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En éste ciclo escolar (2012-2013) entraron en vigor las nuevas normas generales para la evaluación, acreditación, promoción y certificación en la educación básica que impiden la reprobación de los alumnos hasta tercero de primaria y “facilidades” para acceder a los grados posteriores.
Parece claro el mensaje, el Estado mexicano quiere terminar con la reprobación y la deserción escolar.
Así a botepronto tiene lógica el asunto porque tales términos no debieran existir en el lenguaje estadístico que regula a la educación, sin embargo, ya en el fondo y sustancia de la nueva modalidad evaluativa y en un sistema como el mexicano, no son coherentes ni sostenibles tales pretensiones. Me explico un poco.
Eliminando la reprobación solo porque así lo regula el acuerdo número tal, no representa en automático acabar con los reprobados. El individuo que no desarrolló las competencias básicas tarde o temprano lo ha de reprobar la vida cuando no encuentre las soluciones a problemas que irremediablemente va a enfrentar.
Estadísticamente los reprobados no van a existir y con ello los niveles de deserción irán a la baja, pero los rasgos del perfil de egreso de la educación básica serán letra muerta porque no se estaría garantizando la formación de ciudadanos capaces, sino ciudadanos “certificados” (como sucede hasta hoy)
Muy de acuerdo con eliminar la reprobación y deserción, pero con otras formas.
Hay que mirar con ojos serios al variopinto sistema educativo mexicano. Con todos sus vicios y virtudes.
Mirar las condiciones en las que trabajan los maestros, el número de niños que atienden, los grupos multigrados, el medio que los rodea y sus necesidades de formación continua.
Cortar de tajo los intereses enraizados en las entrañas de la SEP y del Sindicato de Maestros. La prioridad política ya no debe estar por encima de la prioridad educativa.
Seleccionar perfiles idóneos y académicos para que encabecen responsabilidades en la dirección de un sector tan importante con la SEP.
Legislar reformas con certidumbre y no acartonadas, sin espíritu mezquino.
Participación social responsable donde los padres de familia comprendan que la escuela los necesita colaborando de la mano con sus hijos y maestros.
Eliminar la reprobación y la deserción sí, pero atendiendo la calidad de la educación que solo representa discurso sexenio tras sexenio, pero que no logra garantizar el Estado.
En conclusión, las estadísticas sin reprobados y sin desertores no abonan nada al desarrollo de un País que necesita ciudadanos competentes. Solo contribuye al engaño social y fortalece el ego del gobierno en turno.