¿Programas o niños?

Ponerse a responder cuáles términos son o no son neoliberales es una pérdida de tiempo, cuando millones necesitan estrategias de recuperación y ...
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Estamos en medio del frenesí de declaraciones sobre la propuesta de renovación de Planes y Programas de Estudio para Educación Básica. Con la improvisación a la que ya nos vamos acostumbrando, se convoca velozmente por parte de la SEP a 32 ‘asambleas’ para discutir, aportar y enriquecer la propuesta que se puede revisar en el drive https://drive.google.com/drive/mobile/folders/1V0xetrIV-e04FnDMhUFLJfsBR28_SvRQ.

Algunas reacciones de personas experimentadas pueden ser de guía, para normarse un criterio sobre este acelerado proceso. Con muchos años en la carretera de analizar la política pública, Alma Maldonado cuestiona por qué serían adecuadas o suficientes 32 asambleas: si de esto va a resultar un currículum nacional, histórico por la participación de las y los docentes, ¿no debería hacerse un esfuerzo de discutirlo con el mayor número posible de maestros, y tomando en cuenta la contextualización y especificidad de su nivel y modalidad? ¿O es sólo simulación?

Un viejo lobo de Marx, y no por atribución onomástica, sino por verdadera convicción y reflexión, el sólido Carlos Ornelas, advierte que podría tratarse de una mera legitimación retórica, ritual, de pacotilla, sobre textos que en realidad ya están escritos y aprobados por los que untuosa y revolucionariamente dicen ponerlos a consideración del respetable. Un educador de primera línea, tanto por su compromiso como por su realidad de maestro frente a grupo, el justamente célebre ‘profe’ Rogelio, valora con aplomo y justicia los elementos novedosos que pueden apreciarse: una redistribución del tiempo lectivo para darle más peso a los bloques de ética, naturaleza y aociedad, y de lo humano y lo comunitario, y bajarle a lengua y a saberes (donde están colocadas, en la propuesta que se está comenzando a discutir, las matemáticas y las ciencias naturales), pero entonces, ¿cómo se replanteará la malla curricular, la secuencia ya concreta que articule proyectos y contenidos? ¿Y cómo se va a verificar, si no se quiere caer en la evaluación de ‘antes’, que se cumplen los propósitos?

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Una experta en diseño curricular, Carolina Crowley, se hace la pregunta sobre este esbozo de currículum integrado: ¿de verdad lo van a apreciar los maestros de asignatura de secundaria, cuando será previsible que se compacten horas y plazas, si se atiende a este enfoque? ¿Estamos listos, sólo por ponerlo en un papel, para transitar a un ‘currículum integrado’ que a sistemas como el neozelandés o el estonio les tomó décadas de acercamientos sucesivos? Un agudo crítico de los procesos a nivel sistema educativo, Juan Carlos Miranda, se pregunta por lo sensato que puede ser intentar un cambio curricular cuando quedarían efectivamente dos años de gobierno; pareciera que no se aprendió de la dificultad de concretar un replanteamiento pedagógico en sólo dos ciclos escolares, cuando fue justo uno de los elementos de mayor crítica al sexenio de Peña Nieto.

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