En alguna ocasión uno de nuestros maestros en la UNAM nos decía, en clase, que no existía el “aprendizaje social”; que lo que se aprende en grupos en realidad se debía asumir como “cambios consolidados en los comportamientos individuales”. Albert Bandura, desde los años 80´s del siglo XX, había insistido en que, si bien existía el “aprendizaje social”, esto sólo se podía definir como una variante del comportamiento individual. La “Teoría del aprendizaje social es útil para explicar cómo las personas pueden aprender cosas nuevas y desarrollar nuevas conductas mediante la observación de otros individuos. Así pues, esta teoría se ocupa del proceso de aprendizaje por observación entre las personas.” (1)
Siempre mantuve mis dudas al respecto. Hoy pienso, sin embargo, que sí existe un “aprendizaje social” que no sólo puede estar limitado al “aprendizaje por la observación que uno hace de otro”, sino que puede ser definido de manera más amplia: Como un cambio en los comportamientos de una colectividad, de una agrupación, de una comunidad, aunque ello luego se vea reflejado en el comportamiento individual. El “aprendizaje comunitario”, (así le llamaré por el momento para distinguirlo del “aprendizaje social” de Bandura), entonces, se refiere a los cambios que se establecen de manera colectiva con respecto a una situación, conflicto o crisis, es decir, cuando los sujetos de una comunidad “instituyen” esos cambios para hacer frente a condiciones adversas o no.
Esto lo comento porque en varias colaboraciones anteriores, he señalado que no hemos aprendido, como sociedad, como comunidad (es decir, de manera institucional), las lecciones de la coyuntura sanitaria, por ejemplo, de la Influenza del 2009 (H1N1). Y no sólo lo digo para nuestro país (como Estado-nación), sino como conjunto de naciones, como sociedad en su conjunto, a nivel global ¿Por qué colapsan los sistemas de salud pública de países centrales, “ricos”, como en Estados Unidos? ¿O qué pasó en naciones con niveles de organización social alta y con elevadas tasas de crecimiento económico como China o Japón? ¿Qué decir de los sistemas de salud pública que se vinieron abajo en España o Italia?
En el contexto de la contingencia sanitaria y en el ámbito de la coordinación entre Escuela y Familia, dada dicha coyuntura sanitaria, lo que se observa, hoy, es que no contamos, socialmente, con protocolos de actuación para hacer frente a este tipo de epidemias o pandemias. ¿Por qué no aprendimos lo conducente de las experiencias anteriores? ¿Por qué no hemos institucionalizado las acciones preventivas y evitar las “remediales”? ¿Por qué carecemos de un programa de acciones preestablecidas, programadas o bien organizadas para hacer frente a estas situaciones adversas donde cada quien sepa qué y cómo hacer?
Sociedades como la nuestra, quizá, ya están relativamente preparadas con ciertos protocolos de actuación, debido a las condiciones geográficas y naturales, para prevenir las consecuencias de un desastre no previsto como ha sucedido con los sismos o con los huracanes; pero poco hemos trabajado a favor de las labores preventivas o de protección civil en materia de epidemias o pandemias. No al menos en las necesarias acciones de coordinación que se requieren entre la escuela y el hogar.
Desde hace dos semanas, por ejemplo, los Consejos Técnicos Escolares (CTE), si siguiéramos un adecuado protocolo de actuación Escuela-Familia, se debieron de haber convertido en Consejos Escolares de Emergencia Sanitaria (CEES), y poner en acción una serie de medidas para dar continuidad a los planes y programas educativos en condiciones extraordinarias. Y a actuar, en forma paralela, frente a la crisis de salud. Si la anterior pandemia (virus de la influenza) se registró hace más de 10 años ¿podríamos imaginar una condición de “aprendizaje comunitario”, para la siguiente década, en la cual no seamos presas de la improvisación, como si fuera una emergencia que enfrentamos, como sociedad, por primera vez?
Hoy, lamentablemente, las autoridades educativas federales fueron rebasadas por las autoridades estatales (3 o 4 entidades), al adelantar, (sus gobernadores), con tino, los días de suspensión de labores en las escuelas tanto públicas como privadas de todos los niveles educativos. Así, ante la ausencia de protocolos institucionales de actuación, tristemente, nuestras autoridades educativas federales sólo se concretaron a decir: “Se adelantarán las vacaciones de Semana Santa… Se suspenden clases. Quédense en sus casas”. Y luego: “No son vacaciones. Es receso escolar”.
¿Qué medidas deberán de tomar, de ahora en adelante y de manera organizada, las escuelas y las familias en materia de prevención para la salud de nuestras comunidades? ¿Cómo deberán de actuar los niños, las niñas y los jóvenes en sus hogares ante una situación de contingencia sanitaria o de emergencia? ¿Cuáles habrán de ser los procedimientos de actuación de los adultos en sus hogares ante tales crisis? ¿Cuáles son las acciones específicas, delineadas en los protocolos de actuación respectivos, para continuar o repensar el ciclo escolar en condiciones extraordinarias? ¿De qué manera las nuevas tecnologías se podrían aprovechar para lograr una alianza educativa o para concretar alternativas en términos de aprendizajes escolares a distancia?
Y más allá de los aprendizajes escolares, que seguramente nos preocupan a todos, sobremanera a las autoridades educativas y mandos medios u operativos como responsables de la conducción del sistema educativo, también conviene pensar en qué aspectos debiéramos de recuperar o con qué profundidad habremos de reflexionar al interior de esos protocolos de actuación que nos hacen falta. Considerar, entre otros aspectos, el desarrollo integral de las personas en las partes física, social, emocional, o de preservación de valores a favor del medio ambiente, del cuidado de la salud propia y de nuestras familias (con especiales cuidados para los sectores más vulnerables de la sociedad como son las y los adultos mayores o personas con discapacidad, etc.), así como buscar los equilibrio pertinentes con respecto al planeta que habitamos.
Fuentes consultadas:
(1) “Albert Bandura es un psicólogo canadiense que se centró en estudios de tendencia cognitivo-conductual. Reconocido por su trabajo sobre la “Teoría del Aprendizaje Social” y su evolución al Sociocognitivismo, así como por haber postulado la categoría de autoeficacia.” Una de sus frases célebres es: “La psicología no puede decirle a la gente cómo deben vivir sus vidas. Sin embargo, puede proporcionarles los medios para efectuar el cambio personal y social… Fue durante sus estudios sobre la agresión adolescente que Bandura se interesó cada vez más en el aprendizaje indirecto, el modelado y la imitación.”
Bandura, A. (1986). Social foundations of thought and action: A social cognitive theory. Englewood Cliffs, NJ: Prentice Hall.
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Publicado en SDPnoticias