A la memoria de mi querida profesora, la Dra. Andrea Sánchez Quintanar
“¿Estudiar historia? ¡Eso no sirve!” ¿Cuántas veces los jóvenes han hecho este comentario en las aulas? ¿Cuántas veces se enfrentan al tedio que se presenta en el aula? Expresiones como “flojera” o “desinterés” no cesan al sólo escuchar la palabra historia. Ahora bien, ¿por qué se suscita esto? La Dra. Andrea Sánchez Quintanar expresó que durante la formación primaria u otro nivel de muchos estudiantes, ya sea por la falta de emotividad o por considerarla un conocimiento innecesario por parte de sus profesores, vacunan contra la historia a sus alumnos. Pero ¿ellos tienen la culpa? Claro que no, uno no puede dar lo que no tiene, lo que no entiende. La historia no está lejana de nosotros, no es algo ajeno a nosotros; pasa como lo escribió Franz Kafka cuando algo que a primera vista parece incomprensible como las alegorías, y sin embargo, es algo plenamente relacionado con nosotros: “La gran mayoría se queja de que las palabras de los sabios sean siempre alegorías, inaplicables a la vida cotidiana, y esto es lo único que poseemos. […] En realidad, todas esas alegorías sólo quieren significar que lo inasequible es asequible, lo que ya sabíamos” (Kafka, 1999: 37); y esto de una u otra forma se refleja (salvo contadas excepciones) al momento de las clases con los niños, y así se va pasando la vacuna.
¿Qué se puede hacer? Karl Marx en la primera mitad del siglo XIX afirmó lo siguiente: “las circunstancias se hacen cambiar precisamente por los hombres y que el propio educador necesita ser educado” (Marx, 1970: 10). Por lo tanto, los docentes deben empezar por sí mismos.
¿Por qué es necesario enseñar historia? Sánchez Quintanar expone que la enseñanza de esta ciencia es una actividad muy importante debido a que le permite al ser humano conocerse a sí mismo, tanto por identificarse como un ser social como en la otredad, a través de la narración e investigación histórica permite al ser humano reflexionar su pasado, su presente y sus expectativas para el futuro:
Quien no se reconoce en otros y se diferencia de ellos de esta manera, no vive una existencia plenamente humana. En cierto sentido, se puede afirmar que se tendría una existencia más alejada de la humanidad plena y más cercana a la animalidad. […] Es decir, el sentido verdaderamente humano de la vida reside en la preocupación por sí mismo, pero a través de la preocupación por los otros. […] la historia reconocida permite [a uno] reconocerse con plena humanidad, en los otros y le permite, por otra parte crear su propia historicidad, es decir actuar con plena conciencia. Ambas facultades plenamente humanas y sólo humanas, pueden realizarse en función de una habilidad más del hombre. […] La conciencia histórica consiste precisamente en la realización de la temporalidad del ser humano en la conjunción del pasado y el futuro en una simbiosis que permite integrar el presente, como realización y como acción, orientadas siempre hacia la instrucción del ámbito humano que adviene: el mundo que sigue o seguirá. (Sánchez Quintanar, 1993)
¿Quién no se identifica con algún grupo humano sino es por un pasado y presente común? Por una historia compartida, los seres humanos no sólo se reconocen en el prójimo, sino a la vez se reconocen a sí mismos. Luis Villoro escribió lo siguiente: “La historia intenta dar razón de nuestro presente concreto; ante él no podemos menos que tener ciertas actitudes y albergar ciertos propósitos; por ello la historia responde a requerimientos de la vida presente” (Villoro, 2000, 41). Así pues, el tener conciencia histórica permite tener desde nuestro presente una perspectiva del pasado (el cual nos identifica como miembros de una sociedad) y gracias a este conocimiento y a otros adquiridos en el transcurrir de la vida, reflexionar en el presente para actuar de manera crítica en él en varios campos (político, ideológico, social, cultural, etc.) y así preparar nuestro futuro. Mas no con esto se plantea que la historia por sí sola pueda generar cambios sociales, no obstante permite comprenderlos y explicarlos.
Por lo tanto, para enseñar historia, primero se debe entender por qué se hace esta actividad, esto no quiere decir que uno se aprenda todos los acontecimientos ocurridos en cierto periodo, pero sí exige discernir un proceso o un hecho y posteriormente explicarlo desde el presente. Una vez que el estudio de la historia tiene sentido para uno, independientemente que alguien le guste leer y platicar sobre esta ciencia, es cuando se puede exponer una opinión más clara o impartir una clase. ¿Cómo se puede aprender a conocer lo qué es la historia? En este momento dos respuestas se exponen, pero exige un esfuerzo
1.- Recomendable, leer cuatro textos interesantes: el primero Historia ¿para qué? de Carlos Pereyra y otros autores; el segundo ¿Hacemos tabla rasa del pasado. A propósito de la historia y de los historiadores de Jean Chesneaux, el tercero sería Introducción a la historia de Marc Bloch, y el cuarto ¿Qué es la historia? De Erich Kahler. Estos libros son pequeños, básicos y muy substanciales, de ágil lectura.
2.- Estimados docentes: Escuchen y/o pregunten, por muy complicado que sea (sólo les pido que lo intenten), sobre el pasado de la comunidad donde está inserta su escuela; traten de realizar un esfuerzo por comprender su desarrollo y después vincularlo con acontecimientos sucedidos en la región o la entidad, así se comenzará a ver el todo como un gran proceso social que afecta a la localidad, y por ende tener presente que la historia está ahí y que nunca ha estado separada.
Y por último, si eres parte del magisterio, platica con otros docentes, con tu Supervisor escolar, con tu Asesor técnico-pedagógico; si eres parte del CONAFE, dialoga con otros Líderes para la Educación Comunitaria, con los Académicos de Acompañamiento, los Supervisores de Zona o Coordinadores Académicos. Juntos pueden trabajar en la difusión y comprensión de la historia.
Estimados docentes, háganlo no sólo por ustedes, sino por todas las niñas, los niños y los adolescentes que están en el aula, y así no los vacunen contra la historia. Las vacunas tienen como razón de ser, prevenir amenazas, ¿acaso la historia es una amenaza?
Bibliografía
Chesneaux, Jean, ¿Hacemos tabla rasa del pasado? A propósito de la historia y de los historiadores, traducción de Aurelio Garzón del Camino, 15ª. Edición, México, Siglo XXI editores, 2000.
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Freire, Paulo, La educación como práctica de la libertad, traducción de Lilién Ronzoni, 48ª. Edición, México, Siglo XXI editores, 1999.
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___________, “Prólogo a la contribución a la crítica de la economía política” en Karl Marx, Introducción general a la crítica de la economía política/1857, introducción de Umberto Curi, traducción de José Aricó y Jorge Tula, 25ª edición, México, Siglo XXI editores, 1997, p.65-69.
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Pereyra, Carlos, et al, Historia ¿para qué?, 18ª. Edición, México, Siglo XXI editores, 2000.
Sánchez Quintanar, Andrea, “El sentido de la enseñanza de la historia”, Tempus Revista de la facultad de Filosofía y Letras, otoño de 1993, no. 1.
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