Vivimos en un momento muy complejo y desafiante. El conocimiento se genera a una velocidad inédita y la tecnología ha transformado la manera en que vivimos y trabajamos. En muchos sentidos, más que una era de cambios, estamos viviendo un cambio de era. Nuestros niños y niñas vivirán en un mundo que aún no conocemos y tendrán trabajos que todavía no se inventan.
Ante cualquier amenaza, una educación de calidad es nuestra mejor defensa. Si queremos que las nuevas generaciones de mexicanos enfrenten con éxito los retos que les tocará vivir, no pueden seguir aprendiendo de la misma manera en que lo hicieron sus padres y sus abuelos. Necesitamos una verdadera revolución educativa.
Por ello, en 2014 iniciamos un proceso de revisión del modelo educativo, incluyendo los planes y programas de estudio, que nos permitió construir una propuesta que presentamos en julio de 2016. Los documentos fueron analizados durante varios meses por maestros, directivos, padres y madres de familia, académicos, organizaciones de la sociedad civil, empresarios, legisladores, niños, niñas y jóvenes, así como las entidades federativas. En total, el CIDE —encargado de recopilar y ordenar las opiniones— capturó más de 300 mil comentarios.
Tomando en cuenta todas estas aportaciones, el día de hoy damos a conocer el nuevo modelo educativo, que parte de una premisa fundamental: primero son los niños. Nuestro principal objetivo es que todos los niños, niñas y jóvenes, sin importar su condición, origen o contexto, se formen integralmente y puedan ser exitosos en el siglo XXI. Nuestra visión es educar para la libertad y la creatividad.
La nueva propuesta pedagógica consiste en tres documentos. El primero es la “Carta de los fines de la educación en el siglo XXI”, que explica qué mexicanas y mexicanos queremos formar. Esta carta debe servir como guía para orientar los esfuerzos de maestros, directivos, padres y madres de familia, y alumnos, así como de las propias autoridades educativas.
El segundo documento es el “Modelo educativo”, que detalla, en cinco ejes, cómo se debe reorganizar el sistema educativo y sus políticas públicas para lograr que todos los niños, niñas y jóvenes desarrollen su máximo potencial y sean felices. Por último, el tercer documento se refiere a los pasos que seguiremos para implementar este nuevo modelo educativo y hacerlo realidad en cada escuela y en cada aula del país.
Muchos pensarán que lograr esta transformación es imposible. Sin embargo, en mis recorridos por las escuelas del país me he encontrado con muchas historias que ya son parte esta nueva visión de la educación y que ilustran cada uno de los cinco ejes que componen al nuevo modelo educativo.
El primer eje es el planteamiento curricular y constituye el corazón del modelo. El objetivo es dejar atrás la memorización para que los niños aprendan a aprender y a convivir. Para lograrlo, necesitamos una nueva pedagogía, que los motive y los inspire a romper paradigmas.
Un gran ejemplo de ello es el maestro Erick Rivera de Guanajuato a quien conocí la semana pasada. A fin de aprovechar la diversidad de los alumnos que tiene en su escuela multigrado, se le ocurrió diseñar un manual de tutoría para que los estudiantes mayores ayuden a los más pequeños a investigar, analizar información, sintetizarla y a presentarla, lo que representa un aprendizaje importante para todos los involucrados.
El segundo eje consiste en fortalecer nuestras escuelas porque ahí se encuentran los alumnos. Debemos dejar atrás el antiguo sistema vertical, rígido y burocrático que las agobiaba, para otorgarles más autonomía, al mismo tiempo que les brindamos más acompañamiento y apoyo.
Queremos que las comunidades escolares puedan tomar sus propias decisiones y en cada caso encontrar la mejor manera de enfrentar sus retos para desarrollar el máximo potencial de sus alumnos. Esto es algo que ya sucede en la escuela primaria Siete de Enero, de la Ciudad de México. Con gran liderazgo, la directora Guillermina Salas ha consolidado una comunidad educativa unida y participativa en la que los padres de familia se involucran en la vida de la escuela y supervisan las obras de mejora del programa Escuelas al CIEN.
El tercer eje del modelo consiste en apoyar la formación y el desarrollo profesional de los maestros. Los docentes son quienes están en las aulas todos los días, guían a nuestros hijos en su desarrollo y los inspiran a cumplir sus sueños. Los maestros del nuevo modelo educativo están orgullosos de ganarse su lugar por su propio mérito y no debérselo a nadie.
Por ejemplo, está el maestro Javier Rodríguez, quien tras 22 años de dar clases en una secundaria no había podido obtener una plaza. Finalmente, gracias al nuevo modelo pudo presentar su concurso de ingreso y obtener su plaza, con una de las calificaciones más altas de todo el país.
También está el caso de David Flores, egresado de la Normal Rural Isidro Burgos de Ayotzinapa y Francisco Salmerón de la Normal de Iguala. Si bien al principio tenían dudas sobre el proceso de ingreso al Servicio Profesional Docente, ambos me platicaron lo satisfechos que estaban de haberse ganado un lugar por su propio esfuerzo.
El cuarto eje del modelo es la equidad y la inclusión. Se trata de que todos los niños, niñas y jóvenes, sin distinción de género, origen o contexto, tengan acceso efectivo a una educación de calidad que les permita desarrollarse plenamente y ser felices.
Un gran ejemplo es la primaria Agustín Rivera, que visité por primer vez en 2015. Su directora, la maestra Bernarda Vital, ha logrado construir un ambiente incluyente en donde se valora la diversidad. En esa escuela conocí a niños indígenas, inmigrantes chinos y alumnos con discapacidad que se respetan, conviven y aprenden juntos.
Finalmente, en su quinto eje, el modelo establece los principios y mecanismos que permitirán una mejor colaboración de todos los actores que participan en la educación de los niños y jóvenes.
Los documentos que hoy presentamos se construyeron a partir de la visión de muchos mexicanos. Si bien los que participaron en este proceso podemos tener visiones distintas en muchas cosas, nos une la convicción de que la educación es lo más importante.
Llevar a la práctica esta nueva visión será un proceso largo y complejo, en el que todos tenemos un papel crucial que jugar. Ante los retos de nuestro tiempo y por una causa tan importante, tenemos que cerrar filas y trabajar juntos por nuestros niños y por México.
Fue publicado en Milenio