Para quienes hemos tenido la maravillosa oportunidad de planear y desarrollar un curso de verano, tenemos claro que éste debe de tener en su centro una intencionalidad didáctica; es decir, que las diversas actividades que lo conforman, son o deben ser, eminentemente formativas para que, quienes lo cursen, desarrollen, además de sus capacidades físicas, las que corresponden al intelecto propiamente dicho.
De esta forma, la planeación que elaboren o construyan, el o los responsables de ese curso, resulta un elemento de gran valía porque, a través de ésta y de los diversos elementos que la integran, tales como el nivel cognitivo de los participantes, el contexto en el que se pondrá en marcha, los recursos y materiales didácticos que habrán de emplearse, los responsables de cada una de las actividades que lo componen, entre otras cuestiones, son aspectos que no deben soslayarse para que, en concreto, dicho curso logre el propósito que persiga.
Por ejemplo, si dentro de las actividades que se planean está el que los niños realicen una recreación acuática, ésta deberá considerar algunas cuestiones, tal vez, obvias, como: el clima; la disponibilidad del vital líquido; los materiales que los pequeños pueden emplear para que llenen globos con agua o hagan barcos de papel; los materiales que deberá de utilizar el facilitador para que los pequeños no lleguen a tener algún incidente, etcétera.
Imaginemos pues que esta actividad, la de la recreación acuática, se planea y desarrolla en una comunidad donde no se tenga agua o bien, que haga frío; esto último, por la temporada de lluvias en las que, en algunas partes de la República Mexicana, se presenta de manera natural por los meses en los que se puede programar dicho curso de verano. Como es lógico, el propósito lúdico-recreativo que persigue esta actividad no se lograría y, por ende, esta acción (planeada) resultaría poco o nada satisfactoria para todos los que en ésta participarían.
Ahora bien, es importante destacar, que la planeación como tal debe considerar, implícita o explícitamente, un vínculo con los contenidos que se abordan en las escuelas y en los programas de estudio. Por ejemplo, si un niño asiste a un curso que tenga, entre otras actividades, realizar una pequeña obra de teatro con títeres de guante; como es y parece obvio, tanto la planeación como el facilitador, tendrá que recuperar esas cuestiones de lo que, en su respectivo nivel educativo, se haya abordado. ¿Conoces una obra de teatro?, ¿la has visto?, ¿dónde la has visto?, ¿quiénes participaron?, ¿cómo actuaron? Son preguntas que, indiscutiblemente, marcarían la pauta para el desarrollo y logro de esa pequeña actividad. Luego entonces, después de esa indagación de ideas previas, dicho facilitador, progresivamente, tomaría las mejores decisiones para que los pequeños logren su cometido.
¿Pasaría lo mismo con la actividad de la recreación acuática que ya abordaba? Desde luego, la planeación (y el facilitador) tendría que considerar algunos aspectos básicos de las matemáticas, español, conocimiento del medio, geografía, naturales, en fin, de todo aquello que, de acuerdo al grado y edad de los pequeños, pudiera emplearse para el logro del objetivo. Por esta razón, es que creo, que las posibilidades son infinitas para que los niños se diviertan, pero, además, para que aprendan; de ahí que reafirme, que todo curso debe tener una intencionalidad didáctica. Hecho que me lleva a la segunda parte de las ideas que ahora les expongo.
Si la intención de un curso de verano es que sus participantes se involucren, aprendan y se diviertan, entonces debemos de considerar que dicho curso es incluyente, es decir, que no deja a nadie afuera para que, de manera conjunta, aprendan y, obviamente, se diviertan. Ahí radica la importancia de estas actividades que, como al inicio de estas líneas decía, tienen como propósito el desarrollo físico y del intelecto. Ya le corresponderá al facilitador la organización de los participantes; ya sea por sus edades, en brigadas, en patrullas, en fin, de la manera en que dicho facilitador considere pertinente porque, si bien es cierto que la diversión y el aprendizaje es harto relevante, no debe perderse de vista que la recreación involucra tales conceptos puesto que, como bien sabemos, ésta es una actividad que trae consigo la participación activa, tanto física como mental, del individuo. De ahí que, la participación activa de TODOS los involucrados: niños, niñas, adolescentes, padres de familia, facilitadores, entre otros, sea fundamental para el logro de la recreación.
Al respecto, existen infinidad de actividades (por ejemplo, algunos cantos) que logran este propósito. Las risas, los movimientos o las expresiones, dan cuenta de lo que puede lograrse a través de estas acciones; por ejemplo, si todos los participantes, sentados, forman un círculo, al ritmo de la canción “Acitrón de un fandago, zango, zango, sabaré…”, pasan un vaso (o cualquier otro objeto que tengan a la mano) hacia la derecha colocándolo en el piso; seguro estoy, que lograrán divertirse mucho, pero también, desarrollarán ciertas capacidades motrices que, indiscutiblemente, traerán consigo un aprendizaje.
Si usted llegó a esta parte de la lectura podrá pensar, que elaborar un curso no es asunto sencillo, y es cierto. Requiere, como ya he dicho, considerar una serie de elementos didácticos y pedagógicos que son importantes para se logre el objetivo propuesto.
Esto, obviamente, lo traigo a colación dada la puesta en marcha, a partir del 8 de junio, de una programación (que ni siquiera es un curso, estrategia o plan educativo) que la Secretaría de Educación Pública (SEP) diseñó con la “intención” de que los niños se “diviertan” y “aprendan” durante las vacaciones (El Heraldo, 8/06/2020) puesto que, como sabemos, el pasado 5 de junio, las actividades a través de la estrategia “Aprende en Casa” culminaron y, como parece obvio, marcaron el cierre del ciclo escolar para los estudiantes.
Una programación que, desde mi perspectiva, carece de una intencionalidad didáctica y, a todas luces, es excluyente. ¿Acaso quienes se encuentran laborando en la SEP no se dieron cuenta de las grandes dificultades que trajo consigo desarrollar la mal llamada estrategia “Aprende en Casa” en los hogares mexicanos?, ¿acaso no saben en la SEP que, aquello que se planee con miras a que los alumnos aprendan, debe tener una intención didáctica?, ¿acaso se les olvidó que son la SEP y no una televisora que simplemente programa contenidos de entretenimiento?, ¿acaso la SEP no sabe que buena parte de la población no cuenta con una computadora o, si la tiene, la emplea toda la familia?, ¿acaso las cápsulas educativas “Telecuantrix” (SEP, 7/06/2020) que promueve esta SEP, para desarrollar el pensamiento lógico computacional, llegarán a todos los hogares? O, peor aún, ¿acaso podrán estudiarse y abordarse los contenidos de esas cápsulas dados los equipos tecnológicos con los que puede contar un hogar, una familia, un estudiante?
Claro ésta, hay una diferencia importante entre recreación y entretenimiento y, al parecer, la SEP no conoce la diferencia entre estos conceptos.
Claro está, que si el objetivo es que los niños y niñas tengan alguna opción que pueda ofrecerles “algo” que vaya más allá de los programas que se trasmiten por un televisor, ésta deberá considerar, al menos, que todos tengan en su hogar una televisión y, desde luego, la señal y/o canales a través de los cuales se observen los contenidos que esa programación señala. Ahí radica el meollo del asunto, porque ni todos los niños tienen un televisor, ni todos los niños y padres de familia cuentan con la tecnología necesaria para acceder a esos programas vía internet o redes sociales. ¿Acaso no se dio cuenta la SEP que la contingencia hizo visible las grandes brechas de desigualdad existentes en nuestro país?, ¿no aprendieron nada de ello? O, peor aún, ¿acaso el Secretario de Educación pensará que la SEP es Tv Azteca o Televisa?
Consecuentemente, considero que la SEP ya no viene dando “palos de ciego”; se ha cegado y ha entrado en una cerrazón de la que, espero, pueda reflexionar y salir para que logre darle sentido a lo que su función le exige: dirigir los destinos de la educación de nuestro país; obviamente, con una perspectiva incluyente y en la que, como parece obvio, todos puedan verse beneficiados.
Ciertamente, dadas las condiciones que nuestro país vive por la contingencia sanitaria, nos ha llevado a evitar o limitar las actividades presenciales como los cursos de verano; luego entonces, mi propuesta va en el sentido de darle opciones de recreación reales, que puedan lograrse a partir de un diagnóstico serio, de las necesidades e intereses que tienen aquellos que cursan sus estudios en alguno de los niveles educativos, y de los contextos en los que éstos viven cotidianamente.
No todo es televisión o redes sociales, la radio, el perifoneo, los cuadernillos, entre otros, son opciones que también son importantes considerar puesto que, como sabemos, nuestro país vive un profundo rezago social y económico, producto de malos gobiernos.
Por ejemplo: ¿se imagina que los perifoneos, aún existentes en buena parte de nuestro México, pudieran difundir cápsulas culturales sobre temas diversos que son tan nuestros y que forman parte de nuestras costumbres y tradiciones?, ¿se imagina usted que los niños, a partir de dichas cápsulas, pudieran construir una historia, cuento o leyenda donde el final sea el que ellos hayan imaginado?, ¿se imagina que estos chicos, a partir de esa cápsula, pudieran construir su propio juego tal y como nosotros, en algún momento de nuestra vida, jugamos “rayuela”, “hoyito” o “trebolito”?
Referencias:
–Puch, M. (8/06/2020). Verano Divertido SEP: ¿Qué aprenderán los niños en la serie TeleCuantrix? El Heraldo de México.
–SEP. (7/06/2020). Boletín No. 148 Trasmitirá Verano Divertido cápsulas educativas Telecuantrix para promover el pensamiento lógico computacional.