Actualmente la sociedad registra gran cantidad de perdidas humanas, cambios de empleo, restricciones en movilidad, economía y convivencia. Encierro y aislamiento físico han orillado a la interacción virtual y nuevos hábitos. La mayoría de las personas se encuentra bajo presión laboral en el llamado “Home Office”, en armonía o en conflicto, depende de cuantos integrantes ocupen una misma vivienda. Niños, jóvenes y adultos, hombres y mujeres, todos conectados a sus pantallas, sea de un Smartwatch, un móvil, una tableta, una laptop o una PC de escritorio.
En ese sentido de conectividad, es común observar repetidas escenas en las calles de cualquier lugar:
–Personas caminando y usando al mismo tiempo algún dispositivo móvil.
–Personas conduciendo un automóvil o motocicleta y usando al mismo tiempo un artefacto digital.
–Personas sentadas alrededor de una misma mesa en cualquier restaurante y al mismo tiempo sumergidas en sus respectivas pantallas electrónicas.
La constante de estas escenas es que “los sujetos siempre están texteando o viendo contenidos en sus pantallas”, aun cuando pongan en riesgo su vida o la de otros. Un cierto “Egoísmo digital” está envolviendo a las personas.
Las posibilidades que ofrece la pantalla de cualquier dispositivo digital, se han vuelto el elemento principal en la interacción social. Sin darse cuenta, poco a poco estos artilugios van dando forma a la construcción de una nueva sociedad. A partir de sus contenidos digitales los sujetos comprenden la realidad que da forma a su vida cotidiana. Cabe recordar las palabras de Peter Berger y Thomas Luckmann:
La realidad de la vida cotidiana se organiza alrededor del “aquí” de mi cuerpo y el “ahora” de mi presente. Este “aquí y ahora” es el foco de la atención que presto a la realidad de la vida cotidiana. Lo que “aquí y ahora” se me presenta en la vida cotidiana es lo realissimum1 de mi conciencia. Sin embargo, la realidad de la vida cotidiana no se agota por estas presencias inmediatas, sino que abarca fenómenos que no están presentes “aquí y ahora”.
Bajo esta perspectiva, la realidad que viven las personas y las sociedades en el día a día, rodeados de esas tecnologías, no es todo. La realidad se puede experimentar de maneras diferentes que tienen que ver con lo espacial, lo temporal e incluso con los “contenidos e interacciones digitales”, que dan forma a los sujetos y a la sociedad. He ahí la relevancia de los consumos que se tengan.
Entonces, ¿qué es la sociedad? Se habla a menudo de ella y, se sabe que cada persona es parte y se encuentra dentro de ella. Sin embargo, la sociedad existe más allá del sujeto, ella es mucho más que los individuos que la componen, ella tiene el poder de determinar los pensamientos y acciones a través de diversas formas, como señala Émili Durkheim:
El individuo se somete a la sociedad y es este sometimiento el que condiciona su propia liberación. Libertarse es, así, para el hombre superar las fuerzas físicas que lo dominan, fuerzas ciegas e irracionales; pero no puede alcanzar tal liberación sino oponiendo a esas fuerzas una gran potencia intelectual y quedando luego a su amparo. Esta obra es de la sociedad.
Desde esta perspectiva, la sociedad envuelve, seduce y atrapa uno a uno a los sujetos, los hace presa de su mundo a través de diversos mecanismos. Los individuos viven bajo su cobijo y sólo alcanzan su liberación sometiéndose a la propia sociedad. La libertad no puede obtenerse en contra de la sociedad, es preciso hacerse parte de ella, a costa de una dependencia total como advirtiera Zigmun Bauman.
La inmediatez de las cosas y el sedentarismo que han traído los últimos dos años, están configurando una sociedad habituada a una cierta pasividad. Todo está en casa; trabajo, recreación virtual, socialización, educación, comunicación, compras y comida rápida. Las formas de alimentarse también están cambiando. Las compañías que brindan el servicio de llevar alimentos hasta las puertas de los hogares, son cada día más demandas. Con estas acciones, grandes cantidades de basura se producen todos los días y los cuerpos de las personas resienten la acumulación de la inactividad y de las calorías. No hay para qué moverse o esforzarse, todo esta a un simple click.
Son preocupantes los modos de vida que poco a poco se están volviendo cotidianos entre la mayor parte de las personas.
Diversos movimientos han comenzado a surgir con más fuerza para plantear nuevas alternativas para la especie humana. Uno de ellos es el Transhumanista que tiene sus orígenes en 1906 con el Ruso Nikolai Fyodorov, quien hablo entre otras de la inmortalidad física y la resurrección de los muertos a través de la ciencia; así como por el científico y marxista británico J. B. S. Haldane en 1923, que a través de su ensayo “Ciencia y Futuro”, ofreció una visión temprana del pensamiento transhumanista que se refiere acerca de la trascendencia de que los humanos rompan con sus límites a través de la innovación, la ciencia y la tecnología.
En nuestros días el doctor José Luis Cordeiro promueve su libro “La Muerte de la Muerte”, en que habla de detener el proceso de envejecimiento e incluso de la muerte, sustentado en fundamentos científico-técnicos, en que asegura que después del año 2045 la muerte será una opción (para quien tenga la solvencia económica) ya que existirán “avances exponenciales en inteligencia artificial, regeneración de tejidos, tratamientos con células madre, impresión de órganos, criopreservación, terapias genéticas o inmunológicas resolverán el problema del envejecimiento del cuerpo humano”.
Como se alcanza a advertir, el conjunto de la sociedad con la implementación de nuevas prácticas en su hacer cotidiano está en dirección de un rumbo incierto, al que sólo queda esperar o construir.
1 El ideal de la razón pura en tanto en cuanto representa la suprema condición material de todo lo existente.