Justamente, en agosto del año pasado, escribí sobre los temas principales a discutir en la antesala del inicio del ciclo escolar. Hoy pongo sobre la mesa la siguiente reflexión: Los niños de 4 años que iniciarán el segundo grado de Educación Preescolar, el próximo lunes 26 de agosto, estarán a punto de comenzar el cuarto grado de Educación Primaria en 2024, dentro de cinco años, el resto del tiempo que le resta a este sexenio… Del mismo modo, los niños que iniciarán el primer grado de Primaria este lunes que viene, estarán por terminar su Educación Primaria dentro de cinco años (también en 2024). Y los estudiantes que empezarán el quinto grado de Primaria en unos días, estarán en el tiempo de concluir la Secundaria al finalizar el sexenio. ¿Qué sucederá con sus escuelas, con sus maestras y maestros; con los programas educativos; con sus libros y con sus procesos de aprendizaje durante este sexenio?
Los planeadores de la educación, los académicos consagrados a la investigación educativa; las y los legisladores federales y estatales, así como los políticos profesionales y los funcionarios o tomadores de decisiones en materia educativa ¿piensan en las niñas, los niños y en las y los jóvenes que vivirán estos trayectos escolares a partir del próximo lunes? ¿Hay claridad sobre los proyectos educativos a desarrollar en el corto y mediano plazos? ¿O todas estas personalidades estarán concentradas en las disputas para ocupar las posiciones de liderazgo en los círculos, cercanos o lejanos, de la élite gobernante? ¿Estarán atentos a cuidar sus intereses, sus agendas, sus espacios y sus tiempos políticos? ¿Cuáles son las prioridades de la Educación Pública en México actualmente y cómo será confeccionada la agenda en este rubro de ahora en adelante? Son algunas de las preguntas que planteo en lo inmediato, por lo menos durante este ciclo escolar 2019-2020, que está “al cuarto para las doce” de comenzar.
Precisamente sobre esos temas, Gilberto Guevara Niebla, hoy alto funcionario de la SEP del gobierno de la 4T, escribió, en julio de 2018, un texto sobre cuatro aspectos críticos de la agenda de las políticas públicas educativas. (1) Ahí, el ex consejero del INEE proponía, repito, hace un año, una agenda para encarar la siguiente etapa de la Reforma Educativa mexicana, sin que se llegara al extremo, según él, de derogarla o abrogarla; sin embargo, eso ya sucedió en mayo de 2019, contra todos los pronósticos. Por lo tanto, a un año de ese texto, lo que se pude observar es que la agenda educativa se modificó radicalmente.
Y se modificó así porque las diferentes fuerzas políticas nacionales y locales están en posición de generar o proponer su propia agenda. Se sabe, con evidencia, que al interior del gobierno de la “Cuarta Transformación”, incluso, hay tensiones en torno a las prioridades y los énfasis que la autoridad educativa debe dar a algunos ejes de discusión y su consecuente puesta en práctica como políticas públicas en el sector. Junto con ello, existe otro carril de disputas, en la actual coyuntura, que está expresado en la discusión parlamentaria y en los foros académicos independientes, entre otros espacios, sonde se analizan y debaten los contenidos de las leyes secundarias o reglamentarias del Artículo Tercero Constitucional, recién modificado en mayo pasado.
Los cuatro temas propuestos por Guevara Niebla, hace un año, por ejemplo, eran los siguientes: Financiamiento (gasto en Educación); gobierno y gestión del sistema educativo; calidad con equidad, y mejorar la base del sistema educativo. Si bien los ejes de discusión de la agenda educativa se han complejizado, estos cuatro ejes tocan, ciertamente, cables de alta tensión del sistema educativo nacional.
Con respecto al Financiamiento, Guevara Niebla señalaba que “El gasto público en educación debe aumentar… Se necesita asimismo reforzar financieramente a las escuelas más desfavorecidas. Más del 90 por ciento del gasto se consume en la nómina y queda poco dinero para inversión y operación en las escuelas. Las consecuencias negativas de este estado de cosas son múltiples, pero la más obvia es que las escuelas pobres, con carencias financieras crónicas, se ven obligadas a buscar recursos por su cuenta, a veces, pidiendo cuotas voluntarias a los padres de familia.”
Ratifico un comentario publicado el año pasado, debido a su vigencia, en esta víspera del arranque del ciclo escolar: No solo las “escuelas pobres” se ven en la necesidad de establecer cuotas voluntarias (a través de las asociaciones de padres de familia), sino que toda la red de escuelas públicas lo hace así porque el gobierno federal no otorga recursos, ni los gobiernos estatales, para cubrir todos los gastos ordinarios de operación escolar (teléfono, papelería, mantenimiento, insumos para limpieza, material didáctico, etc.)
Sobre el financiamiento educativo, planteo una vez más algunas preguntas: ¿En qué grado (porcentaje) debe aumentar el gasto en educación? ¿Se refiere al gasto del gobierno federal o a todo el gasto nacional, que incluye a la inversión privada en ese rubro? ¿Hacia qué rubros estaría dirigido o en qué se aplicaría el incremento del gasto en educación, en caso de que así lo decida o apruebe el Congreso de la Unión? ¿De qué manera esta iniciativa –de aumentar el presupuesto educativo- es compatible o choca con el plan de “austeridad republicana” que forma parte de la agenda del presidente López Obrador?
En la parte de “Gobierno del sistema”, el punto de vista de GGN (julio, 2018) se resumía así: “…en cada entidad federativa las escuelas son tuteladas por una estructura burocrática que ejerce su autoridad verticalmente. El centro del poder educativo no está en la escuela sino en esas estructuras burocráticas. Las escuelas carecen de poder sustantivo, de ahí la pertinencia de desarrollar nuevos esfuerzos para que la escuela tenga mayores facultades de forma que el sistema se desburocratice paulatinamente.” Pregunto otra vez, por la importancia y actualidad del tema: ¿La estrategia para descentralizar el poder de las burocracias estatales (especialmente de las secretarías de educación y organismos desconcentrados de las entidades federativas) para trasladarlo a las escuelas, con qué instrumentos jurídicos cuenta y fundamenta para operarla? ¿Qué disposiciones establecerá al respecto la renovada Ley General de Educación (2019)?
Acerca de la “Calidad con equidad”, esto decía GGN: “La búsqueda de la calidad es el principal norte de cualquier política educativa, pero la calidad, en tanto meta nacional, jamás se habrá de lograr si no se ataca, simultáneamente, la desigualdad. Si el esfuerzo político se concentra en mejorar las escuelas que tienen buen desempeño y con ello se desatiende a las que tienen mal desempeño, lo que habrá de lograrse es una mayor y más grave inequidad.” Como lo dije en otra oportunidad, pregunto y comento al mismo tiempo: Si el “principal norte” de cualquier política educativa es la “calidad”, como lo afirma GGN ¿qué lugar ocupa en la agenda educativa nacional el problema de la falta de cobertura, por ejemplo, en el primer grado de Educación Preescolar y del nuevo ingreso a la Educación Media Superior y Superior? ¿Y dónde quedan los asuntos del rezago educativo en todo el país? (Más de 32 millones de mexicanos, mayores de 15 años, no han concluido la educación básica o están en condición de analfabetismo). ¿Cuáles son las ventajas y desventajas de la apertura de 100 universidades públicas en regiones marginadas? ¿Cuál es el impacto y cómo se evaluarán los programas de becas a jóvenes estudiantes; realmente generan avances ese tipo de iniciativas? ¿No sería de mayor beneficio aumentar los recursos a las universidades públicas existentes, que se encuentran en situaciones financieras adversas? ¿Qué mecanismos de control y rendición de cuentas se visualizan hacia la red de universidades públicas e instituciones de educación superior?
Por último, sobre cómo “Mejorar la base del sistema educativo”, el funcionario de la SEP, señalaba lo siguiente: “Una manera de enfrentar eficazmente la meta de calidad con equidad es lanzar acciones vigorosas para reforzar la educación en la primera infancia (0-3 años) y la educación preescolar (3-6 años). El gran obstáculo para la calidad y la equidad son las deficiencias que presentan muchos niños cuando inician la escuela, deficiencias que son físicas, intelectuales, o emocionales y que generalmente se asocian al contexto social-familiar de donde proceden. Una efectiva educación inicial (crianza de los niños) y un buen preescolar pueden contribuir a cambiar radicalmente este estado de cosas y propulsar hacia arriba al sistema entero.” Sobre esto no hay ninguna duda. Estoy de acuerdo con la idea de agregar este punto a la agencia educativa, pero ¿cuál es el proyecto de la 4T para atender a la población menor de 3 años? ¿Seguirá adelante la política pública, pragmática, de otorgar “vouchers” educativos a las madres y padres de familia?
De cualquier forma, me sumo nuevamente a esa idea. Efectivamente, la educación inicial y preescolar son importantes porque –como dijera el Maestro Roberto Barocio-, son las primeras y únicas oportunidades de desarrollo integral en la vida. No hay que olvidar que, como en la construcción de una casa, la educación de la primera infancia es semejante a la cimentación: Sin ella no hay muros ni techos. Una sociedad que destina recursos, protege y se preocupa (y ocupa) de sus niños más pequeños, a través de programas educativos robustos e innovadores, es una sociedad equilibrada y de avanzada, que no solo piensa en el ahora sino en las siguientes generaciones.
Fuente consultada:
(1) Gilberto Guevara Niebla. Educación: cuatro temas críticos, Crónica, 17 de julio, 2018.
Artículo publicado en SDPnoticias.