Revalorar al magisterio: Una tarea pendiente (y urgente)

Revalorar al magisterio implica más que palabras: exige garantizar una formación inicial sólida, salarios justos...
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Cada 15 de mayo, México celebra a sus maestras y maestros. Sin embargo, más allá de los homenajes y los reconocimientos simbólicos, la verdadera revalorización del magisterio debe reflejarse en políticas educativas concretas, en condiciones laborales dignas y en oportunidades reales de desarrollo profesional.

En las Escuelas Normales del país, esta necesidad se ha convertido en un llamado constante. Las instituciones formadoras de docentes han comenzado a emprender acciones que contribuyen a fortalecer la identidad profesional de quienes enseñan y forman a las futuras generaciones de maestras y maestros.

Se ha facilitado el acceso del profesorado a cursos de actualización en ámbitos disciplinares, pedagógicos, didácticos y tecnológicos. También se han emprendido acciones para mejorar las aulas y las instalaciones escolares, condiciones indispensables para una enseñanza significativa. Otro avance ha sido el involucramiento de los docentes normalistas en la formulación de decisiones escolares, políticas educativas y el diseño curricular de los planes y programas de estudio vigentes, reconociendo su experiencia como fundamento de la mejora educativa.

Asimismo, se han creado redes de colaboración entre docentes normalistas y colegas de otras instituciones de educación superior. El impulso a proyectos de investigación educativa, tanto individuales como colegiados, y la participación en espacios académicos como foros, congresos, conversatorios y paneles, revaloran la labor docente al conectar la teoría con la práctica y fomentar la innovación pedagógica.

Sin embargo, aún hay desafíos por enfrentar. La falta de programas que reconozcan sistemáticamente la excelencia docente, la necesidad urgente de salarios competitivos respecto a otras profesiones de nivel similar, y la creación de pensiones dignas y planes de jubilación flexibles, siguen siendo tareas pendientes.

Revalorar al magisterio implica más que palabras: exige garantizar una formación inicial sólida, salarios justos, acceso a servicios de salud de calidad, acompañamiento profesional permanente y atención a todas las etapas de la vida docente, desde la formación hasta el retiro.

En un contexto social y escolar cada vez más complejo, se demanda que las y los maestros promuevan el pensamiento crítico, la creatividad, las habilidades digitales y socioemocionales, y que atiendan la diversidad de sus estudiantes en entornos que no siempre cuentan con los recursos necesarios.

A esto se suman múltiples tareas administrativas, la operación de programas transversales, la gestión del aula y la participación en actividades extracurriculares. Ser docente no se limita a dar clase; implica planear, diseñar, organizar, resolver, evaluar, acompañar, comunicar, motivar e inspirar.

En este contexto, la docencia es una profesión que se aprende en la práctica, a través del oficio mismo. Pero también es una práctica que se enriquece con la reflexión teórica, con la investigación, el trabajo colaborativo y la mejora continua. Quienes formamos docentes lo sabemos: ser educador es asumir una responsabilidad ética profunda, es comprometerse con el presente y futuro del país, es convertirse en ejemplo y guía.

Como profesor he aprendido que detrás de cada estudiante normalista hay un potencial enorme que debe ser despertado, impulsado, promovido. Y que, para lograrlo, las y los formadores de docentes debemos ser, antes que nada, educadores, no meros transmisores de contenidos.

Revalorar al magisterio mexicano no es una opción: es una urgencia. Porque sin maestras ni maestros dignificados, reconocidos y bien preparados, no hay transformación educativa posible. Que este 15 de mayo no sea sólo una fecha en el calendario, sino una oportunidad para renovar el compromiso con quienes hacen posible, todos los días, el derecho a la educación.

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