La oligarquía nacional, pero de intereses y alianzas trasnacionales que desmanteló y privatizó las bases estructurales de la soberanía económica y se sirvió de excepciones fiscales; la clase política conservadora que agudizó la pobreza, la violencia y que creció a costa de la corrupción mientras gobernó en medio del repudio social; la derecha legislativa que aprobó la reforma educativa anterior poniendo al país al borde de la ingobernabilidad; la ciudadanía civilempresarial y parasitaria que cree ser el único sector con representación y voz autorizada para ser el interlocutor de los intereses educativos de todos; las cabezas de los organismos autónomos quefraguaron los fraudes electorales o que heredaron al mundo la evaluación docente militarizada, y el oligopolio de los medios de comunicación que no sólo negó la voz de los maestros, sino que además montó una campaña de miles de millones para desprestigiarlos con cargo al erario público, está construyendo un nuevo relato de ofensiva contra la izquierda magisterial, cuyo mensaje transversal es: nosotros no somos la mafia del poder.
En tiempos de la posverdad no es relevante la veracidad de lo que se comunica, sino el impacto que tiene en la manipulación de la opinión pública; la derecha aprendió de las neurociencias que para introducir en la mentalidad de las personas sus ideas clasistas, racistas o antilaborales, es más importante incidir en la emocionalidad que en la racionalidad humana; los mensajes de odio o coraje fluyen más rápido por los canales digitales o las redes sociales que la información profunda, y tienen un impacto vertiginoso favorable a los grupos de poder.
Hay un concierto armonizado por la derecha educativa en México jugando en estas dinámicas, buscando hegemonizar tendencias de opinión irracionales, desproporcionadas y desinformadas a través de “posverdades” y fake news; como ejemplos parafraseo los siguientes mensajes en el contexto de la aprobación de las leyes educativas secundarias: “CNTE gana todo”; “ceden a la CNTE dejar a su decisión la asignación de plazas docentes”; “CNTE exige 50 por ciento de las plazas docentes”; “la CNTE propone una educación para el conflicto”; “la CNTE sólo son líderes sindicales corruptos y privilegiados que no representan a nadie”; “la única voz que siempre se ha escuchado es la de la CNTE”; “quieren bilateralidad para vender y manejar plazas; son la nueva mafia del poder”.
En este intento de desplazamiento de los focos de tensión y de atención que pesaron sobre las verdaderas élites de poder que nos heredaron un desastre en todos los ámbitos de la vida nacional y cuyos partidos de la derecha histórica fueron derrotados, los sectores caciquiles y mercenarios del SNTE, de los que se sirvieron electoralmente para llegar al gobierno o para pactar e instrumentar todas las reformas educativas neoliberales, poco o nada se nombran, a pesar de que la memoria histórica no perdona el olvido y los colocó en las páginas negras de la corrupción como un lastre de la democracia. El problema no son los privilegios ni las riquezas ilícitas de las cúpulas del SNTE –pueden seguir ahí vegetando como una burocracia de oficina– el problema son los contrapesos de las organizaciones magisteriales independientes que sí responden a sus agremiados exigiendo respeto al derecho laboral y pugnando en la praxis, más que en el discurso, por una educación para la sustentabilidad de la civilización humana y no para la transferencia de habilidades rentables al sector de la iniciativa privada.
Este discurso de la derecha no es espontáneo ni tampoco recoge la suma de voces individuales compartiendo la misma idea, es la estrategia de los tanques de pensamiento financiados por los corporativos económicos dispersada a través de los medios de comunicación de su propiedad, de intelectuales orgánicos que monopolizan varios espacios de debate y de opinión, de redes sociales que aparentan neutralidad, de foros para quien no necesita que le abran audiencias alternativas porque ya tiene las del oligopolio de la comunicación.
Pero en esa estrategia no sólo se pretende desplazar el foco de tensión y atención sobre la influencia decisiva de los grupos de poder en las leyes educativas; se trata de generar una corriente de conformismos y desmovilizaciones en los sectores de contrapeso; parte del éxito de la “posverdad” radica en comunicar lo que quiere ser escuchado, de ahí que sentencias fatales y absolutistas como “CNTE gana todo” o “Sepultan reforma CNTE y Morena”, pretendan instalarse en la subjetividad de los movimientos magisteriales ávidos de adjudicarse victorias completas luego de largos periodos de lucha sostenida contra los proyectos de la oligarquía.
La cortina de humo de la derecha se corre con mucha rapidez, los matices de las leyes educativas son cada vez más oscuros a la mirada de los docentes organizados; el escenario de lucha de la CNTE se desplaza hacia las sinapsis de la reforma educativa y se aleja de la matriz neuronal establecida en el contexto de la Constitución; si la geografía de las resistencias se regionaliza por entidades y secciones, la amenaza de diluir la fuerza magisterial más sólida a escala nacional quedará latente. Frente a la “posverdad” como estrategia persuasiva de manipulación de la oligarquía, sólo nos queda la racionalidad crítica, aunque a veces incomode a las inercias del movimiento magisterial.