La maravillosa oportunidad que tiene, particularmente la escuela normal para hacer investigación, es extraordinaria; esto por una sencilla razón: el vínculo que establece con escuelas de nivel básico para la realización de las prácticas docentes de las futuras maestras y maestros de México es inigualable.
Ya quisieran las Universidades u otras Instituciones de Educación Superior (IES) tener esta posibilidad y este vínculo para ingresar en ciertos periodos de tiempo a observar y registrar lo que sucede en los jardines de niños, primarias o secundarias de la República Mexicana. Escuelas que, por su propia naturaleza y/o composición son, en sí mismas, un semillero de objetos de estudio que pueden ser indagados a partir de la identificación y definición de las problemáticas y/o situaciones halladas en el campo, previa preparación de los instrumentos y técnicas de recogida de datos.
Tal vez por esta y otras razones, desde el año 2012 el currículum para la educación normal dio un giro importante, al introducir la idea de la formación de un docente investigador en estas escuelas porque, si bien es cierto que desde el año de 1984 a las normales les fue conferido el rango de licenciatura y por tanto su currículo debía cambiar, también es cierto que la noción de un docente investigador era necesaria, asunto que le significaría un reacomodo en varias de sus estructuras organizativas pues, de un Plan de Estudios que, aunque sí tenía como propósito la elaboración de un documento recepcional para, por ejemplo titularse, este documento no profundizaba en los elementos metodológicos que requiere una tesina o tesis, porque se planteaba como un ensayo pedagógico a partir de la investigación-acción donde, como se sabe, la reflexión de la práctica es el elemento central en este proceso.
Lo anterior podría llevarnos a comprender, los pasos que se han venido gestando en estas instituciones formadoras de docentes en el ámbito de la investigación educativa; como decía, no fue un asunto menor el transitar de un Plan de Estudios que marcaba la pauta para la formación de un maestro o maestra considerando a la pedagogía y la didáctica como los ejes fundamentales de su quehacer, a otro donde además de esta formación se pretendía que indagara o, más bien, profundizara en algo que ya venía realizando como la observación o la entrevista (por ejemplo), con el rigor metodológico que la propia metodología le significa. Rigor tan necesario para no desviarse del camino o, dicho en otras palabras, de la ruta crítica que pudo haber sido planteada en un protocolo de investigación.
Entonces, si consideramos que este transitar ha sido reciente, podríamos también considerar por qué en el año 2017 surgió un proyecto que ha venido ganando fuerza en los últimos años entre la comunidad normalista; me refiero al Congreso Nacional de Investigación sobre Educación Normal (CONISEN), un espacio en el que concurren estudiantes y docentes de todas las latitudes para exponer y/o participar en paneles de expertos, coloquios, cursos, talleres, presentación de libros, presentación de revistas, exposición de ponencias, carteles y videos; además de la escucha de un cúmulo de conferencias magistrales cuyos ponentes provienen de diversas IES, pero también, de las propias escuelas normales.
En su recorrido, este CONISEN cuenta con 6 ediciones, mismas que se han desarrollado en diferentes estados como Yucatán, Aguascalientes, Baja California, Sonora, Nuevo León y, recientemente Veracruz; entidades en los que la comunidad normalista ha sido el epicentro de un interesante diálogo e intercambio de experiencias sobre temas diversos dada la amplitud de las líneas temáticas que ha propuesto la Dirección General de Educación Superior para el Magisterio (DGESUM) en su convocatoria.
Sobre esta última edición, la realizada en Veracruz, podría decir que estuvo llena de simbolismos que marcaron la ruta del trabajo, por ejemplo, se desarrolló en las instalaciones de la Benemérita Escuela Normal Veracruzana “Enrique C. Rébsamen” ubicada en Xalapa; escuela normal que, por donde quiera que se mire, es un emblema del normalismo mexicano en nuestro país; la inauguración tuvo lugar en su auditorio cuya majestuosidad cuenta la historia por la que han transitado diversos personajes de la política, pero principalmente, del mundo educativo; y bueno, prácticamente todos las presentaciones de los participantes se realizaron en cada una de las aulas, insisto, de esta emblemática escuela. ¿Habrá mayor simbolismo que éste?
Pienso, tal y como lo he señalado en artículos que he escrito sobre este tema y que he publicado en este y otros espacios, que darle la voz a los diversos actores que concurren en las escuelas, en este caso las normales es extraordinario, pero lo que resulta doblemente extraordinario ha sido, es y será fomentar la participación de alumnas y alumnos normalistas cuyo interés por la investigación y de lo que esta se desprende puede notarse inmediatamente. Creo entonces, que un encuentro entre todo ese normalismo extraordinario se da en este tipo de latitudes, pero también, en cada una de las normales donde cada uno de sus actores influyen para que los estudiantes se formen con esa mirada puesta en la indagación, sin perder de vista su quehacer pedagógico que se materializa, por así decirlo, en cada una de las aulas a las que cotidianamente asisten a realizar sus prácticas profesionales.
Recuerdo que a la primera edición llegaron poco más de 700 asistentes; en la efectuada en Xalapa, Ver., se contabilizaron más de 2000 participantes; este pequeño dato podría reflejar el avance que ha tenido este Congreso, pero lo más relevante que, desde mi perspectiva no debería perderse de vista, está en los trabajos expuestos resultado de los avances y/o conclusiones de las investigaciones realizadas en un grupo, una escuela, una normal, entre otros.
¡Enhorabuena para todos los participantes!, ¡enhorabuena para la DGESUM por este proyecto! Sin duda, habla de ese normalismo extraordinario que está vivo en nuestro intricado Sistema Educativo.