“La conexión constante a dispositivos digitales ha reducido la capacidad de los jóvenes para mantener conversaciones profundas y desarrollar habilidades de empatía.” Sherry Turkle
El uso de la tecnología en los espacios educativos ha sido motivo de debate en los últimos años. Con la creciente accesibilidad a dispositivos electrónicos, especialmente teléfonos móviles, se han planteado preguntas sobre su impacto en el aprendizaje de niñas, niños y adolescentes. Mientras algunos defienden su uso como una herramienta pedagógica valiosa, otros argumentan que puede ser una fuente de distracción que interfiere con la concentración y el rendimiento académico. En este contexto, ya son 79 países lo que han optado por implementar restricciones en el uso de estos dispositivos dentro de los centros educativos, basándose en estudios que sugieren que su ausencia mejora la capacidad de atención y el desempeño escolar.
Las ventajas de limitar el uso de la tecnología en el aula han quedado evidenciadas en diversas investigaciones. La eliminación de los teléfonos móviles en los espacios educativos ha demostrado ser efectiva para mejorar la concentración, reducir los niveles de ansiedad generados por las redes sociales y fortalecer la interacción entre estudiantes. La desconexión digital permite que el estudiantado se enfoque en las actividades de aprendizaje sin la constante tentación de revisar mensajes o navegar en internet. Además, se ha identificado una relación entre la restricción de estos dispositivos y la disminución del acoso escolar, ya que se reducen las oportunidades para la difusión de contenido perjudicial o el uso indebido de las plataformas digitales dentro del entorno escolar.
Por otro lado, la tecnología también ofrece beneficios significativos cuando se utiliza de manera controlada y con propósitos pedagógicos bien definidos. Los dispositivos electrónicos pueden ser herramientas útiles para el acceso a información en tiempo real, el desarrollo de habilidades digitales y la personalización del aprendizaje según las necesidades de cada estudiante. En este sentido, más que una prohibición absoluta, algunos especialistas sugieren que es fundamental educar a las niñas, niños y adolescentes en el uso responsable de la tecnología, asegurando que su integración en el aula responda a objetivos educativos claros y bien estructurados.
Sin embargo, una regulación dentro de los centros educativos no es suficiente por sí sola. La educación digital y el manejo adecuado de la tecnología deben ir acompañados de una guía y supervisión desde el hogar. La familia juega un papel crucial en la formación de hábitos responsables en el uso de dispositivos electrónicos, estableciendo límites claros y fomentando un equilibrio entre el tiempo de pantalla y otras actividades esenciales para el desarrollo, como el ejercicio, la lectura y la interacción social. No se trata solo de reducir la exposición a la tecnología, sino de enseñar a utilizarla de manera inteligente y productiva.
El desafío entonces no radica en decidir entre prohibir o permitir el uso de dispositivos electrónicos en las escuelas, sino en encontrar un punto de equilibrio que permita aprovechar sus ventajas sin que se conviertan en una barrera para el aprendizaje. La pregunta que surge es: ¿cómo pueden las instituciones educativas y las familias trabajar juntas para optimizar el uso de la tecnología, asegurando que cumpla su función como herramienta de aprendizaje sin comprometer la concentración y el bienestar de los estudiantes?. Porque la educación esa el camino…