“El desarrollo cognitivo de un niño se basa en una progresión de habilidades que deben ser fortalecidas a través de experiencias concretas. La maduración y el desarrollo físico son fundamentales antes de intentar enseñar habilidades abstractas como la escritura.” Jean Piaget
Resulta común para quien desconoce el ámbito de las organizaciones educativas, que les parezcan extrañas, por el desconocimiento, claro, aquellas acciones psicopedagógicas y didácticas que entrañan en sí múltiples procesos que se desarrollan acorde a la realidad del desarrollo psicológico, social, biológico y cultural de las niñas, niños y adolescentes de acuerdo con el contexto en el que se desenvuelven.
En la sociedad actual, existe una tendencia creciente a pensar que entre más temprano las niñas y los niños aprendan a leer y escribir, mejor será para su desarrollo. Sin embargo, en lo que respecta a la escritura, es fundamental comprender que este proceso va mucho más allá de aprender a trazar letras sobre un papel.
El proceso para llegar a ello inicia mucho antes de que las niñas y los niños siquiera comprendan lo que significan las letras, se trata de un proceso cuidadosamente derivado de las acciones previas que promuevan su madurez, no solo de los trazos, sino de los aspectos que, acordes a su desarrollo, se lleven a cabo en su interior y esto es algo muy diferente en cada niña o niño, puesto que esto dependerá de múltiples factores vividos en sus antecedentes escolares, familiares e incluso hereditarios así como de hábitos y constructos previos.
Así, la escritura implica una serie de habilidades motoras finas y una preparación física que, junto con la madurez mental, deben desarrollarse antes de que la niña o el niño esté realmente listo para enfrentar el aprendizaje formal de la escritura.
Ciertas actividades son cruciales para preparar las manos y los dedos de los pequeños, fortaleciendo los músculos necesarios y mejorando su coordinación motora. Actividades como moldear plastilina, rasgar papel, hacer bolitas, exprimir objetos, pegar y despegar materiales, doblar, enroscar y desenroscar, ensartar cuentas, y utilizar tijeras son ejercicios esenciales que ayudan al desarrollo de la motricidad fina. A través de estos ejercicios, las niñas y los niños adquieren destrezas que les permitirán en el futuro sostener un lápiz adecuadamente y hacer movimientos controlados con sus manos.
Estas actividades no son juegos sin sentido, sino prácticas fundamentadas en teorías del aprendizaje y desarrollo infantil que buscan construir una base sólida para la futura adquisición de habilidades académicas. La motricidad fina, la coordinación visomotora y la capacidad de controlar los movimientos pequeños son aspectos que requieren un tiempo y un esfuerzo para desarrollarse adecuadamente. Cuando estos procesos son respetados y trabajados a su ritmo, las niñas y los niños enfrentan el aprendizaje de la escritura con confianza y habilidad, en lugar de frustración.
Lamentablemente, en algunas escuelas, especialmente en el nivel preescolar, se observa una presión de las familias por adelantar estas habilidades sin respetar las etapas de desarrollo. A las niñas y a los niños se les exige que se desempeñen en actividades para las cuales aún no están preparados, lo que puede llevar a una experiencia de aprendizaje negativa y estresante. En lugar de presionarles con exigencias prematuras, es esencial que como sociedad promovamos y valoremos estas actividades previas, ya que están diseñadas para asegurar que las niñas y niños estén física y mentalmente en su momento óptimo para la escritura cuando llegue el momento adecuado. Confiemos en nuestras maestras y maestros. Porque la educación es el camino…
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