Radical

En la actualidad, los maestros radicales no son escasos en México ni actúan en el individualismo.
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Cada vez que tengo oportunidad de ver una de esas películas emotivas de profesores sobresalientes, promovidas por el complejo cultural industrial, procuro recordar las incisivas palabras de mi maestro Peter McLaren. Parafraseo: no confundan la pedagogía del deseo con la pedagogía crítica (denominada también pedagogía radical por Henry Giroux) . Es decir, construir escenarios de aprendizaje de una forma dinámica y hasta creativa, no significa adoptar una posición radical acerca de la sociedad y la educación, contra sus formas reproductivas de dominación de clase, raza y género, si no se combaten estas raíces de las desigualdades humanas.

El lanzamiento de Radical a las salas de cine y después a la plataforma Vix del Grupo Televisa, no puede separarse del debate nacional sobre la Nueva Escuela Mexicana, en el que las posturas conservadoras, añorantes del aprendizaje sujeto a la parametría de las evaluaciones estandarizadas, sigue presente. La película reivindica la validez del Examen Nacional de Logro Académico (Enlace), que dejó de aplicarse después de 2012, justamente porque su pertinencia fue insostenible, dadas sus inconsistencias técnicas y la errónea estandarización de contenidos frente a la diversidad de realidades geográficas, culturales y cognitivas de los alumnos.

El reduccionismo neopositivista que profesa la forzosa representación numérica de la realidad y en este caso de los resultados del aprendizaje, sin considerar los procesos educativos y sus contextos, no culminó con la eliminación de la prueba Enlace, que había sido el instrumento del Instituto Nacional de Evaluación Educativa (INEE) para el desprestigio sistemático de los docentes. La examinación de los alumnos para medir la eficacia de los maestros en la enseñanza de conocimientos académicos rentables para el capital, fue el preámbulo de una reforma al estatuto laboral que posteriormente desvalorizó y precarizó al magisterio.

Los profesores radicales no permitieron la dictadura de las evaluaciones estandarizadas sobre su profesión, permanencia en el empleo y procesos educativos de las comunidades de aprendizaje; tampoco fueron premiados por el programa Bécalos, de la banca privada (responsable del endeudamiento Fobaproa-IPAB), y de Fundación Televisa, creada por Claudio X. González, artífice de los frentes de la derecha y enemigo acérrimo de la educación pública. Esos docentes fueron cesados de su empleo, criminalizados, encarcelados y asesinados.

Estos maestros radicales que reivindicaron la dignidad y autonomía profesional, el multiculturalismo crítico, la comunidad y colectividad como sujetos de aprendizaje, el pensamiento crítico, diálogo de saberes, formación cooperativa y no competitiva, que son principios orientadores de sus alternativas pedagógicas retomadas para revolucionar el actual sistema educativo, no fueron reconocidos por la fábrica ideológica del neoliberalismo en las salas de Cinépolis, de Alejandro Ramírez, el ex presidente del Consejo Mexicano de Negocios; sino linchados en esos mismos espacios por documentalistas y opinadores a sueldo de la educación corporativa.

Para el investigador, Enrique Javier Diez Gutiérrez: la distinción en filmes, reconocimientos y premiaciones individuales a profesores solitarios que implementan propuestas educativas remasterizadas de pedagogías clásicas, pero que publicitan los medios ideológicos del capital como soluciones milagrosas con altas dosis de positividad emocional; es una estrategia común de los corporativos, con la que se construye la gobernanza híbrida sobre los sistemas educativos estatales, regida por la invasión privada de las empresas en las instituciones públicas.

Radical coloca en escena con gran expertise, el equilibrio entre el imaginario sociotécnico del Big Tech (megacorporativos de la tecnología), que muestra un futuro, distópico en mi opinión, en el que las tecnologías digitales al alcance de los alumnos podrían autonomizar el aprendizaje sin la pertinencia de los profesores; y, la romantización de la pobreza económica y precariedad escolar, ambas, sublimables a través del pensamiento positivo, propio de la superación personal.

Esta película protagonizada por Eugenio Derbez, según sus propias palabras “toda hecha en México, con un presupuesto y con todo de Estados Unidos”; pero que, “no tiene nada que ver ni con política ni con educación, es la historia de un maestro divertido”; sin embargo, exalta la concepción del neoliberalismo donde la obligación del Estado para garantizar el derecho universal y humano a la educación, es sustituible por la filantropía de las corporaciones Ed Tech (tecnología educativa), por ejemplo, para financiar becas y programas de formación privados.

Los programas educativos de la filantropía empresarial promueven la imagen del sujeto revolucionario y de transformación de nuestro tiempo histórico, imitando las acciones de los integrantes de sus CEO (directores ejecutivos) que han evolucionado la lógica del capitalismo. En el caso de este filme se recurre a Steve Jobs, CEO de Apple y accionista mayoritario de Walt Disney Company, quien diseñó los dispositivos de circuito cerrado para sostener la venta exclusiva de sus accesorios y herramientas digitales. Jobs, paradójicamente, logró programar la mentalidad hiperconsumista de obsolescencia programada y teléfonos celulares de alto costo.

En la actualidad, los maestros radicales no son escasos en México ni actúan en el individualismo. Hace unos días nos dieron ejemplo de dignidad, solidaridad y organización social, arrebatándole al Poder Judicial el derecho de los niños a la educación pública y gratuita en Coahuila; uno de esos profesores radicales, Artemio López Aguilar, de la CNTE, acaba de perder la vida luchando al lado del pueblo por la paz en Chiapas, confrontando la delincuencia organizada y la omisión del gobierno de la República para erradicar la inseguridad.

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