Continuando la reflexión de la semana pasada, voy a hacer un repaso de las obligaciones referidas a agua y saneamiento, acceso a internet, radio y televisión, educación y participación de niñas y niños que quedaron plasmadas en el acuerdo SIPINNA/EXT/01/2020, “por el que se aprueban acciones indispensables para la atención y protección de niñas, niños y adolescentes durante la emergencia sanitaria por causa de fuerza mayor por la epidemia de enfermedad generada por el virus Sars-Cov2 (Covid-19)”, publicado el 26 de mayo en el Diario Oficial.
El acuerdo señala con claridad que se debe “incrementar el acceso al agua potable y asegurar los servicios de saneamiento, en particular en zonas de pobreza, alta marginación, rezago social y zonas de atención prioritaria”. El mandato vale para el momento actual y mientras dure la declaratoria de emergencia, pero el reto definitivo está en el momento en el cual concluya y estemos en “semáforo verde”. En 99 años de existencia del sistema educativo nacional como tal, no se ha resuelto definitivamente que cada escuela tenga suministro regular de agua, lavabos, bebederos, sanitarios y desagüe suficientes.
Es justo el tipo de reto que apenas un movimiento social por la educación –que abarque a todas las autoridades, pero que también involucre al sector productivo y a las organizaciones comunitarias, fundaciones y organizaciones de sociedad civil– puede tener el alcance logístico, económico y adecuación contextual para resolver. Hay ya atisbos esperanzadores sobre una reorientación de los recursos de La Escuela es Nuestra para que se llegue cronológicamente a tiempo para garantizar el agua –pensemos que cada niña y niño en cada plantel debería contar con la posibilidad de un lavado adecuado de manos por tres o cuatro ocasiones en cada jornada, y especialmente al ingreso, además de, por supuesto, la funcionalidad de los sanitarios, sin olvidar la peculiaridad de la higiene menstrual que es un derecho.
En cuanto al acceso a las tecnologías de la información y la comunicación (TIC), en el acuerdo hay indicaciones muy relevantes: “ampliar en lo posible los servicios de conectividad gratuita y de banda ancha, acompañados de información para las familias sobre navegación segura y la identificación de situaciones de riesgo como el ciberacoso y explotación en línea; promover que las televisoras y radiodifusoras públicas difundan y privilegien contenidos educativos y culturales, y eviten la difusión de violencia, sexo y consumo de drogas; emitir y difundir la Guía Parental para consumo de televisión”. Aunque el fraseo deja qué desear –si la sexualidad es constitutiva del ser humano, no se puede “evitar la difusión de sexo”– se entiende que todo se refiere a comprometerse a una programación de contenidos adecuada a la madurez y necesidades de niñas y niños; este bloque de indicaciones es muy relevante, pues el esfuerzo de la producción de Televisión Educativa ligado a los planes de estudios concluye ya este viernes… siguen nueve largas semanas de Verano Divertido que, de nuevo, deben ser expresión de la corresponsabilidad social, pues lo lúdico, lo artístico, la curiosidad deben seguir propiciándose, ahora más que nunca fuera del límite estrecho de los contenidos por grado escolar y de sólo los canales gubernamentales. La observación sobre la conectividad ampliada no debe caer en saco roto: aprovechemos que ya no hay el apremio de determinados contenidos para ir preparando la realidad ineludible en la cual la interacción digital debe ser parte cotidiana del ejercicio del derecho a aprender.
Sobre educación, destaca en el acuerdo la continuidad del aprendizaje con perspectiva de inclusión y equidad, hacer visible y apoyar el papel de las familias en el aprendizaje, sin olvidar las orientaciones para el apoyo socioemocional. Pensando en el regreso, ya esta pieza normativa apunta a la necesidad de “evaluaciones diagnósticas que permitan al personal docente identificar los niveles de aprendizaje y aprovechamiento de las y los estudiantes para, con base en ellas, establecer estrategias diferenciadas de refuerzo, recuperación y nivelación”. En efecto, la etapa ‘remedial’ no debe concebirse como un escaneo de lo que los alumnos supuestamente incumplieron o perdieron, sino justamente en el reconocimiento de que hubo aprendizajes que apenas quedaron apuntados y deben consolidarse (refuerzo), se generaron aprendizajes no programados pero igualmente valiosos (recuperación) y es crucial favorecer que desde la diversidad no se deje a nadie atrás y se pueda conjugar una experiencia colectiva para ‘arranque parejo’ en el siguiente ciclo escolar (nivelación). Retomando lo antes establecido sobre niños y TIC, se pone en el acuerdo una nota de realismo y visión de mediano plazo: “sistematizar la experiencia de esta emergencia sanitaria y recuperar la de otros países, a fin de aprovecharla para desarrollar un esquema de educación a través de medios digitales y electrónicos como apoyo al esquema escolarizado”. El regreso escalonado y diferenciado, las posibilidades de un rebrote e incluso la perspectiva de que las ondas de pandemia puedan reiniciarse en forma estacional cada año hacen que esta última observación sea sumamente pertinente: ya no podemos pensar en lo que antes funcionaba, sino lo que será necesario para el derecho a aprender en los nuevos escenarios mundiales y nacional.
La última nota es contundente en cuanto al interés superior, poner a las y los niños primero, y especialmente en caso de fuerza mayor, como la condición que vivimos ahora. El interés superior no debe ser conjetural: sólo y únicamente lo que los adultos se imaginan que niñas y niños y necesitan, sino lo que ellas y ellos desean, piensan, han descubierto y pueden expresar “Abrir espacios a la participación de niñas, niños y adolescentes a fin de tomar en cuenta de manera sistemática su opinión en las distintas acciones que se adopten en el ámbito educativo, así como sus experiencias de aprendizaje a distancia”. Seamos honestos: “en forma sistemática” no ha sido en México; hay sondeos, diálogos, encuestas, pero aún no consultas en forma, y menos participación en las decisiones. Que la fuerza mayor nos abra los ojos, y que no escuchemos sólo las opiniones que confirman nuestras justificaciones y prejuicios, sino todo lo que todos los niños tienen que decir.