Dicen que el que tiene hambre, en pan piensa. Y quizá la Delegada de Iztapalapa está en obligada dieta desde hace buen rato, pues hace unos días convocó a decenas de preparatorianos a darle vuelo a la hilacha. “Cojan rico”, los exhortó. “Pero con condón, no sean güeyes”, intentó matizar.
A estas alturas de la vida, en la época que estamos, a pocos les espanta hablar de sexualidad y del derecho a su disfrute. Pero de igual manera, actitudes como la de esta funcionaria resultan por lo menos irresponsables, además de procaces, con todo y lo alburero que seamos los mexicanos.
¡Caramba!, de por sí los muchachos son risueños… Aunque, ¿no es lo mismo lo que dice la Secretaría de Salud con sus campañas? Sólo un dato del propio Centro Nacional de Equidad de Género y Salud Reproductiva: De cada 100 adolescentes que “usan el condón según las indicaciones”, hasta 15 pueden embarazar a su pareja. Hay que subrayar que la cifra es de los que usan condón y lo utilizan según las indicaciones. ¿Cuántos hay que no recurren al preservativo? El asunto es que “las hormonas le ganan la carrera a las neuronas”, como se dice por ahí.
¿Y los papás? Ya sabemos que muchos hasta proveen de condones a sus hijos. Y no es la intención cuestionar sus decisiones, más bien proponer una reflexión sobre “el monstruo” que asecha a los jóvenes, y que tiene muchas caras, como canta Fato.
Cuando nuestros hijos acuden a la guardería o al jardín de niños, nos desvivimos por registrar cada instante, y les queremos retratar hasta el aliento. Particularmente si es el primer hijo, y sobre todo ahora que cada teléfono es una cámara, lo que nos hace sentir a un tiempo directores, camarógrafos, fotógrafos, actores y productores, con la mirada puesta, más que en lo que está enfrente, en el Facebook, pasando por Instagram.
Luego, cuando los niños cursan la primaria disminuye un poco nuestro ardor historiográfico, pero aún tenemos entusiasmo para treparnos a los árboles, o permanecer durante todo un festival escolar de puntitas o en cuclillas.
En la secundaria los niños se muestran reacios a ser captados y nosotros perdimos entusiasmo, pues quizá llegaron nuevos hijos con quienes comenzamos el ciclo, en tanto los “chicos medianos” ya con celular propio se convierten a su vez en fotógrafos, en ocasiones hasta el exceso en todos los sentidos.
Y llegando a la prepa, ni hablar: terminó el encanto. Hasta la relación paterno-filial entra en una especie de criogenia.
Decimos que a los adolescentes, a nuestros hijos, los perdemos durante su paso por la prepa y los recuperamos, a veces, una vez que terminaron su carrera; en el caso de que estudien, claro. Nos quejamos de que todo ese tiempo andan en otro mundo, buscándose. Que prefieren a sus amigos porque ellos sí los comprenden.
Argüimos eso, pero no es cierto. No los perdemos: los abandonamos. Nos dedicamos a nuestro propio universo y dejamos de buscarlos. Decimos no comprender la actitud de los muchachos. Preferimos a nuestros amigos. O pretextamos trabajo.
Con eso de que ya se saben ir solos, sea caminando, en camión, en la bici o en el automóvil… Con eso de que nos urge darles autonomía, no con el propósito de que crezcan sino para recuperar nuestra propia independencia… Con eso de que ahora ya no tenemos tiempo para compartirlo con ellos, a pesar de que para conseguirles un lugar hasta nos habíamos pasado la noche entera haciendo fila, aunque esto ya un poco menos gracias a que los procesos de selección y asignación de lugares se automatizaron… para complicarse más.
El interés nuestro “aumenta inversamente proporcional” al crecimiento de nuestros hijos. Los papás los abandonan precisamente en el momento en que más necesitan apoyo, orientación y guía; se olvidan de procurarlos, de cuidarlos, de alentarlos, de amarlos, de mimarlos, de acompañarlos, de disciplinarlos, de protegerlos en el estricto sentido del término, y muchas veces hasta de proveerles al menos alimento.
Se olvidan de que allá afuera de la casa, pero también adentro en la tele o en internet, hay muchas Diones Anguiano que promueven el sexo libre aunque supuestamente “responsable”, o que hay muchos que buscan arrastrar a los jóvenes hacia situaciones más complicadas y riesgosas.
Y luego nos quejamos de que 41.7% de los estudiantes de EMS obtiene bajo desempeño en lectura; 56.6% en matemáticas, y 47.8% en Ciencias (INEE, 2017).
Y luego sufrimos porque entre los adolescentes hay alto número de embarazos precoces, desbordado consumo de alcohol y otras sustancias, reprobación, dejación de las aulas, bullying, suicidios.
No se trata de ponernos “moralinos”. Pero tampoco de tomar las palabras como un verbo en imperativo: “Cojan con condón”, o “A coger”, según el llamado festivo e irresponsable de la Dione. No es “a coger”, sino “acoger”. Se trata de reacomodar las palabras para traducirlas en actitudes, en infinitivo y en infinito de parte de los papás respecto de sus hijos, principalmente en esa etapa crucial de la adolescencia. Los papás responsables tienen que acoger, dar refugio, amparar, proteger, cuidar, guiar, acompañar. Amar.