Durante el periodo neoliberal, el sistema educativo mexicano incorporó diversas metodologías didácticas y enfoques pedagógicos encaminados hacia la formación de sujetos competentes para adaptarse a las exigencias y retos que el Siglo XXI demandaba (fase de la globalización capitalista). Para lograr dicho objetivo, se utilizó como coartada una campaña en contra de la denominada “escuela tradicional”, pues la describieron como anticuada, opresiva y desfasada de las demandas que la mundialización exigía de los educandos, de las escuelas y de los sistemas educativos. Como propuesta ante la vetusta “escuela tradicional” y la supuesta desvinculación entre “lo que se enseña”, la “realidad” y la “capacidad natural y evolutiva de los estudiantes” para “construir” su aprendizaje, se implementó una educación sustentada en el constructivismo que, a la par, incorporó un enfoque psicologista. De maneta posterior, se incluyó la denominada teoría de las inteligencias múltiples, la neurociencia, el enfoque por competencias, la educación emocional y, junto con ello, la psicología positiva y demás vertientes que situaron al estudiante en el centro del fenómeno educativo –característica de la pedagogía moderna (capitalista) propuesta por Rousseau en su obra “Emilio”-.
En el tema didáctico, se ludificó la enseñanza y se dio paso al denominado “trabajo por proyectos”. La intención era dar libertad a los estudiantes de aprender a su ritmo, de manera autónoma y natural. Con ello quedaba fuera la figura del docente-opresor y su actividad “impositiva” de enseñar como el único poseedor del saber. En el caso del “trabajo por proyectos”, se procuró que los educandos resolvieran “problemas de la vida diaria”, para ello, se estructuraron actividades escolares bajo el esquema del trabajo en equipo, sustentado en los principios de colaboración, flexibilidad y liderazgo (ambos eufemismos provenientes del emprendedurismo y del ámbito empresarial). La finalidad era generar “grupos de rendimiento” y emular la organización social del trabajo que el sector empresarial solicita para “resolver problemas de manera eficaz”, es decir, la escuela se encargó de formar “capital humano”.
Ahora, en la Nueva Escuela Mexicana (NEM), la propuesta didáctica, denominada pedagogía decolonial, persigue otros fines y se orienta de manera opuesta a la establecida en el modelo neoliberal. “Las pedagogías decoloniales pueden entenderse de acuerdo con seis características: 1) La naturaleza necesariamente política de la educación, 2) La educación como proceso de concientización, 3) La importancia de los espacios populares de autoeducación desde las personas en condición marginal, 4) El reconocimiento de las formas subalternas de conocimiento, 5) El desarrollo de todas las facultades humanas, y 6) El reconocimiento de los impactos culturales y sociales del colonialismo” -Según el texto “Un libro sin recetas para la maestra y el maestro. Fase 5”-. La propuesta didáctica decolonial (de la NEM) plantea identificar problemas cotidianos y ofrecer alternativas de solución, todo ello, a través de prácticas discursivas y democráticas, con perspectiva social y bajo un enfoque crítico. La noción de “estrategias de enseñanza” pierden sentido, pues la visión de la didáctica decolonial implica superar los “monologismos epistémicos” y apuesta por una formación que permita a los estudiantes mirar, reflexionar y entender el mundo desde “otra” manera, desde la visión de los “oprimidos” –como mencionaba Paulo Freire-.