El viejo traje

El maestro termina sacando ese viejo traje lleno de remiendos...
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“Solo acepto este mundo iluminado,
cierto, inconstante, mío”.

Ida Vitale

Para los profesores, un flamante programa de estudio es como un traje nuevo. Luce majestuoso. Suele estar hecho con telas refinadas, botones relucientes y costuras sutiles. Se mira elegante, con mucho porte. El problema es cuando sale del anaquel.

Quien o quienes lo zurcen, lo hacen a costa de presupuesto, de mucha academia y con la esperanza de que les quede bien a quienes lo deben usar: Los maestros. Casi nunca les queda a la medida, porque se peca de un error primigenio en la alta costura: Lo hacen sin tomar las medidas exactas.

Como no está hecho a la medida del profesor, ese nuevo traje acabará guardado en el clóset. Y no es para menos, al no ser la talla correcta, tampoco es cómodo. A veces no cierra de la cintura; en otras, los hombros son demasiado grandes; también suele pasar que es demasiado zancón, o lo contrario, muy largo.

El maestro termina sacando ese viejo traje lleno de remiendos, con telas tomadas de aquí y de allá. Es un traje de mangas raídas, codos parchados, cenizo de los hombros y que se ha cocido con hilos de diferentes colores. Es un vestuario que cada profesor, a lo largo de su vida, ha remendado poco a poco. Posiblemente sea poco agraciado, sí, pero tiene el mejor de los atributos: Le queda perfecto. Ni apretado ni suelto. Ni sancón ni largo.

Parecía que el traje más reciente que le entregaron a los profesores iba a sustituir para siempre aquella vieja indumentaria que cada maestro usa todos los días en su salón de clases. Desde agosto y septiembre, muchísimos docentes se dieron a la tarea de medírselo, de hacerle algunos arreglos, ajustar la bastilla o el tiro.

De que es un traje magnífico (y necesario), lo es, eso no se pone en duda. Pero no termina por quedarnos a la medida. Parece que ese nuevo traje acabará en el ropero junto con otros trajes nuevos que alguien hizo en otro momento.

A medida que avanza el ciclo 2023-2024, son pocos los que insisten en ponérselo. Otros ya lo guardaron hace tiempo. Algunos más solo tomaron algunas partes como solapas, cuello o corbata y lo añadieron a su vestimenta. Casi todos, eso sí, siguen en espera de que un día les tomen las medidas correctas, para dejar, y ahora sí para siempre, el viejo traje.