En estos tiempos electorales tan prolongados, es necesario recordar, mirar hacia atrás, revisar lo sucedido para poder vislumbrar a dónde vamos o a dónde nos podría llevar quien se ha comprometido a continuar la llamada cuarta transformación en materia educativa, particularmente en lo que respecta al cambio curricular para la educación básica.
La posibilidad de cumplir con semejante compromiso pasa por reconocer que la puesta en marcha del PE-22 para concretar sus intenciones transformadoras, emancipadoras, descolonizadoras, liberadoras e incluso revolucionarias del Plan de Estudios 2022, ha sido un proceso accidentado, plagado de dificultades, conflictos y errores. Intentaremos describirlo brevemente.
En el principio fue un Marco Curricular retador
En la primera versión del Marco Curricular (MC) dada a conocer a fines de enero de 2022, la narrativa de la calidad educativa como máximo logro de aprendizajes fue duramente cuestionada y sustituida por otra muy distinta: educar para combatir las desigualdades de todo tipo. En ninguna parte se mencionaba a la Nueva Escuela Mexicana (NEM), herencia del neoliberal ex secretario de educación Esteban Moctezuma Barragán (EMB), amigo y colaborador del empresario evasor de impuestos Ricardo Salinas Pliego.
Seis meses después, entre febrero y julio de 2022 para ser precisos, se fraguó la conversión de tan radical problematización en una propuesta insípida. La osadía de plantear las desigualdades como principal problemática a atender fue atajada de inmediato; la segunda versión del MC filtrada en abril incorpora el discurso de la NEM. No podía ser de otro modo, la herencia de EMB y aliados había quedado plasmada en el artículo 3° Constitucional y la Ley General de Educación aprobada en septiembre del 2019.
Cuatro versiones después terminaron por rotar las manecillas del Nuevo Marco Curricular (NMC) al revés. En cada versión se fue deslavando la narrativa de las desigualdades y junto con ello, las posibilidades de una transformación de fondo en la educación nacional.
La arrogancia del titular de la Dirección de Materiales de la SEP, una de las caras más visibles de la pretendida transformación y vocero principal del cambio curricular en su primera etapa, le impidió comunicarse de manera directa y aliarse con los verdaderos protagonistas de cualquier cambio: los, les y las maestras. Las asambleas se realizaron con un formato, preguntas e invitados a modo, suponiendo quizá que eso era suficiente para que masivamente el magisterio se subiera al tren de la transformación. Primera lección: la arrogancia enceguece, termina por subestimar a quienes son indispensables para realizar una transformación tan importante como compleja.
Hasta los ejes y campos formativos, parecía que podía tejerse la transformación; la narrativa contra las desigualdades sostenida en la primera versión del NMC, parecía factible recuperarla. Pero el poder educativo conservador dentro y fuera de la SEP, no iba a permitir que esos dos elementos curriculares fuesen la base para definir el perfil de egreso.
Luego llegaron los especialistas “progres”, con ambición de reconocimiento social, prestigio profesional y educativo, resaltando su sapiencia didáctica para atender las cuestiones pendientes en el diseño del PE-22, pero incapaces de confrontar y frenar a los especialistas conservadores, los desplazados de la alta burocracia de la SEP, defensores a ultranza de la narrativa de la calidad, representantes de una pedagogía cargada de balas oscuras cuyo tenue pero certero estallido en el pensamiento, sentimiento y acción del magisterio, se encargó de recordar una y otra vez, que la transformación educativa no incluía dejar atrás la obediencia.
Lo cierto es que siempre estuvo presente el rechazo y las resistencias de altos funcionarios priístas, de los protegidos de Esteban Moctezuma, los “especialistas” y burócratas de cepa heredados de administraciones anteriores que no conciben otra forma de gestionar la educación nacional más que a través del férreo control sobre el magisterio.
Marx Arriaga se atrevió a ponerle el cascabel al gato; en más de una ocasión señaló que quienes se resistían a la transformación estaban dentro de la misma SEP. Pero a sus denuncias se las llevó el viento, nunca trascendieron, quizá porque en realidad, más allá de él y su círculo cercano, nadie más de los funcionarios medios y altos se tomó en serio la transformación educativa, mucho menos se comprometieron con el viraje hacia una educación para combatir las desigualdades.
He aquí la segunda lección: los enemigos de la transformación educativa no están solo afuera, también están dentro, habitan las oficinas de la SEP.
Entre intervenciones cortesanas y desvíos intencionados
Conforme el reloj político fue avanzando, la presión para aclarar dudas y enfrentar la puesta en marcha del nuevo plan con alguna claridad, también fue en aumento. En estas condiciones, la confusión no se hizo esperar; después de presentarles la obra negra, a las y maestros se les pidió concretar la definición curricular, es decir, realizar los acabados finos, ésos que aclaran y dan pistas de cómo proceder.
A partir de ese momento, la transformación fue cooptada por especialistas en currículum y didáctica del ISSUE como Díaz Barriga, a quien mandaron traer los conservadores y adoradores de las competencias, ahora disfrazados de progres transformadores, para que cargara el fusil con sus programas sintéticos y analíticos bajo la mirilla del codiseño y… ¡fuego!
Pronto se puso freno a los esfuerzos de colectivos docentes que comenzaron a analizar el contexto socioeducativo de su escuela o comunidad y a diseñar programas analíticos para contextualizar, incidir y eventualmente tratar de resolver problemas concretos, es decir, pensar y actuar en función de la polis, de lo común en tanto nos afecta a todos. Desde las oficinas de la SEP se apresuraron a aclarar que no se pretendía que resolvieran problemas sociales, simplemente que reflexionaran sobre ellos.
Con la complicidad de consultores independientes, funcionarios de la UPN trocados en especialistas curriculares, edutubers reproductores fieles de la “verdad” dictada en documentos oficiales, más toda la cauda de funcionarios que conciben a los docentes como trabajadores dóciles y obedientes, se les adjudicaron nuevas actividades y responsabilidades, incrementando así la super explotación laboral preexistente.
No podemos dejar de dedicar unas líneas a los cortesanos del poder que terminaron de hacer el trabajo sucio, reduciendo todos los esfuerzos previos por problematizar, contextualizar, identificar problemas concretos, formular programas analíticos, a cuestiones didácticas y metodologías para el diseño de proyectos, es decir, todos los esfuerzos se volcaron sobre la operación de unos programas y libros que nunca se articularon, precisamente por las pugnas y resistencias internas en la SEP.
Con la llegada de las nuevas viejas conocidas de la UPN a puestos clave de dirección en la SEP[1], el combate a las desigualdades como problema central del cambio curricular, quedó completamente desdibujado, convirtiéndolo en un telón de fondo para mantener más ocupadas a las maestras y maestros, sin tiempo para ejercitar el pensamiento crítico con sus pares, no vaya a ser que la reflexión derive en organización para exigir mejoras en sus condiciones de trabajo.
La actual secretaria Leticia Ramírez, dejó avanzar a Marx Arriaga con la elaboración de los libros de texto gratuitos. De los programas de estudio solo se conocían versiones preliminares que en esa calidad, fueron distribuidos a todo el magisterio. Cuando comenzó el ciclo escolar 2023-2024 y se anunció la puesta en marcha del nuevo plan de estudios publicado en el DOF desde septiembre del 2022 y comenzaron a circular los nuevos libros de texto, los pedagogos y especialistas defensores de la calidad, los desplazados del sistema que añoran con volver y en general los sectores más conservadores del país, pusieron el grito en el cielo.
Por orden de AMLO, se realizaron sendas conferencias vespertinas para explicar de qué iba el nuevo plan, los programas y los libros. Por la pasarela de las vespertinas circularon desde docentes que colaboraron en el diseño de proyectos incorporados a los LTG -sin paga alguna, por cierto-, hasta la actual secretaria, asesores, especialistas y funcionarios menores. Marx Arriaga, director de Materiales Educativos, fue el más vehemente defensor de la propuesta, también reconoció errores, aunque luego los llamó oportunidades. También afloraron las diferencias entre los planteamientos de Arriaga y Díaz Barriga; las contradicciones entre uno y otro fueron mayores que los acercamientos y complementariedades.
Responsables directos de alto nivel han brillado por su ausencia a lo largo de todo el proceso; es el caso de la actual subsecretaria de educación básica Martha Velda Hernández Moreno, con un sueldo neto estimado de 125,986 pesos mensuales según el portal de nómina transparente, está a cargo de las políticas nacionales para la educación básica.
Así, entre una lluvia de demandas interpuestas por los opositores en contra de los Libros de Texto Gratuitos, nuevos programas publicados a punto de iniciar el ciclo escolar, más confusas guías y materiales “de apoyo”, los docentes se vieron embarcados en la aventura de aterrizar didácticamente el nuevo plan con los estudiantes, al cabo que para eso está la autonomía profesional.
Tercera lección: las pugnas entre diferentes grupos políticos dentro y fuera de la SEP, no son buenas consejeras, terminan por afectar la educación que reciben millones de niñas, niños y jóvenes, esos que dicen proteger.
¿Qué sigue?
Como dijimos al inicio, en estos tiempos electorales es necesario mirar atrás. La candidata morenista a la presidencia está obligada a hacerlo, más aún cuando públicamente se ha comprometido a continuar con lo que ahora se identifica simplemente como Nueva Escuela Mexicana (NEM)[2]. Si la continuidad de la transformación va en serio, es preciso revisar lo hecho, reconocer errores, pugnas internas, contradicciones y un sinfín de problemas que conllevan riesgos de todo tipo.
Lo hemos dicho antes y seguiremos insistiendo en ello: una reforma curricular progresista, incluso revolucionaria como el mismo Arriaga la ha llamado, reclama con urgencia el apoyo del magisterio, y para que ese apoyo sea sostenido, las que hoy son promesas de campaña, tienen que materializarse en hechos concretos.
Prometer la continuidad de un cambio educativo ofreciendo un aumento salarial sustancial, es bueno, pero no suficiente si se soslayan e ignoran las condiciones de trabajo, el número de alumnos por grupo, las jornadas intensas y extensas, la progresiva reducción del tiempo de descanso al que tienen derecho las y los maestros, entre otros muchos aspectos vinculados a su trabajo.
También habrá que prestar atención a la deriva conservadora derechista si no es que ultraderechista, esa que nunca se fue ni desapareció, sigue ahí agazapada, esperando la oportunidad de regresar a la SEP con una pequeña ayuda de sus aliados, esos que se quedaron dentro. No se olvide que la reforma educativa neoliberal de la que no iba a quedar una sola coma sigue viva y en muchos espacios goza de cabal salud.
En este escenario, las promesas educativas de la candidata morenista pueden verse comprometidas; desde ahora puede ser presionada para tomar decisiones contrarias al magisterio, a la escuela y la educación pública.
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[1] Nos referimos a Xóchitl Moreno, Carlos Ramírez, Gisela Salinas, Rosa Ma. Torres.
[2] Para nosotros existen diferencias importantes entre la Nueva Escuela Mexicana, el Marco curricular presentado en enero de 2022 y el Plan de Estudios 2022. La primera es herencia de EMB, nunca tuvo intenciones disruptivas, simplemente adaptativas, en línea con las reformas anteriores, sin ruptura efectiva con la anterior. El Marco Curricular constituye, con todas sus contradicciones e insuficiencias, un intento por adoptar otra narrativa reformista, desmarcada de la calidad. El PE-22 publicado en el DOF es una versión domesticada del MC, despojada de su filo original.
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Publicado en Insurgencia Magisterial