Inicio
Planear no es simplemente prever actividades: es proyectar pedagógicamente la acción docente para favorecer que los estudiantes aprendan con sentido. En esta tarea, una de las propuestas más claras, sistemáticas y accesibles para quienes se inician o perfeccionan en el arte de enseñar es la estrategia conocida como 33 333, desarrollada a partir de los aportes de Patricia León Vázquez (2014) en su texto Planeación y evaluación del aprendizaje. Los procesos que subyacen a la evaluación. Esta estrategia ofrece una guía práctica para estructurar la enseñanza desde tres interrogantes clave, tres momentos de clase y tres elementos esenciales para cada momento.
Más allá de su aparente simplicidad, la estrategia 33 333 permite integrar la planeación, la intervención didáctica y la evaluación formativa en un mismo entramado. Su fuerza radica en su claridad, en la manera en que orienta a docentes a preguntarse con honestidad y profundidad: ¿Qué queremos lograr?, ¿cómo vamos a saber que lo logramos? y ¿cómo vamos a lograrlo?
Desarrollo
La primera tríada de la estrategia 33 333 parte precisamente de estas tres interrogantes fundamentales que articulan el proceso educativo:
- ¿Qué queremos lograr? Esta pregunta obliga al docente a definir con claridad los propósitos formativos de la clase o secuencia didáctica. Se refiere tanto a los aprendizajes esperados como a los conocimientos, habilidades, actitudes y valores que se pretenden adquirir o desarrollar.
- ¿Cómo vamos a saber que lo logramos? Aquí se ubica el componente evaluativo: los criterios, instrumentos y momentos para valorar si los aprendizajes han sido alcanzados. Esta pregunta promueve una evaluación formativa, centrada en evidencias de aprendizaje y no sólo en productos finales.
- ¿Cómo vamos a lograrlo? Esta tercera interrogante orienta tanto la elección de estrategias, técnicas y actividades didácticas, como la de materiales, recursos y organización del tiempo, con base en la naturaleza de los contenidos.
La segunda tríada identifica tres momentos básicos de toda clase o lección:
- Inicio o apertura. Es el punto de entrada a la experiencia de aprendizaje, donde se establece el tono, el sentido y el propósito de la clase.
- Desarrollo o progreso. Corresponde al núcleo de la clase, donde ocurren las actividades centrales y se construyen los aprendizajes.
- Cierre o conclusión. Permite consolidar, reflexionar y transferir los saberes trabajados, así como dar sentido al proceso vivido.
Cada uno de estos momentos se articula, a su vez, con tres elementos clave, lo que da forma a la última tríada:
En el inicio, se recomienda:
- Asegurar un clima de clase afectivo, seguro y estimulante, para que el estudiantado se sienta con confianza de participar.
- Comunicar el contenido temático y los propósitos de la sesión, lo que permite dar dirección y claridad al proceso.
- Recuperar y activar conocimientos previos, conectando lo nuevo con lo ya aprendido y favoreciendo aprendizajes significativos.
En el desarrollo, es esencial:
- Partir de una actividad detonadora, que despierte el interés y genere preguntas.
- Desarrollar estrategias de aprendizaje activas, que involucren cognitivamente al estudiante (como el trabajo colaborativo, la resolución de problemas o el análisis de casos).
- Incorporar la evaluación continua y la retroalimentación, como parte integral del proceso, y no como una fase final.
Finalmente, en el cierre, se propone:
- Realizar una recapitulación, que permita revisar los contenidos abordados.
- Establecer conclusiones, tanto del docente como del grupo, para dar sentido a la experiencia.
- Promover la transferencia de los aprendizajes, es decir, su aplicación en nuevos contextos o en la resolución de diversos problemas.
Esta estructura no implica rigidez, sino un marco flexible que puede adaptarse según el grupo, el contexto y la intencionalidad pedagógica.
Conclusiones
La estrategia 33 333, constituye una herramienta valiosa para la planeación y el diseño didáctico. Al integrar objetivos, evaluación y estrategias de intervención desde un enfoque reflexivo y práctico, esta propuesta puede responder a las necesidades del aula.
Aplicarla le permite al docente, por una parte, estructurar con mayor claridad su enseñanza; y por otra, cultivar una práctica reflexiva, consciente del impacto de cada decisión pedagógica. De este modo, enseñar deja de ser un ejercicio rutinario para convertirse en un acto pedagógico, didáctico, ético, y político orientado a que todos y todas aprendan con profundidad y sentido.
Fuente:
León, P. (2014). Planeación y evaluación del aprendizaje: Los procesos que subyacen a la evaluación. Limusa.