Siempre habrá más buenas ideas que dinero. Por eso hay que priorizar. No todo se puede. Hay inversiones que van en secuencia: para un efecto más amplio, o más duradero, primero hay que invertir en algunos rubros y luego en otros. El orden de los factores, aquí, sí altera el producto.
Esto, que es elemental sentido común, se vuelve de vida o muerte cuando hablamos del presupuesto público de la nación. En México se recauda mal, se recauda poco y se recauda tarde. Hay exenciones incomprensibles, actividades y productos gravados muy por encima de lo lógico; conviven codo con codo reglas obscuras y amenazadoras para unos y al lado un abrevadero de depredación libre para otros; tenemos un confuso, regresivo y anticuado sistema de impuestos, tasas y pago de derechos. Pero además, se sigue repartiendo mal el dinero público: sus mejores efectos se matan por malas decisiones en los rubros a los que se asignan.
Desde hace unas semanas hemos llamado la atención pública sobre la propuesta de egresos de la Federación en materia educativa. Estamos ya en la recta final, y conviene recapitular. ¿Dónde están los nudos urgentes de desatar? ¿En dónde los legisladores, como representantes populares, sí pueden hacer una diferencia para el derecho a aprender de niñas y niños en México?
Veamos: Con gran subejercicio en el cambio de Estancias a Apoyos, se mandó desde Hacienda un recorte de 5.7 por ciento para el desarrollo integral en la primera infancia, y no se previó los recursos para establecer el programa coordinador de la Estrategia Nacional de Atención Integral a la Primera Infancia; sin el recurso, no se asegura el papel del Estado como garante del derecho de las niñas y niños más pequeños al desarrollo integral incluyente.
Otra: Se propone recortar en 2020 uno de cada cinco pesos destinados a apoyar que todas las niñas, niños y jóvenes lleguen y permanezcan en la escuela, en las modalidades más frágiles… el Consejo Nacional para el Fomento Educativo, el benemérito Conafe trae acumulados más recortes que papel picado para la fiesta de Día de Muertos. En muchos sentidos una de las más exitosas estrategias de justicia educativa, el mínimo de compensación que se les debe a las poblaciones dispersas, un paradigma que inspiró aspectos de Escuela Nueva, el proyecto colombiano, y de Teach for All, la iniciativa mundial, sigue siendo maltratado y crónicamente empobrecido.
Lo que se propone para formación inicial docente es por mucho el monto real más bajo desde el siglo pasado, ni lo neoliberal perdonan. Menos de un millón de pesos anuales por cada escuela normal, que será “dignificada” con menos dinero que nunca. Ni la burla perdonan: el dinero pensado para la formación continua –159 pesos anuales por docente– cancela que haya oportunidades de aprendizaje profesional que respondan a las necesidades diagnosticadas (¿con qué, con qué instrumentos, haciendo el MEJOREDU qué cosa? Muchas preguntas sin respuesta, y su junta ya comienza a deberle a los maestros, que tenían tanta expectativa, mejores explicaciones.
Tendremos Estrategia Nacional de Inclusión, pero no recursos que estén orientados específicamente a eliminar barreras para el aprendizaje y la participación. Se propone reducir para 2020 a casi la mitad los recursos asignados para apoyar el diseño y la implementación curricular, y todo en medio de la idea de renovar la propuesta de la escuela en México.
No existe la claridad necesaria para saber que los recursos asignados a la infraestructura y los materiales educativos brinden las condiciones materiales adecuadas a todas las escuelas. Los montos y reglas de La Escuela es Nuestra son confusos, le pasan la responsabilidad a los comités y prevé comprobaciones con simples recibos y hasta con listas de raya. Un verdadero salto hacia el sistema porfiriano de asegurar apoyos.
Aunque se propone invertir más en libros y materiales educativos en 2020, ¿se gastará de manera que todas las NNJ indígenas cuenten con libros en su lengua materna? ¿Se dejará de hacer negocio burdo con los textos en Braille y Macrotipo? ¿Y la inversión para Lengua de Señas Mexicana? ¿Y las plazas y los pagos de los asesores técnico pedagógicos? ¿Y de dónde el dinero para basificar a los nuevos miles que cada semana descubren las secciones de Chiapas y Michoacán que no han pagado? ¿Y qué pasará con las Escuelas de Tiempo Completo, ahora con su presupuesto para 2020 tijereteado a la mitad? ¿Vuelven a ser de tiempo parcial? ¿Van a tener cara para decirles a padres y madres que vengan por ellas y ellos de nuevo a las doce del mediodía? ¿O serán sus maestras y maestros los que subsidiarán los geniales diseños de los funcionarios de Hacienda y del administrador de la SEP?
El PPEF 2020, tal como llegó a la Cámara de Diputados, no refleja la voluntad política necesaria para emprender una transformación profunda en el Sistema Educativo Nacional y así promover una educación incluyente para todas y todos desde la educación básica. Hace que se invierta en lo corriente y desordenado -programas de deportes sin reglas de operación, becas universales que se vuelven dádiva y dependencia- y no en lo planeado y necesario.
Obras son amores, dice el refrán. Está muy bien tener nuevos textos en Constitución, leyes y programas, presentar estrategias y hacer discursos, pero sin el combustible de la inversión pública el cohete de la educación nacional no despega. Les toca a los diputados corregir esta plana tan mal hecha. Inviertan bien.