Las revelaciones de la ciencia neuropsicológica de las últimas tres décadas, ha confirmado que la educación inicial, o sea, la educación que reciben los pequeños en los primeros años de vida (0-6), es determinante para la felicidad de los individuos y para el éxito de las sociedades.
La influencia de esta educación es tan poderosa que ha invertido todas las narrativas que hasta hoy prevalecían en educación. La clave del éxito educativo en general (en primaria, en secundaria, en prepa, en la universidad) se encuentra en el trato que los niños recibieron en la edad más temprana de sus vidas.
Las neurociencias han mostrado que los estímulos tempranos configuran determinadas redes neuronales que afirman en los niños disposiciones, habilidades, competencias básicas y emociones básicas; pero si los niños dejan de recibir esos estímulos, esas redes desaparecen.
En su libro, Neurociencia infantil. El desarrollo de la mente y el poder del cerebro de 0 a 6 años (Narcea, 2018), Jill Stamm dice: “Las conexiones que comienzan en un área del cerebro se conectan con otras regiones y forman circuitos. Cuando la información contenida dentro de los circuitos se utiliza los circuitos y redes se activan juntos activando todas las partes de la red. Cuando, en cambio, la información no se utiliza durante mucho tiempo, las conexiones se debilitan y con el paso del tiempo puede que los circuitos dejen de activarse y se pierdan así las conexiones” (29).
La posibilidad que una nación tiene de abandonar la injusticia y la desigualdad tiene que ver con la educación inicial. James J. Heckman, premio nobel de economía 2000, en su obra Giving Kids a Fair Chance (Boston Review of Books, 2012) dice: “El accidente del nacimiento es hoy la principal fuente de desigualdad en Estados Unidos. La sociedad estadunidense se está dividiendo en preparados (skilled) y no preparados (unskilled) y la raíz de esta división reside en las experiencias que tuvieron en la infancia temprana. Los niños nacidos en medios con desventajas (pobres) se encuentran en mayor riesgo de convertirse en no preparados y enfrentarán bajos ingresos, un amplio rango de problemas personales y sociales, incluyendo una pobre salud, embarazos tempranos y crimen. Es verdad que celebramos el principio de “igualdad de oportunidades” pero seguimos viviendo en una sociedad en donde el nacimiento es destino”.
Ésta es la revolución educativa que comentamos. En México existen 13 millones de chicos de 0 a 6 años, la mayoría de ellos viven en condiciones de extrema pobreza y descuido. Cualquier política de Estado que se proponga construir una sociedad equitativa e inclusiva debe enfocar su atención en el grupo social desfavorecido y tratar de ofrecer a esos pequeños educación inicial rica en afecto, en estímulos, en amor y seguridad. Los “maestros” principales de esa educación son las madres y los padres de familia, lo cual supone que debe existir una política (como la de CONAFE) cuyo objetivo sea capacitar a los progenitores, principalmente a las madres. Pero, por otro lado, hay millones de madres que trabajan y necesitan transferir el cuidado de sus hijos pequeños a terceros. Las instancias infantiles, por ejemplo, cumplen esa misión. En este caso, el gobierno (federal y estatal) deberá de lanzar programas para preparar técnica y pedagógicamente a las personas que cuidan a los niños.
Artículo publicado en Crónica.