El INEE y el cambio educativo

Entre las novedades que trajo este sexenio a la educación nacional figura, en lugar destacado, la creación del Instituto Nacional para la Evaluación ...
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Entre las novedades que trajo este sexenio a la educación nacional figura, en lugar destacado, la creación del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación. El INEE, es una institución autónoma y está facultada por la ley para evaluar todos los elementos del sistema educativo nacional.

Se trata, como se ve, de una entidad nueva, sin antecedentes históricos que, a través de sus evaluaciones, puede fungir de facto como motor del cambio educativo y actuar como balanza ante la autoridad educativa. Hasta ahora, el INEE ha ganado prestigio social por sus desarrollos técnicos y por la calidad de sus evaluaciones, pero para cumplir su nuevo papel, deberá dotarse de un nuevo plan estratégico de evaluaciones

De hecho, la creación del INEE modificó la estructura del sistema educativo. La arquitectura tradicional de éste se configuraba con dos componentes centrales, la SEP y el SNTE (dualidad de poderes que se reproducía en los estados en el binomio autoridades-secciones sindicales), pero con la aparición del INEE el viejo sistema de equilibrios ha comenzado a modificarse.

El INEE es una institución de estado, pero es, asimismo, una entidad autónoma, o sea que su actuación no está sujeta a la soberanía de la SEP ni a la de otra autoridad educativa.  Esa condición excepcional le permite al Instituto actuar conforme a una racionalidad de estado y no subordinar su desempeño a las decisiones particulares de una administración gubernamental determinada.

El INEE puede evaluar prácticamente todo, a saber: alumnos, docentes, directores, escuelas, supervisores, padres de familia, planes de estudio, materiales, financiamiento, estructuras de gestión, formación inicial, formación continua, programas, políticas, condiciones de trabajo de los profesores, sistemas educativos estatales, regiones del país, etc., etc.

La evaluación en sí posee un significado enorme, de hecho, es la principal palanca para el rendimiento de cuentas. Te dice cómo funciona el sistema educativo, te informa sobre el desarrollo de los procesos, te revela qué elementos funcionan bien y qué elementos funcionan mal y, finalmente, ofrece a la sociedad información sobre el éxito que tienen las acciones gubernamentales.

Por añadidura, los actuales directivos del INEE (su junta de Gobierno) han proclamado el compromiso de la institución para pugnar por una educación de calidad, y con equidad, para todos. Todos estos rasgos y circunstancias ofrecen al Instituto perspectivas de acción que pueden tener gran impacto en el desarrollo del sistema educativo.

La evaluación es —o debería ser—el motor eficiente de la innovación continua del sistema. La evaluación no es una fuerza conservadora, es, por el contrario, un vector que impulsa el cambio, la renovación y la actualización. Esto significa que la evaluación puede actuar eficazmente como instrumento para combatir la ineficacia, los dispendios y las malas prácticas.

La evaluación, sin embargo, no es un fin en sí mismo, es un medio, es decir, sólo se justifica por los impactos reales que produce. No basta saber que nuestros alumnos de secundaria no aprenden bien el álgebra, lo que se necesita es que, una vez que los sepamos, actuemos en consecuencia. La evaluación sólo se justifica si repercute generando acciones consustanciales.

En el horizonte hay, sin embargo, no pocas incertidumbres. Observo al menos dos: la primera es que el desenvolvimiento futuro del INEE va a depender estrechamente de la velocidad con la cual se construya en el país una cultura de la evaluación (en otras palabras, que la práctica de la evaluación tenga su propia legitimidad social) y la segunda, que la alternancia política en el ejecutivo no vaya a derivar hacia una política inopinada que se proponga, cómo los bárbaros, construir sobre las ruinas de la obra que realizó la administración anterior.

Artículo publicado en Campus Milenio

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