La educación, la ciencia y la tecnología de nuestro tiempo corren el riesgo de quedar a la merced del comercio internacional y de las grandes corporaciones supranacionales. El caso de la producción, contra reloj, de las vacunas para humanos para prevenir, mas no curar, la enfermedad del Covid-19, da cuenta de la alta posibilidad de que ello suceda. ¿Al servicio de quiénes están orientados los trabajos de los corporativos farmacéuticos trasnacionales generadores y comercializadores de las vacunas? ¿A favor del bienestar social, al servicio del mercado global o al servicio del Estado-nacional? (¿Vacunas rusas?).
¿En unos meses, o quizá años -después de que se supere la crisis sanitaria- el enfoque de las grandes empresas internacionales de la medicina se dirigirá a la terapéutica (paquetes de medicamentos que podrían, a la postre, erradicar la enfermedad provocada por el coronavirus o la influenza), y a perfeccionar las prácticas clínicas o de intervención hospitalaria de segundo y tercer niveles de atención (terapia intensiva)?
Entiendo que la relación entre la producción de conocimientos derivados de las ciencias médicas y la comercialización de los hallazgos en ese campo, no es lineal ni simple; hay combinaciones de factores y vínculos que se incluyen mutuamente y que hacen más complejo al fenómeno. Sin embargo, será conveniente seguir la pista a los desarrollos de la medicina institucional oficial (mal llamada medicina “neoliberal”), durante los siguientes años.
No cabe duda que la medicina en todo el mundo se rige con criterios que plantean la posibilidad de que ésta opere en forma de bloques hegemónicos, que legitiman una visión dominante de la medicina mediante la participación de los gobiernos y las sociedades, que aquellos representan, en los llamados organismos internacionales (WHO, por sus siglas en inglés u OMS, OPS, entre otras), que definen las directrices y las orientaciones planetarias o regionales en materia de salud pública.
Los convenios que firman o suscriben los gobiernos, con el noble afán de conseguir resultados favorables en el ámbito de dicha salud pública, los llevan a establecer ese tipo de vínculos y dependencias multilaterales. Ciertamente, es necesario establecer criterios científicos y tecnológicos en la medicina a nivel global y sus respectivas aplicaciones, para el bien de la humanidad, pero ello no descarta la presencia de fuertes intereses económicos y políticos.
En el terreno de lo educativo, las tentaciones de los gobiernos locales también se aprecian el filo de la navaja. Me explico: sobre todo en las naciones periféricas, es decir, no centrales -en términos de los poderes económicos, científicos, económicos, culturales, de la información y militares- existen planes de los estados nacionales, a través de las llamadas “alianzas estratégicas”, para ampliar el poder de las grandes corporaciones de la información y la comunicación, por medio de la inscripción de las sociedades en plataformas digitales o electrónicas.
Dicho en otras palabras: se corre el riesgo de que nuestras maestras y maestros, así como las y los estudiantes (millones de ellas y ellos), queden prácticamente registrados como potenciales consumidores de los productos, insumos, accesorios y sistemas (tanto en arquitecturas de software como de hardware) que ofrecen y generan los grupos industriales de las comunicaciones digitales, cuyo poder e influencia se extiende a través de plataformas y sitios convertidos en redes sociales. Todo ello sobre la certeza de que existe una enorme brecha digital y su consecuente desigualdad en el acceso a las nuevas tecnologías.
Como lo escribí en abril pasado. En la actual etapa del capitalismo industrial global, neoliberal, (menos proteccionista y más liberal en mercados internacionales; menos Estado de Bienestar y mayor participación privada o “privatización” de los servicios públicos), que, entre otras cosas, se ha caracterizado por su alta intensidad tecnológica, los espacios centrales o periféricos del poder científico y tecnológico mundial se encuentran ocupados por empresas trasnacionales, dicho esto en términos esquemáticos. (1)
Dejo algunas preguntas para continuar más adelante, en futuras colaboraciones, con estas reflexiones: Siglo XXI, año 21, estamos en plena tercera década del siglo. ¿En qué medida la ciencia hegemónica está dispuesta a convivir con otras opciones “no científicas”? ¿Cómo influyen los sistemas científicos sobre los sistemas de creencias? ¿Por qué las resistencias hacia la medicina de patente y hacia las vacunas? ¿Cuál es el lugar que ocupan y ocuparán las vertientes alternativas de la medicina frente a las enfermedades que afectan a la humanidad?
Antes, quizá, sea conveniente revisar las otras historias de contradicciones y hegemonías existentes sobre el conocimiento y la solución de los problemas locales, y luego voltear a ver estas últimas preguntas.
Nota:
(1) Sugiero revisar mi texto: La Educación Pública en “la nube”, SDP Noticias.com, 23 de abril, 2020, donde abordo el poder cultural y económico que ejerce en el mundo una de las trasnacionales de la información y la comunicación.
jcmqro3@yahoo.com
Publicado en SDPnoticias