La gravedad del asesinato y desaparición forzada de estudiantes normalistas en Guerrero nos debe por lo menos indignar.
El Gobierno Federal, así como el Estatal garantizaron en diferentes conferencias de prensa que no habrá impunidad y que los responsables enfrentarán el peso de la ley.
Sin embargo, las palabras del mandatario de la Nación, Enrique Peña Nieto en su acomodada conferencia donde no aceptó preguntas de los reporteros parecieron huecas y como siempre, más de lo mismo.
Así también el Gobernador guerrerense, Ángel Aguirre, que dijo que renunciaría a su cargo si eso ayuda a “dar claridad al asunto”, pero igual, palabras huecas y más de lo mismo.
Excusas y explicaciones de ineficaces autoridades frente a la brutalidad de un crimen totalmente de estado que polariza aún más al País y que nos advierte de los tiempos difíciles por venir.
Y es que resulta paradójico que el Estado mexicano acostumbrado a desestimar los movimientos sociales de los normalistas rurales y exhibirlos al escrutinio público como revoltosos, flojos, criminales y cuanto adjetivo se le ocurra a quien prejuzga la protesta, con aberrante acción criminal queda más que claro quienes son los delincuentes.
Y si el Presidente Enrique Peña Nieto, así como el infumable Gobernador guerrerense estiman que sus lamentos alivian el dolor de los familiares de los normalistas, están muy equivocados.
Ellos (los familiares) exigen justicia por los brutales asesinatos, y que regresen con vida sus desaparecidos. ¡Solo eso!
El comentario aparte:
Luego de que se revelara en medios de comunicación que el vocero del movimiento estudiantil, del IPN Daniel Antonio Rosales mantiene vínculos con el Movimiento Regeneración Nacional (MORENA), estudiantes de la ESIA, en asamblea, ratificaron a su compañero como portavoz del movimiento.
“…damos apoyo y voto de ¡total confianza! a nuestro vocero”, revelaron en redes sociales.