Presencia plena

Cerrar un aula y regresarse a casa puede ser un triste imperativo, pero hay que despejar el fantasma de que la escuela es peligrosa por sí misma...
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A lo largo de la semana pasada y lo que va de esta, mucho de la conversación en el campo educativo se ha centrado en la reapertura de los planteles, y si ha sido, o no, oportuno o sensato proponerlo. Hoy mismo tendremos una discusión en el foro virtual de esta casa, el EFMeetPointVirtual, con el tema ‘¿Es momento de regresar a las aulas?’.

Sin darle vueltas: Sí, pero no de cualquier manera. Ayuda poco a la claridad decir que es ‘regreso a clases’. No es, y no puede serlo. Si un sentido tiene, es funcionar como piloto; es probar que funcionan los protocolos y que la comunidad los va socializando e interiorizando. Es para encontrarse, en una disposición empática y poniendo el acento en el bienestar socioemocional, y no para recuperar en pocas semanas aprendizajes que no se lograron en más de 400 días de no tener en contexto presencial. Sirve para despejar dudas, para acordar un cierre de acreditación, para darle vida al espacio que estuvo solitario, y en multitud de casos, abandonado y vandalizado.

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El estado de Jalisco estuvo con sus escuelas funcionando en semáforo amarillo y sin maestros vacunados; por supuesto, sí con la condición voluntaria tanto para familias y alumnos como para docentes. ¿Contagios? Cero reportados. Pasaron de asesorías individualizadas a actividades de reforzamiento con pocos alumnos en el plantel, una pendiente inclinada en la que se aprendió mucho sobre ventilación, uso del transporte para llegar a la escuela, habituarse a usar horas el cubrebocas, verificar el estado de salones, usar los patios y espacios al aire libre.

Aguascalientes trae también práctica sólida y cuidadosa. A lo que voy es que las incontables historias de éxito se reportan en un gran global neutro, pero los primeros casos de alumnos o maestros con Covid van a ser primeras planas, 100 por ciento reportados. Si los casos confirmados ocurrieron en estos días, entonces la incubación es previa; no se ‘infectaron’ en la escuela, sino en otro sitio. Y si detener la operación ocurre tras la detección, significa que entonces los controles funcionan.

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Ninguno queremos que se den los contagios, pero los mercados y centros comerciales por momentos presentan un dramático contraste con las escuelas vacías. Cerrar un aula y regresarse a casa puede ser un triste imperativo, pero hay que despejar el fantasma de que la escuela es peligrosa por sí misma. Lo que es peligroso es el descuido, la negligencia, la falta de solidaridad.

El punto de partida, a mi juicio, debe ser el regreso con enfoque de derechos. El derecho a la salud sin duda debe estar permanentemente presente, pero no menos el derecho a aprender. Dice mucho qué clase de sociedad somos cuando la educación no ha sido definida como actividad esencial, y no se atendieron meses y meses de proponer alternativas de presencialidad intermedia. Rebotó en oídos sordos, y un seguimiento de prensa puede revelar un repentino cambio de discurso, de ‘todo cerrado’ a ‘abramos ya’, sin pasos intermedios. Los famosos Centros Comunitarios de Aprendizaje dejaron de ser retórica centralista hasta que unos pocos estados se fajaron los pantalones e hicieron sus experiencias acotadas, que se han revelado muy positivas.

Así que el asunto es sencillo y se cae de maduro: si no nos andamos por las ramas, la meta debe ser alcanzar la presencialidad plena, lo antes posible, para toda niña y niño, sin que nos falte nadie.

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Las evaluaciones uno a uno de las y los alumnos con instrumentos calibrados, que aplicamos como parte de la investigación Equidad y Regreso –algo muy lejano a las masivas encuestas de percepción usadas por la SEP, o las calificaciones de trabajos y tareas para poner notas en los trimestres, o ahora para cerrar y acreditar el ciclo– dicen, gritan que las opciones disponibles no fueron suficientes para alcanzar el aprendizaje necesario. No se cumplió el derecho de la niñez y la juventud para que se garantizara el interés superior sobre su desarrollo pleno, como marca la Constitución, en estos 15 meses.

No hay tiempo, no hay estructuras sólidas –plataformas, dispositivos, formación docente previa– ni tampoco inversión pública a la vista en el monto y velocidad deseables para intentar un modelo mixto en México; las versiones desajustadas, incompletas y sucedáneas aumentarían las brechas, ya por sí agravadas en el largo cierre. Es pedagógicamente desaconsejable que le recetemos al maltrecho ánimo de las mayorías empobrecidas de la generación joven una temporada más, otra más, de Aprende en Casa”

La meta es, entonces, presencia plena. ¿Cómo sí se puede volver a actividades presenciales? La participación social no puede reducirse a la consulta de si se vuelve o no en estos días. La mayoría de las familias ya respondió “no”. Ello no significa “no nos importan nuestras hijas e hijos”. Significa: “así, no”.

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