Vivir el normalismo mexicano: es vivir

El pasado miércoles, se llevó a cabo una sesión más del Seminario “La Reforma Educativa: Avances y Desafíos”; que el Instituto Nacional para la ...
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El pasado miércoles, se llevó a cabo una sesión más del Seminario “La Reforma Educativa: Avances y Desafíos”; que el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE) organizó, para analizar un tema de vital importancia en el ámbito educativo nacional: la formación docente y continua. Los invitados fueron: Javier Treviño (Subsecretario de Educación Básica), Salvador Jara (Subsecretario de Educación Superior), Silvia Schmelkes (integrante del INEE) y Graciela Cordero (reconocida investigadora mexicana).

Las posturas en torno a este tema – de manera específica a la formación inicial –, como seguramente imaginará, fueron un tanto encontradas. Por la parte “oficial”, se mostraron algunos datos y se argumentó sobre, lo que a decir de las autoridades, significa un avance considerable en la formación inicial docente y, por el otro lado, se presentó un pequeño bosquejo de una realidad que es más que evidente en un país, donde las desigualdades educativas y sociales, además de las inoperantes políticas educativas implementadas en el normalismo mexicano, han propiciado un “impasse” en la formación de los futuros profesores. Me explico.

Buena parte de mi vida estudiantil y profesional, la he dedicado al estudio, análisis e investigación de los procesos de formación en las escuelas normales de México. He leído una cantidad importante de libros, artículos, ensayos, columnas, además de haber consultado diversas fuentes de información; esto, con el propósito de poder visualizar de manera objetiva lo que en este ámbito sucede, más como un objeto de estudio que como mero sujeto de estudio. No obstante este amplio recorrido intelectual  y académico – si usted quiere llamarlo de esta manera –, en muy pocas obras he encontrado la esencia que permea a las escuelas normales de mi México querido. Y esto es así, porque muy pocos han sido o hemos sido, parte de ese Subsistema.

Vivir el normalismo mexicano es vivir en un terreno donde la pedagogía y la didáctica son el binomio perfecto. Vivir el normalismo es vivir en un espacio donde la sensibilidad, el conocimiento y la experiencia, son esa triada que le da sentido al hecho educativo. Vivir el normalismo, es vivir rodeado de seres humanos cuya vocación ha sido, es y será, la formación del individuo. Vivir el normalismo desde sus extrañas, simplemente es vivir.

Sus ideologías, sus posicionamientos, sus luchas, sus esfuerzos, sólo pueden ser comprendidos desde el hecho mismo en que suceden. Sus prácticas educativas, a veces tan difíciles de entender, han aportado su granito de arena en la formación de millones de mexicanos a través del tiempo. Esa formación, esa esencia, esa ideología, no, no está plasmada en los datos duros que fueron presentados ese día por el Subsecretario en turno. De hecho, éste tampoco habló del gran daño que el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) le ha hecho al gremio. O bien, lo que en ciertas entidades de mi querida República Mexicana, las autoridades estatales, cometen en contra de los normalistas. No, de nada o muy poco de eso se habló.

Se dijo pues, que después de tres décadas el normalismo mexicano finalmente se alineará con el modelo educativo que fue propuesto pasados tres años y medio de este sexenio. Se dijo, que ya existe la movilidad estudiantil y docente para alumnos y profesores normalistas. Se dijo, que ya se tiene listo un nuevo reglamento para el ingreso y permanencia de los maestros normalistas. Se dijo, que existen los espacios para fortalecer la investigación educativa y el intercambio de experiencias entre Cuerpos Académicos. Sí, todo eso se dijo, y lo reconozco; no obstante, no se mencionó la serie de precariedades físicas y de capacidad académica que existen al interior de dichas escuelas. Precariedades que pueden entenderse si se acepta que por años las normales estuvieron en el olvido y hoy, cuando la “reforma educativa” comienza a diluirse con el sexenio peñista, extrañamente son tomadas en cuenta para ser “maquilladas” nada más por encimita, o ¿será que de aquí a agosto del 2018 los grandes problemas educativos se verán resueltos para el normalismo mexicano?

¿Por qué no ha habido una explicación sensata por parte de la autoridad educativa sobre la reducción a la matrícula de las escuelas normales?, ¿por qué no se han brindado las condiciones necesarias para que éstas sean esas Instituciones de Educación Superior (IES) que el Sistema Educativo Mexicano (SEM) requiere?, ¿por qué no se han atacado la serie de tropelías que el SNTE ha hecho y deshecho en este subsistema?, ¿por qué no hablar claro y enfrentar los hechos que evidencian ese abandono en el cual han estado?

El problema por el cual atraviesan las escuelas normales es profundo, es complejo, eso lo entiendo, pero lo que no acabo de comprender es el por qué, hasta ahora, se habla de una mejora sustantiva en el normalismo mexicano… ¿momento electorero?

Ciertamente, las escuelas formadoras de docentes son heterogéneas; eso también lo entiendo; sin embargo, considero que con pequeñas acciones que bien podrían ser consideradas como meros “paliativos”, no se logrará avanzar en su fortalecimiento y consolidación, tan necesaria e indispensable, como la que requiere el nivel básico de enseñanza. Y es que mire usted, la grandeza de estas instituciones no radica en su “imponente” infraestructura, porque esto no es así, es más, ni la tienen (y el Subsecretario lo reconoció públicamente). Su fortaleza radica en su ideología, en su identidad y en su sentido de pertenencia con una clase baja que, por más que se diga lo contrario, ha sido brutalmente golpeada sexenio tras sexenio sin que haya una mejora sustantiva en su calidad de vida.

No, no todo es miel sobre hojuelas. No basta con echar las campanas al vuelo y decir que para el 2018 – y en lo sucesivo – se vendrán buenas y mejoras cosas para las normales. Se trata pues, de permear ese Subsistema con acciones educativas concretas y de gran calado, que respondan a esos problemas y necesidades educativas y sociales. La conformación de CA es importante, no lo niego, así como tampoco niego, la movilidad estudiantil y docente que se ha venido gestando hasta el momento pero, insisto, con meros paliativos no se lograrán los propósitos educativos. ¿Por qué no hacer un foro nacional en que se escuchen y comprendan las necesidades, demandas y propuestas de los maestros y alumnos normalistas?, ¿por qué solamente se congregan a unos cuantos “representantes” de las escuelas normales para trabajar algunos rubros del plan de estudios o del reglamento para dichas instituciones cuando muchos de éstos son elegidos por la autoridad estatal con el propósito de que se alienen a lo dispuesto por la autoridad educativa central?, ¿por qué no abrirse a la crítica y a la propuesta que muchos tenemos al respecto?… Por qué, esa es la pregunta… por qué.

Ahora bien, y con el afán de aporta un poco sobre estas ideas, ¿desea usted un ejemplo de algo que se puede hacer bien desde la DGESPE? Ahí tiene el CONISEN (Congreso Nacional de Investigación sobre Educación Normal) que en este año se realizó en la ciudad de Mérida, Yucatán y que el próximo se realizará en Aguascalientes. Éste, fue un espacio en el que se escucharon las voces de profesores y estudiantes de todo el país, voces que partieron desde el terreno de la investigación. Voces de cientos de profesores y alumnos que aportaron al hecho educativo, insisto, ¿por qué no hacer lo mismo para un “famoso reglamento” y/u otros procesos educativos?

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