Formar lectores ávidos

La lectura estimula nuestro pensamiento crítico y habilidades analíticas.
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La lectura es una actividad discursiva fundamental. Implica mucho más que simplemente decodificar palabras. Cuando leemos, nos involucramos en un proceso activo de interpretación y comprensión del texto. Este proceso exige no sólo entender el significado literal de las palabras, sino también captar el contexto, inferir significados más profundos y conectar la información nueva con nuestros conocimientos previos. En este complejo proceso cognitivo que es la lectura, se involucran, el pensamiento, la memoria y, desde luego, el lenguaje.

Es en la familia y en la escuela donde aprendemos (o no) el valor de la palabra; donde apreciamos su ritmo, cadencia, melodía y múltiples significados. Por eso pienso que el encuentro de las y los niños con los libros es algo esencial. Nos han dicho que los libros abren puertas al conocimiento, pero debemos decir también, que cuando la lectura es un acto verdaderamente enriquecedor, genera sensaciones, emociones y sentimientos; despierta dudas, intereses, expectativas…

La lectura es, además de un proceso psicológico, perceptual y lingüístico, un acto social y comunicativo. Los textos (narrativos, instructivos, descriptivos, argumentativos, informativos, poéticos, etc.) en sus diferentes formatos (impresos, digitales y digitalizados, multimedia, interactivos, entre otros) son productos de la comunicación humana. Los autores utilizan palabras y estructuras lingüísticas para expresar ideas, argumentos, emociones y perspectivas. Cuando leemos, entramos en un diálogo silencioso con el autor, respondiendo a sus ideas, cuestionando sus argumentos y reflexionando sobre sus puntos de vista.

Desde esta perspectiva, la lectura es una actividad discursiva porque implica la interacción entre el texto y el lector, así como también entre los propios lectores, ya que compartimos nuestras interpretaciones y reflexiones con otros. A través de este proceso, no sólo adquirimos conocimientos y ensanchamos nuestra comprensión del mundo, sino que también desarrollamos habilidades críticas, analíticas y de comunicación que son esenciales en la vida académica y más allá de ella.

A diferencia de lo que creen muchos, que aprendemos a leer de una vez y para siempre, leer es un aprendizaje permanente. Por una parte, porque el mundo está en constante cambio y evolución, y la lectura nos permite mantenernos al día con nuevos conocimientos, descubrimientos y desarrollos en una variedad de campos. Ya sea que estemos leyendo sobre avances científicos, cambios sociales, innovaciones tecnológicas o nuevas perspectivas en humanidades, la lectura nos permite seguir aprendiendo a lo largo de nuestras vidas y adaptarnos a un mundo en constante transformación. Por otra parte, la lectura nos expone a una diversidad de ideas, experiencias y puntos de vista que enriquecen nuestra comprensión del mundo y nos ayudan a desarrollar una mente abierta y crítica. Así, al exponernos a diferentes perspectivas, podemos cuestionar nuestras propias creencias, expandir nuestros horizontes y desarrollar una comprensión más profunda y matizada de la realidad.

La lectura estimula nuestro pensamiento crítico y habilidades analíticas. Al enfrentarnos a textos complejos, evaluamos la validez de los argumentos, identificamos sesgos, falacias y aprendemos a sintetizar información de diversas fuentes. Estas habilidades son esenciales no sólo en el ámbito académico, sino también en la vida profesional y personal, donde constantemente enfrentamos situaciones que nos llevan a cuestionar nuestras creencias, eliminar suposiciones y tomar decisiones informadas.

Sabemos que la lectura fomenta el desarrollo del vocabulario, la comprensión lectora y la capacidad de expresarnos de manera efectiva por escrito y verbalmente. Estas habilidades son fundamentales en todas las áreas de la vida. Por esta y otras razones que puede sumar el lector de estas líneas, es fundamental idear estrategias para formar lectores. Algunas pueden impulsarse desde la escuela, a saber:

  • Facilitar el acceso a una amplia gama de libros en la biblioteca escolar.
  • Diversificar los programas de préstamo de libros.
  • Generar campañas de animación a la lectura, a partir de los libros disponibles, géneros, niveles de lectura y temas que puedan interesar a las y los estudiantes.
  • Diseñar espacios acogedores y cómodos para la lectura en el aula y en la escuela.
  • Recuperar los rincones de lectura en las instituciones educativas.
  • Leer regularmente en voz alta para nuestros estudiantes.
  • Ser testimonio del interés por lectura y los libros.
  • Generar espacios y acciones para explorar diferentes géneros y autores.
  • Discutir en grupo nuestras lecturas.
  • Impulsar actividades de escritura (diarios de lectura, reseñas de libros, videoreseñas, proyectos creativos, representaciones teatrales, murales, revistas, etc.).
  • Enseñar estrategias específicas para comprender y analizar textos, hacer predicciones sobre el contenido de las lecturas, conexiones con experiencias personales, preguntas y resúmenes de la información importante.
  • Introducir a los estudiantes a una variedad de formatos de lectura (libros impresos, electrónicos, audiolibros, cómics, etc.).
  • Organizar ferias del libro, clubes de lectura, concursos de lectura y encuentros con autores.
  • Fomentar la lectura fuera del aula (en escuelas, colonias, barrios, rancherías, comunidades urbanas, suburbanas y rurales).
  • Motivar a nuestros estudiantes a seguir leyendo.

El 23 de abril celebramos en México el día internacional de libro. Ojalá lo hayamos festejado leyendo, intercambiando libros, escuchando sobre los libros que otros han escrito, hablando de aquellos que hemos leído (o de los que nos gustaría leer), leyendo libros que enriquecen nuestra experiencia lectora, escribiendo sobre los libros que nos han hecho cambiar y crecer.

Sabemos que el acceso a la lectura no garantiza la formación de lectores. Formar lectores ávidos se refiere a cultivar en los individuos un fuerte gusto y entusiasmo por la lectura. Un lector ávido es alguien que busca activamente oportunidades para leer, que disfruta de sumergirse en historias, explorar nuevos temas y reflexionar sobre ideas complejas. Estos lectores muestran un compromiso continuo con la lectura, ya sea por placer, por aprendizaje o por ambos. Formar lectores ávidos implica, entonces, cultivar una cultura en la que la lectura se valore y se promueva activamente. Una tarea ineludible para padres y madres de familia, pero también para quienes nos dedicamos a la docencia.

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