Pareciera ser que el trabajo por proyectos en las escuelas mexicanas es nuevo; sin embargo, evidencia hay para afirmar lo contrario; no obstante, hablar de los antecedentes o el momento de su incorporación en nuestro país podría dejarlo para otro momento porque, en lo sucesivo, sin entrar en detalles y demasiados tecnicismos, intentaré dar cuenta de algunas cuestiones que he podido observar y registrar en mis constantes visitas a diversas escuelas primarias. Un asunto que, me parece, debiera ser documentado por investigadores, académicos, especialistas, pero, principalmente, por maestras y maestros mexicanos.
Creo, sin darnos cuenta, en la escuela mexicana se ha mantenido una larga tradición en cuanto a, por ejemplo, mantener un salón de clases de la misma forma durante todo el ciclo escolar; me refiero, particularmente, a la distribución del aula escolar: sillas, mesas o pupitres para alumnos dirigidos hacia el pizarrón y un escritorio con su respectiva silla dirigida hacia los niños. Es obvio que, con esta distribución, el principal protagonista suele ser el profesor, en tanto éste es concebido como el único poseedor de la información y/o conocimiento que debe ser transmitido hacia los alumnos.
Entonces, si esto que describo líneas atrás es una realidad observable en buena parte de los planteles escolares, ¿podríamos imaginar lo que sucede con el trabajo docente en cada uno de esos salones? Desde luego que la respuesta a esta interrogante variaría porque, como es obvio, habría infinidad de situaciones que podrían marcar una diferencia importante entre uno y otro docente y lo que ocurre en el aula, sin embargo, no deberíamos perder de vista que ese docente responde a partir de una formación inicial y trayectoria profesional (que le han dado elementos para su desarrollo), pero también, a los propósitos de un plan de estudios, corrientes pedagógicas o ideologías en boga o a las políticas del propio Sistema Educativo en que se encuentra inserto.
Mover esta tradición en la que toda esta serie de factores se encuentran inmiscuidos no es nada sencillo. ¿Cómo espera la Nueva Escuela Mexicana que, de la noche a la mañana, se movilicen los profesores hacia un trabajo por proyectos que, aunque no es nuevo, sí requiere de un acompañamiento? Es claro que en este asunto la Secretaría de Educación Pública (SEP), apelando a la autonomía profesional y curricular del magisterio, abandonó a su suerte al profesorado mexicano. Craso error porque, brindar autonomía no es sinónimo de que las maestras y maestros resuelvan como quieran, entiendan y puedan, sobre todo porque, no hay que olvidarlo, la docencia en México es una profesión de estado, pero bueno, pienso que en las instalaciones de la SEP, simple y sencillamente no han entendido este concepto y, por tanto, la formación continua no es, ni por un momento, un tema que les preocupe y mucho menos que les ocupe.
Ahora bien, volviendo al tema que nos ocupa en estos momentos, el trabajo por proyectos en estas escuelas, durante lo que va del ciclo escolar 2023-2024 está en ciernes; es obvio, algunas instituciones con mucha seguridad ya han tenido una trayectoria en este rubro; otras, como también es obvio, cuentan con varios momentos de desarrollo o implementación de proyectos sin que sea una base que las mueva en su trabajo diario; sin embargo, las que más preocupan serían aquellas en las que el trabajo apenas empieza a conocerse, pero con incertidumbres y desasosiegos. Ahí es donde me parece que los Consejos Técnicos Escolares (CTE), con su respectivo “acompañamiento” por diversas figuras educativas no ha impactado como debiera, por ejemplo, se sabe que trabajar por proyectos no es sinónimo de trabajar con las metodologías que la SEP ha propuesto para abordar dichos proyectos a partir de los Campos Formativos; el primero, si así quiere considerársele, podría ser considerado como una pedagogía centrada en el estudiante (y no en el maestro), bajo la premisa de que todo niño, niña o adolescente llega activo a la escuela y así debe mantenerse; mientras que las segundas, las metodologías referidas, aluden a procesos activos o interactivos donde la comunicación es constante entre los propios alumnos, alumnos y profesor, alumnos y recursos o materiales didácticos para la consecución de un fin determinado.
Escrito de esta manera, podría ser fácil de comprender y de aplicar en cada aula o escuela mexicana, sin embargo, no lo es, por algunas de las razones expuestas líneas atrás; en cualesquiera de los casos, pienso que más allá de una moda sexenal, trabajar por proyectos considerando las metodologías activas propuestas, abre un panorama de actividades a desarrollar en los salones de singular relevancia. No obstante, la desinformación o falta de acompañamiento al cual aludía en párrafos anteriores, ha incidido en la construcción de ideas no del todo correctas entre el profesorado y sociedad en general, por ejemplo, el que no se aborden contenidos y actividades de matemáticas al trabajar por proyectos.
De hecho, sobre este tema, recientemente pude observar el proyecto que una maestra tituló “¿Y si construimos una casa?”, en el entendido de que, después de haber realizado su diagnóstico, tomó la decisión de abordar el contenido Figuras geométricas y sus características en primer grado, considerando el único Proceso de Desarrollo de Aprendizaje que aparece en el Programa Sintético Representa animales, plantas u objetos utilizando el tangram y otras figuras geométricas para reconocer y describir oralmente y por escrito sus nombres y propiedades (forma y número de lados y vértices), utilizando paulatinamente un lenguaje formal. Entonces, para organizar el trabajo, también consideró algunas actividades sugeridas en el libro de texto de Proyectos Escolares (pág. 214) a través de la aventura Figuras geométricas en la naturaleza. Obviamente que, en el desarrollo de dicho proyecto, considerando la metodología activa denominada Aprendizaje Basado en Indagación con enfoque STEM, fueron surgiendo algunas dudas, pero, lo que me parece más importante destacar es que, al cuestionarle sobre su desarrollo y estas inquietudes, ella expresó que independientemente del proyecto y su metodología que para ella eran importantes, no perdía de vista el Contenido porque éste era la base de su proyecto. Para ese entonces los niños ya se encontraban recortando pequeñas cajas de cartón donde ya habían identificado algunas figuras geométricas.
Como puede verse, el trabajo por proyectos considerando una metodología activa, abre otras posibilidades para generar momentos de aprendizaje, así como el aprendizaje mismo, lo cual no quiere decir que sea la mejor alternativa para lograr los propósitos educativos porque, como se sabe, habrá otras que se puedan implementar con los mismos propósitos. Aquí el meollo del asunto pasa por esa larga tradición que se ha sedimentado hasta los huesos en buena parte del Sistema Educativo Nacional y que nos ha llevado a concebir que no hay otra forma de aprender, solo aquella en la que el maestro es el transmisor de la información y conocimiento. De hecho, pienso que el diálogo que pude escuchar de los niños en el desarrollo del proyecto brevemente descrito fue de lo más enriquecedor:
– Oye Juan, ¿estás cortando un cuadrado o un rectángulo?
– Un rectángulo, ¡qué no ves que es igual al techo, largo de un lado! Yo creo que así será el techo de mi casa.
Y el diálogo continuó…