A inicios de este mes de diciembre, se dieron a conocer los resultados del Programa para la Evaluación Internacional de los Estudiantes (Programme for International Student Assessment – PISA por sus siglas en inglés), el cual se aplicó del 23 de abril al 11 de mayo de 2018 a 1 millón, 480,904 estudiantes de 15 años en nuestro país que cursaban tercero de secundaria o primer grado de Educación Media Superior.
El examen PISA es aplicado en el marco de las economías más poderosas del mundo, las cuales pertenecen a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), de la cual México forma parte desde el 18 de mayo de 1994, es decir, hace un poco más de 25 años, la cual se aplica, cada tres años, focalizando en cada aplicación en un área temática distinta, ya sea lectura (2000, 2009 y 2018), matemáticas (2003 y 2012) y Ciencias (2006 y 2015). Lamentablemente en esta última ocasión el gobierno federal anterior no realizó muestras del examen en las entidades federativas, lo que eliminó la posibilidad de comparabilidad de éstas.
En ese mismo lapso, nuestro país llevó a cabo, bajo el régimen neoliberal de combate a la pobreza a través del programa estrella de los diferentes gobiernos, en donde, de acuerdo a cifras oficiales, al inicio del programa Solidaridad en el gobierno de Salinas de Gortari había 46.1 millones de pobres, el cual culminó con 47 millones en 1994.
Es decir que, 25 años después y con la aplicación, además, de los programas PROGRESA (Zedillo), OPORTUNIDADES (Vicente Fox y Felipe Calderón) y PROSPERA (Peña Nieto), y con un gasto de 2.8 billones de pesos, tan solo en el sexenio de este último, para el 2018, según datos del CONEVAL, el país contaba con 52.4 millones de pobres.
Con lo anterior resulta por demás evidente dos cosas, primero, que con la multimillonaria aplicación de recursos, hoy tenemos 5.4 millones de pobres más que hace 25 años, lo que indica claramente una falla en el sistema de combate a la pobreza con dichos métodos y, segundo, que el porcentaje de personas en pobreza, corresponde, en similares proporciones, a los porcentajes de estudiantes con bajas o muy bajas calificaciones en el examen PISA, demostrando así su relación, y que sí es urgente y necesario un cambio profundo en la política educativa, pero, más allá de eso, la necesidad de un cambio radical en la política económica y la manera en que se lleva a cabo el combate a la pobreza en nuestro país.
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