Comunidad Educativa e “Individualismo”

Quienes creen que la labor docente sólo consiste en asistir a un centro escolar para impartir (facilitar, coordinar, asesorar) una o varias clases, ...
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Quienes creen que la labor docente sólo consiste en asistir a un centro escolar para impartir (facilitar, coordinar, asesorar) una o varias clases, tienen una mirada incompleta (por no decir sesgada) de la realidad educativa, así como una visión parcial del trabajo que realizan cotidianamente las y los maestros. Lo digo principalmente por la vida escolar que se genera en la escuela pública. Aún en los casos de docentes que trabajan en escuelas “unitarias” (donde un docente atiende a las y los estudiantes de todos los grados, pienso sobre todo en la Educación Primaria), el ser docente significa construir comunidad educativa y de aprendizajes.

En mi colaboración anterior (1) abordé este tema y cité algunos fragmentos sobre la visión que tienen los técnicos de la burocracia central de la SEP (a través de la Guías que éstos preparan para realizar los Consejos Técnicos Escolares, CTE). Al respecto, dije que para los funcionarios educativos federales y estatales, la construcción de comunidades educativas es un discurso, una figura retórica, no una prioridad en la práctica de las escuelas; y que vistas así (a las comunidades educativas), se les resta importancia como eje articulador de la labor de las y los docentes, directivos escolares y asesores técnicos en las escuelas para favorecer la formación integral de las y los estudiantes. Sin embargo, en esta oportunidad me referiré a un aspecto interesante (planteado como problema por los técnicos de la SEP), que se ha estudiado como parte del concepto y la práctica de las “comunidades educativas”. Ese aspecto es el “individualismo” en el trabajo docente.

Así formula el análisis la SEP: “Junto a este matiz conceptual (construir la comunidad educativa en torno a una cultura determinada puede dificultar la organización eficaz de las interrelaciones que conduzcan a la consecución de las finalidades comunes) es necesario introducir dos notas, no ya sobre el concepto normativo de comunidad educativa, sino sobre la realidad social en la que se implanta. La primera de ellas se refiere a la dificultad de construcción de una comunidad ―educativa o de otra índole― en una época de auge de la individualización. La relación del individuo con la sociedad ha cambiado en las últimas décadas en el sentido de que el entorno sociocultural ejerce una influencia cada vez más débil sobre los individuos. Este incremento de la individualización hace que las experiencias comunitarias no sean demasiado frecuentes o tengan cierto grado de dificultad, o se tienda a la construcción de comunidades electivas, relacionadas con intereses individuales, en las que los ciudadanos adquieren un escaso nivel de compromiso….” (2).

El auge de la individualización o de las actitudes “individualistas” en la práctica docente, que es una realidad social y educativa, representa un contrasentido y una contradicción al espíritu comunitario que había impulsado por décadas la escuela pública en México.

“…Este último fenómeno ha sido denominado ‘individualismo en red’ por Manuel Castells (2001) en el contexto de la moderna sociedad de la información o sociedad red. En definitiva, lo que están manifestando estos hechos es la disolución de la cohesión social, y esto interfiere notablemente con la pretendida consolidación de una comunidad educativa, a pesar de que esta se contemple reiteradamente no sólo como una manifestación de democracia, sino también como una garantía de calidad. La cultura de la participación, que podría verse potenciada por la democratización de los sistemas educativos ―tendencia básica de la política educativa mundial―, queda paralizada por la relevancia creciente de los proyectos individuales de vida de los ciudadanos, que restan significación a las intenciones colectivas. Esta realidad social distancia a la comunidad educativa posible y deseable de la comunidad real. En la práctica, el sentido de pertenencia al grupo, que se ha identificado como un rasgo distintivo del concepto normativo, es muy débil porque la reflexión, el debate y las tareas comunes son poco frecuentes”.

Efectivamente, pero ello no es obra de la casualidad, sino producto de las intencionalidades de las políticas públicas educativas, que han impulsado, por ejemplo, la evaluación “individualista” del trabajo docente y han abandonado el perfil comunitario de la educación pública. Además, ello obedece al desdén y la anulación de políticas educativas dirigidas, con sentido, a la formación inicial y continua de docentes y directivos escolares dentro del enfoque orientado hacia la formación de comunidades educativas. Esto sin perder de vista, desde la observación crítica, que problematizar (sin y con conflicto de conocimiento) el campo de las comunidades educativas, es una necesidad; sobre todo cuando vemos que la instancia oficial para reivindicarlas (los CTE) se ha desvirtuado como consecuencia de la burocratización (hoy los CTE tienen, en sus tareas y propósitos, una carga más administrativa que educativa).

“Con una segunda nota se desea destacar el hecho de que la comunidad educativa que se articula en el ámbito del centro escolar no puede quedar restringida únicamente a padres y madres, profesionales, alumnado y representantes políticos, sino que existen otros agentes educativos y organizaciones sociales en los contextos de desarrollo de los educandos, cuyos esfuerzos pueden converger en un proyecto educativo conjunto. Nos referimos, por ejemplo, a multitud de programas y centros de educación no formal, de extensión cultural, fundaciones privadas, movimientos de voluntariado, organizaciones no gubernamentales, etc. Es decir, aun aceptando la restricción conceptual a la que se ha hecho antes referencia, un modelo de escuela abierta al entorno no puede prescindir de las aportaciones de todos estos agentes al desarrollo individual y social. Desde otro punto de vista ―el de la calidad―, la rapidez de las innovaciones educativas va a depender, en buena medida, de la factibilidad del trabajo cooperativo de todos estos espacios” (misma fuente).

Llego a la misma conclusión que en la colaboración anterior, aunque ahora agrego mi coincidencia con la SEP, en el sentido de luchar a contracorriente frente al “individualismo” en la práctica docente: Mientras no tengamos un programa de formación robusto y ampliamente discutido, en torno a esos trayectos de preparación profesional permanente, dirigidos a esas figuras educativas concretas (sin los procesos de burocratizaciones absurdas), con un enfoque hacia la construcción de comunidades educativas y de aprendizaje, será difícil que caminemos como nación en la ruta adecuada para asegurar el derecho a la educación de niños, niñas, adolescentes, jóvenes y adultos.

Fuente consultada:

(1) “Docentes: Constructores de Comunidades Educativas”, SDP Noticias, 3 septiembre, 2020.

(2) SEP (2020). Guía del Taller Intensivo de Capacitación. “Horizontes: colaboración y autonomía para aprender mejor”. Ciclo escolar 2020-2021. Para el campo específico de “comunidad educativa”, la SEP cita a: Pozo Andrés, María del Mar; Álvarez Castillo, José Luís; Luengo Navas, Julián y Otero Urtza, Eugenio. Teorías e instituciones contemporáneas de educación, Madrid, Biblioteca Nueva, 2004, pp. 125- 127. Disponible en:

http://www.ugr.es/~fjjrios/pce/media/2- EscuelaFamiliaComunidadEducativa.pdf

Y a: Posada Escobar, Jorge Jairo (2000). Notas sobre comunidad educativa. Bogotá: Universidad Pedagógica nacional. Disponible en:

http://www.bdigital.unal.edu.co/1513/7/06CAPI05.pdf


Publicado en SDPnoticias

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