Escuelas de Tiempo Completo, una desaparición anunciada

Si la intención transformadora que dice perseguir el nuevo marco curricular, fuese tan genuina como irrenunciable, entonces todas las escuelas ...
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Tal como lo advertimos hace un año en el Corto La SEP de la IVT. Tapando hoyos y dejando boquetes, la maestra Delfina Gómez no hizo nada por ellas, simplemente se limitó a firmar el acta de defunción de las Escuelas de Tiempo Completo (ETC).

Aunque ya existían escuelas con servicio de comedor y horario extendido desde mucho antes, fue en 2007 que estas escuelas surgieron como un programa nacional sostenido con recursos federales; desde entonces, ha sido objeto de ajustes diversos, al igual que múltiples críticas.

Al inicio, estas escuelas se caracterizaron por un horario de ocho de la mañana a cuatro de la tarde (ocho horas), más actividades deportivas, artísticas, ayuda para tareas y servicio de comedor. Después surgió la modalidad conocida como jornada ampliada, con un horario de ocho a catorce horas. Pronto las escuelas de jornada ampliada (sin comedor), superaron en número a las de tiempo completo (con comedor), cubriendo principalmente el nivel preescolar y primaria.

Pocos fueron los docentes que lograron compactar sus dos plazas de 20 horas semanales para trabajar en un solo sitio; la mayoría cubría las dos o cuatro horas más a cambio de una compensación de aproximadamente 2 mil pesos mensuales, un monto por debajo del recibido a través del salario correspondiente a la jornada regular, en la que por cada hora trabajada se pagan aproximadamente 102 pesos, mientras que por las horas de jornada ampliada el cálculo es 95 pesos la hora (Lo que no se dice del programa Escuelas de Tiempo Completo

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Al inicio del actual sexenio, la austeridad republicana se tradujo en un retraso recurrente en los pagos de las compensaciones; ésta era otra señal, un mal augurio. Luego vino la pandemia y el pago se volvió aún más irregular, los reclamos magisteriales por los adeudos se multiplicaron en diversas entidades. Cada vez que los profesores protestaban, las autoridades federales responsabilizaban a las estatales y viceversa. El recurso estaba, existía, supuestamente se asignaba, pero nadie se responsabilizaba, los funcionarios jugaban a “echarse la bolita”. A veces, cuando los profesores se radicalizaban cerrando oficinas o avenidas, recibían alguna respuesta, no siempre la esperada (Maestros de escuelas de tiempo completo se manifiestan por falta de pagos).

En septiembre de 2020, cuando se presentó el proyecto del presupuesto de egresos de la federación, el PETC apareció en ceros, es decir, sin recursos asignados; en cambio se proponía un aumento de 63% al programa La Escuela es Nuestra, creado en 2019 por la 4T con el objetivo de entregar recursos directos a padres de familia para que se hicieran cargo de mejorar la infraestructura educativa.

Las voces en contra de su desaparición no se hicieron esperar; Esteban Moctezuma Barragán (EMB) aseguró que eso no ocurriría, o dejaba de llamarse Esteban, casi casi. En su comparecencia del 14 de octubre en la Cámara de Senadores, dijo que gracias a sus gestiones se había logrado obtener cerca de 5 mil millones para la continuidad del programa. Pero la suerte de las escuelas de tiempo completo estaba echada, era cuestión de tiempo su desaparición definitiva.

El mismo EMB anunció en enero de 2021, poco antes de irse de la SEP, que el recurso para darle continuidad a las Escuelas de Tiempo Completo se administraría a través del Programa La Escuela Es Nuestra, (La escuela es nuestra dará continuidad a programa de tiempo completo). De esta manera, dicho programa pasó de tener uno a tres componentes: 1: Infraestructura y equipamiento que contempla recursos para las comunidades escolares a través del Consejo Escolar de Administración Participativa para mantenimiento, material didáctico, rehabilitación y equipamiento de planteles, así como de construcción y adquisición de equipo y material didáctico, deportivo y artístico; 2: Ampliación de la jornada escolar que incluye apoyos económicos directos con el fin de extender la Jornada Escolar entre seis y ocho horas diarias; 3: Servicio de alimentación, para destinar recursos directos a las Comunidades Escolares a través del CEAP.

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De facto, las escuelas de tiempo completo pasaron de ser un programa nacional a ser componentes de otro programa, esos 500 millones que presumió haber logrado con mucho esfuerzo EMB, pasaron a formar parte del programa La Escuela es Nuestra.

Las recientes declaraciones de la secretaria de educación no hacen sino confirmar la muerte largamente anunciada de las ETC. Con su muy peculiar estilo, y a pregunta expresa de los reporteros en la mañanera, Delfina Gómez dijo que el motivo por el cual dicho programa desaparecía (Esto dijo Delfina Gómez sobre la desaparición de las escuelas de tiempo completo), era la necesidad de priorizar cuestiones básicas de infraestructura, las mismas que docentes  y padres de familia señalaron una y otra vez como necesarias para un regreso seguro a clases presenciales tras dos años de pandemia: agua, instalaciones sanitarias, pintura, reparación de techos y espacios.

La titular de la SEP dijo además que “se está haciendo un análisis de cómo podemos trabajar el aspecto que estaba dentro de La Escuela es Nuestra, que era lo de tiempo completo y alimentación”. Las grandilocuentes declaraciones de la secretaria sobre la necesidad de disminuir el impacto que el encierro ha tenido en la salud mental de niños, niñas y adolescentes caen por su propio peso; la empatía con las madres trabajadoras y el cuidado de sus hijos y en la que tanto se insiste a los docentes que hablen en los Consejos Técnicos, brilla por su ausencia en su caso.

He aquí el modo de administrar la precariedad de la infraestructura escolar; se decide desaparecer las escuelas de tiempo completo ¡cuando apenas se está viendo qué hacer con lo demás!, es decir, horarios extendidos y alimentación, dos de sus principales características.

La SEP, hoy como ayer, no quiere resolver, simplemente continúa tapando hoyos y dejando enormes boquetes que amenazan en convertirse en socavones, como el de Puebla. Atrás quedó la convicción oficial de que “La Escuela de Tiempo Completo, con o sin Servicio de Alimentación, -y esperamos que pronto las 25 mil y más escuelas lo sean-, son ante todo escuelas dedicadas por completo a cada uno de sus miembros más vulnerables, y que son a la vez la esperanza de un futuro mejor para ellos, sus familias y la sociedad mexicana toda[1]

A más de trece años de existencia como programa nacional, existen múltiples estudios, mediciones y evaluaciones de organismos nacionales e internacionales, también investigaciones académicas sobre las escuelas de tiempo completo. Buena parte de tan extensa producción aborda problemas de funcionamiento, impacto y resultados del programa, intenta establecer relaciones entre su funcionamiento y los niveles de logro en los aprendizajes, o bien diagnostican y cuestionan fallas de implementación, especialmente la opacidad en el manejo de los recursos. Son pocas las que abordan sus beneficios sociales y pedagógicos, aspectos a nuestro parecer fundamentales en un momento como el actual, en el que las familias, niñas, niños y jóvenes están intentando enfrentar las secuelas y consecuencias de una pandemia que aún no termina.

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En estas condiciones, rehabilitar para rehabitar los espacios escolares ha sido difícil, no solo por los miedos y temores, sino por el escaso apoyo recibido por parte del sistema a las escuelas. Al final, si las escuelas funcionan en condiciones mínimas aceptables, ha sido gracias a los esfuerzos de las familias y la magisteria.

Para las madres, especialmente aquéllas que son jefas de familia, el apoyo que representan las escuelas de tiempo completo no está en duda; serán ellas quienes resentirán de inmediato su desaparición. Dos a cuatro horas más de permanencia en la escuela pueden hacer una gran diferencia entre ver amenazada la integridad de sus hijos o tener la tranquilidad de que se encuentran en compañía de sus maestros y compañeros. El siguiente testimonio lo deja en claro:

 “Mi hija asiste a una escuela de tiempo completo que con apoyo de dirección, docente y padres de familia sigue en función. Pero no queremos perder este programa que a decir verdad beneficia a nuestros hijos, mucho. Mi hija actualmente cuenta con clase de inglés, danza folclórica, taller aprendo y vivo de mis emociones … Y lo mejor es que si le ha sido útil, pero sobre todo que la hace feliz, todo esto mientras mamá trabaja de maestra de CENDI”.

También las niñas y adolescentes echarán de menos las actividades artísticas o deportivas, que las había, también la que quizá era su única comida caliente y balanceada al día. Ni se diga la magisteria que albergaba la esperanza de ver cubiertos los adeudos de las compensaciones, en algunos casos desde 2019. Después del anuncio de la desaparición de las ETC, sus ingresos se verán mermados definitivamente.

Las opiniones más en contra que a favor, no se han hecho esperar. Pero se pierde de vista que la justificación para desaparecer estas escuelas, remite a un problema tan añejo como estructural; ninguno de los diversos programas creados para atenderlo, ha respondido satisfactoriamente a los criterios de seguridad, funcionalidad, accesibilidad, sustentabilidad y pertinencia de la Infraestructura escolar, acorde a las necesidades de los alumnos de cada nivel y modalidad.

La SEP de la 4T ha firmado el acta de defunción de un programa que en realidad pretendía desaparecer desde hace tiempo. Ha decidido sacrificar las muy necesarias escuelas de tiempo completo para destinar los pocos recursos disponibles en la atención de necesidades de infraestructura escolar, multiplicadas y agravadas a raíz de la pandemia. El programa como tal, quizá no era la mejor opción como política, pero las escuelas con horarios extendidos son absolutamente necesarias para que las mujeres puedan trabajar o acceder al empleo.

¿Qué es lo que sigue?, ¿las familias cargarán por completo con los costos crecientes de una escuela pública cada vez menos gratuita?, ¿en estas condiciones se pretende echar a andar un nuevo plan y programa de estudio para una transformación educativa que pregona la comunidad como su principal eje?

Si la intención transformadora que dice perseguir el nuevo marco curricular, fuese tan genuina como irrenunciable, entonces todas las escuelas deberían ser de tiempo completo. Pero en esto no se quiere copiarle a Finlandia u otros sistemas educativos que han abrazado sin dudarlo, la creación y sostenimiento de escuelas de tiempo completo.

Al final del día, si las comunidades se organizan y se las arreglan de una y mil maneras para hacer escuela, como ya lo demostraron durante la pandemia, ¿para qué necesitamos a la SEP?


[1] SEP (2019) Sentir, pensar e imaginar en las escuelas de tiempo completo. México, SEP, p. 86. Este documento es una nueva edición de la versión anterior titulado Una Escuela de Tiempo Completo centrada en mejorar la calidad de los aprendizajes de las niñas y los niños. Orientaciones pedagógicas para directivos y docentes


Publicado en Insurgencia Magisterial

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