para detener una hemorragia, un supuesto remedio para una enfermedad cuyas raíces son profundas y sus consecuencias devastadoras. Nos colocó frente al espejo del desmantelamiento de servicios públicos fundamentales, nos obligó a ver las carencias, las condiciones deplorables de instalaciones sanitarias, la falta de insumos. En educación, nos mostró que la prevención de enfermedades y la preservación de la salud ocupan un lugar secundario, por no decir marginal, en la agenda educativa y el cotidiano escolar. Veamos por qué afirmamos semejante cosa.
- Vida Saludable es un contenido que se contempla en programas y libros de texto, incluso existe como línea de trabajo del programa Escuelas de Tiempo Completo desde el 2009. La activación física, el descanso, el derecho a la recreación y las prácticas alimentarias correctas y equilibradas son algunos de los temas que abarca. Sin embargo, la vida saludable de las niñas, niños y jóvenes brilla por su ausencia. ¿Causa, motivo o razón? Son varias, de carácter estructural, se juntan, combinan y derivan en funestas consecuencias. En la escuela, la activación física se reduce (cuando se hace), a las llamadas pausas activas de cinco minutos; el objetivo no es la salud, sino influir en la atención de los estudiantes y mejorar su aprovechamiento. El derecho a la recreación es una quimera; los ingresos familiares difícilmente alcanzan para cubrir necesidades básicas, el que los alumnos asistan a clases con el estómago vacío, es más común de lo que se reconoce. Por otra parte, los hábitos de consumo y una presencia cada vez más extendida de la tecnología en nuestra vida diaria, influye en un estilo de vida cada vez más sedentario. Todo esto combinado, es un caldo de cultivo para enfermedades como diabetes.
- Nutrición. Es verdad, en las aulas se enseñan temas como el plato del buen comer y la jarra del buen beber. Pero una cosa es que se enseñen y otra que se modifiquen los hábitos alimenticios de les alumnes y sus familias. Las tiendas de consumo escolar que hace bastante tiempo dejaron de ser cooperativas, venden refrescos, papitas y comida chatarra de grandes corporaciones, las mismas que no están dispuestas a reducir sus ganancias y han peleado con uñas y dientes la obligación de colocar etiquetados claros en sus mercancías.
- Activación física y deporte. Como parte de las sucesivas reformas curriculares de los últimos veinticinco años, el número de horas semanales dedicadas a clases de educación física se fue reduciendo paulatinamente. De igual manera, la contratación de profesores formados en esta especialidad, fue disminuyendo. Al mismo tiempo, la SEP adjudicó a los profesores frente a grupo, la responsabilidad de la activación física, las clases de deportes y en general, la ejercitación de los estudiantes. Ahora con el gobierno de la 4T, no hay grandes diferencias, excepto que el béisbol se ha convertido en ¡EL deporte!, con un cuantioso presupuesto (Pérez, 2019)
- Filosofía y humanismo. ¿En qué filosofía estará pensando la SEP? ¿Será la de Slim, o la de Salinas Pliego? Optimismo firme, creatividad para los negocios aplicable a los problemas del país; mejora incansable; incrementar la productividad y competitividad, reducir gastos y costos; asumir retos; tomar riesgos; aprovechar oportunidades; producir más y mejores productos o servicios, siempre al menor costo posible (Salinas Pliego, 2017) ¿Les suena familiar? Es comprensible; ya tenemos bastante tiempo escuchando este lenguaje en el sector público. Muchos educadores y expertos lo han hecho suyo; la pedagogía empresarial domina la narrativa en el campo de la educación. Así que, si bien la filosofía fue incluida en el artículo 3° constitucional y los integrantes del Observatorio de Filosofía lo celebraron, no existen indicios de que esta incorporación conciba a la filosofía como un saber que le permita a las niñas, niños y jóvenes, interrogar su entorno y a sí mismos, comprender el mundo para actuar en él, aprovechando su natural inquietud por saber más allá de lo académico. El educativo es un campo invadido por discursos motivacionales que ensalzan la capacidad individual y la superación personal, al margen de reflexiones compartidas acerca de, con, y para los otros.
- Educación cívica, valores y cultura de paz. En los programas vigentes también existen asignaturas, contenidos y temas sobre estos tópicos. El Programa Nacional de Convivencia Escolar (PNCE), que sustituyó al Programa Escuela Segura (PES), aborda temas como autoestima, control de las emociones, sana convivencia, solución de conflictos, entre otros, dando por hecho que las escuelas son lugares seguros. La disonancia entre esta lógica y la realidad cotidiana, es notable: múltiples violencias corroen los cimientos de la sociedad, alcanzan al sistema educativo y a las escuelas; el acoso entre iguales, la discriminación, la exclusión, son el pan nuestro de cada día. En tiempos de pandemia, cuando vemos por doquier las agresiones e incivilidades de amplios segmentos sociales, uno se pregunta qué fue de la educación cívica que se supone se adquiere en la escuela y la familia. ¿Cómo explicar las agresiones y ataques a personal de salud en las calles, en el transporte público?, ¿el rechazo a médicos pero también a los enfermos cual si fuesen monstruos? Se ha vuelto un lugar común afirmar que la causa de todos nuestros males es la falta de valores. Y no, NO faltan valores, hemos sustituido unos por otros, que es muy distinto ¡Por supuesto que hay valores! Y cada día están más arraigados, nos enfilan a la autodestrucción, a la extinción de la vida, de las sociedades y las personas humanas y no humanas.
Anunciar como novedad lo que ya está contemplado en programas y libros de texto, ¿es falta de imaginación?, ¿incapacidad?, ¿desinterés?, ¿desconocimiento? Pensamos que las razones no están en ninguna de las preguntas anteriores. Si miramos el asunto en perspectiva histórica, es posible identificar que las decisiones, acciones y modos de intervención sobre la escuela y la educación en tiempos de pandemia, son congruentes con el largo proceso de reformas educativas que responden a la misma racionalidad neoliberal bajo la cual se viene conduciendo el sistema educativo desde hace treinta años. En este sentido, las respuestas del sistema educativo y la propia SEP han sido congruentes: lo que importa es seguir adelante, el show debe continuar; no prestemos atención a la devastación. El mensaje es claro: el sistema educativo no se detiene, el logro de los aprendizajes clave es la prioridad, se tienen que alcanzar a como dé lugar.
Cada vez que algo altera la “normalidad” escolar e institucional, la reacción es similar. Para el sistema, la pandemia es un evento desafortunado que pasará; luego todo volverá, o deberá volver a su curso. No existe intención de replantear, mucho menos transformar de fondo el tipo de educación, los contenidos, proyectos, ni formas de trabajo actuales.
Atiborrar a los alumnos de más contenidos, seguir los mismos programas, métodos y “Nueva “Escuela Mexicana” de la ignorancia, es hacer como que no ha pasado nada. Es dilapidar el potencial de profesores y profesoras, ocupados como están en entrenar a alumnos para ser competentes en un mundo en el que lo único globalizado son las desigualdades, las enfermedades y la pobreza; a ellos mismos, el sistema no les ofrece más que una capacitación técnica que dista mucho del profesionalismo, entendido como una relación comprometida con el saber, que transcurre entre diálogos tanto compartidos como interiores (Ball, 2003).
Por esta ruta, no saldremos nunca del desastre en el que ya estábamos metidos. El virus lo único que hizo fue ponerlo al descubierto, sin afeites, tal cual. La pandemia nos vino a estrellar en la cara las desigualdades estructurales, nuestra fragilidad, la incertidumbre, la precariedad, la sobre explotación del trabajo y de la vida.
El neoliberalismo potenció todos los procesos de mercantilización y capitalización de las tramas de la vida, desde la salud hasta la alimentación, desde la educación hasta la cultura, el cuerpo, la mente, los afectos, las emociones, las sensaciones, el intelecto…Si el capital iguala todo a través del dinero, convirtiéndolo en el tasador de la vida y del éxito, el neoliberalismo convierte todo en mercancía, conduce todo al lucro, hasta al mismo individuo, sujeto al capital por los valores de la monetización, el cambio y la producción del sí mismo. El virus, en condiciones de gobernanza neoliberal, ha dejado al desnudo la devastación de los sistemas de salud y alimentación, pero también los límites de la mercantilización de la vida y la seguridad de todos y de todas.
Démonos cuenta: después de tres décadas de políticas educativas neoliberales, de recortes presupuestales e incremento exponencial de regulaciones varias, so pretexto de una transparencia que no llega y de una corrupción que no termina, la educación escolarizada se hunde cada día más en un mar de simulaciones.
Dicho de otra manera: ni en la familia ni en la escuela, estamos educando en el buen sentido; no somos mejores personas ni contamos con una vida digna. Basta con mirar las recurrentes agresiones al personal de salud en colonias y pueblos desde que comenzó la pandemia; estamos metidos en un círculo vicioso en el que los mismos que nos venden la comida industrializada que luego nos enferma, lucran con el remedio que no nos cura, solo nos mantiene sobreviviendo para seguir produciendo, consumiendo y endeudándonos.
La discriminación que negamos reproducir y el racismo que juramos rechazar, están profundamente enraizados en nuestras relaciones cotidianas; hemos normalizado la violencia, las desapariciones, el trabajo infantil; somos indiferentes ante las múltiples formas de neo esclavitud, la violencia intrafamiliar, los feminicidios, los abusos contra mujeres y niños; nuestros comportamientos son cada vez más irracionales frente a los otros, simplemente por ser diferentes; la facilidad con la que emitimos juicios lapidarios contra aquéllos que no piensan igual que nosotros; la negación de los hechos calificándolos de fake news aunque tengamos las evidencias en nuestras narices; la indiferencia hacia las pequeñas y grandes negligencias ambientales.
A lo anterior se suman fenómenos asociados al uso de las tecnologías como el analfabetismo digital; jóvenes que manejan hábilmente dispositivos y toda clase de tecnologías pero no logran distinguir entre una información falsa de una verdadera, que navegan en un mar de información que no logran discriminar; niñas y niños son presa fácil de pedófilos y bandas de trata de personas en las redes; ellos mismos incurren en actos de agresión sin medir sus consecuencias; buscan ser aceptados por sus iguales a través de retos mortales; actúan con base en percepciones y no guiados por evidencias.
Si la educación en las comunidades, las familias y particularmente la recibida en las escuelas, no son capaces de comprometerse con el combate de esta pandemia de incivilidad y decadencia, que nos enseñe a proteger los recursos cada vez más escasos de los que dependemos, a revertir la destrucción de los sistemas de seguridad y proteger todo tipo de fuerzas vitales, a través del cuidado y el apoyo mutuo, ¿quién lo hará?
La dicotomía ante la que hoy nos coloca la pandemia (el capital o la vida), nos interpela; la oportunidad de emprender la fuga es hoy. Así que en lugar de más asignaturas y contenidos, ¡lo que urge es otra educación! Una que nos lleve por otros senderos hacia la reconstrucción del tejido social, el establecimiento de vínculos positivos y lazos fuertes, sin desconocer la singularidad y aceptando las diferencias.
Sin duda alguna, otra educación demanda un magisterio que se atreva a revertir la ignorancia y la simulación, cada vez más normalizadas. Pero este es otro tema; en otra ocasión nos ocuparemos de ello.
Referencias
Ball, S. (2003) “Profesionalismo, gerencialismo y performatividad”. Revista Educación y Pedagogía. Medellín: Universidad de Antioquía, Facultad de Educación. Vol. XV N° 37 (mayo-agosto), pp. 87-104.
Pérez, I. (7 de mayo de 2019) “2,100 mdp para promover béisbol”. En Forbes México. Recuperado de: https://www.forbes.com.mx/2100-mdp-en-el-sexenio-para-promover-beisbol/
Redacción (16 de junio de 2020) “SEP incorporará asignatura sobre vida saludable en el próximo ciclo escolar”. En El Financiero. Recuperado de: https://www.elfinanciero.com.mx/nacional/sep-incorporara-asignatura-sobre-vida-saludable-en-el-proximo-ciclo-escolar
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