Aprender enseñando: importancia de las prácticas pedagógicas

Aprender a enseñar implica, en última instancia, enseñar a aprender desde el ejemplo, la reflexión y la práctica crítica.
Proyectos escolares

En el corazón de la formación docente, las prácticas pedagógicas representan no sólo un requisito curricular, sino una vivencia transformadora que entrelaza teoría, experiencia y vocación. En las escuelas de educación básica, la presencia activa de docentes en formación no es un ejercicio meramente observacional, sino una oportunidad de aprendizaje situada, crítica y profundamente humana.

Los Planes y Programas de Estudio de las Licenciaturas para la Formación de Maestras y Maestros de Educación Básica, dados a conocer mediante el Acuerdo 16/08/22, publicado en el Diario Oficial de la Federación, así como los anexos en los que encontramos las disposiciones generales, constituyen documentos rectores de carácter normativo y pedagógico que define la estructura, el sentido y la orientación de los programas educativos. Su naturaleza radica en ser la guía fundamental que articula los elementos esenciales del proceso formativo, al precisar orientaciones fundamentales y enfoques que sustentan la acción educativa. En él se delimitan los trayectos formativos que organizan progresivamente los saberes, las estrategias didácticas que promueven aprendizajes significativos, y los criterios para la evaluación del aprendizaje, garantizando la coherencia entre los fines educativos y las prácticas de enseñanza. Asimismo, establece el perfil de ingreso como punto de partida y el perfil de egreso como horizonte formativo, definiendo los dominios de saber que estructuran el conocimiento profesional, disciplinar y pedagógico, dotando al currículo de una base sólida que orienta su implementación, seguimiento y mejora continua.

Así, en el Plan de Estudios 2022 de Educación Normal encontramos información relacionada con los antecedentes, la fundamentación y el proceso de replanteamiento curricular. También con las dimensiones (política, pedagógica y psicológica, personal, filosófica y social) de los perfiles general y profesional de egreso; las dimensiones del currículo (social, filosófica, epistemológica, psicopedagógica, profesional e institucional), y los trayectos formativos: a) Fundamentos de la educación; b) Bases teóricas y metodológicas de la práctica; c) Práctica profesional y saber pedagógico; d) Formación pedagógica, didáctica e interdisciplinar y e) Lenguas, lenguajes y tecnologías digitales.

La malla curricular del Plan de Estudios 2022 de Educación Normal para la formación de docentes en Educación Normal, se organiza en ocho semestres y tres fases articuladas: inmersión, profundización y despliegue, cada una con objetivos definidos que permiten al futuro docente transitar del asombro inicial hacia el compromiso profesional informado.

Durante la fase de inmersión —que abarca el primero y segundo semestres—, las y los estudiantes se acercan gradualmente al quehacer docente mediante prácticas de observación, adjuntía y participación supervisada. Este acercamiento inicial busca que identifiquen sucesos significativos en la vida escolar: interacciones en el aula, decisiones didácticas, dinámicas de convivencia y desafíos propios del entorno educativo. En esta etapa, se aprende mirando con atención, dialogando con respeto y participando con humildad.

La fase de profundización, desarrollada del tercero al sexto semestres, está orientada a la integración de saberes. Aquí, el estudiante combina conocimientos teóricos, metodológicos y técnicos con las realidades del aula. Es una etapa de diseño, intervención y evaluación de proyectos educativos, donde la reflexión sistemática y el análisis crítico se vuelven herramientas indispensables para comprender, mejorar y fundamentar la práctica docente.

En la fase de despliegue, correspondiente al séptimo y octavo semestres, el trayecto formativo alcanza su madurez. Las experiencias vividas se resignifican, se articulan nuevos enfoques pedagógicos y se consolida una identidad profesional. Es también el momento de realizar el documento de titulación, ya sea en forma de tesis, informe o portafolio de evidencias. Es la oportunidad formativa de un docente reflexivo que se sumerge de manera formal en la investigación para que desde una mirada sustentada exprese no sólo los logros académicos, sino también las convicciones éticas y pedagógicas construidas a lo largo del proceso.

En este camino, ciertas actitudes y hábitos se revelan imprescindibles para una práctica profesional con sentido. La puntualidad en cada actividad, la permanencia comprometida durante toda la jornada, la pulcritud en la presentación personal y en los productos académicos, y la pertinencia de las estrategias didácticas utilizadas, no son sólo normas institucionales: son expresiones visibles del respeto que se tiene por niñas, niños, adolescentes y jóvenes; pero también por la docencia y el propio proceso formativo.

A ello se suman otros pilares que comienzan, simbólicamente, con la letra “P”: planificación cuidadosa, participación colaborativa con el colectivo docente, profesionalismo constante y proyección de una pedagogía transformadora.

Cada día en la escuela es una lección viva. Aprender a enseñar implica, en última instancia, enseñar a aprender desde el ejemplo, la reflexión y la práctica crítica. Por eso, las y los estudiantes en formación deben asumir su papel no sólo como futuros docentes, sino como protagonistas del cambio educativo que el país necesita.

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