“Son 39 222 que no sabemos dónde están”, asegura Emilio Chuayffet en referencia a los maestros que, según el censo escolar del INEGI, no se encuentran en sus centros de trabajo.
Fantasmas o aviadores, el caso es que el dato revelado cuenta el terrible desaseo del sistema educativo mexicano.
Tamaño problema es el resultado del abandono en el que a través los sexenios fue empantanada la educación, que poco ha importado a quienes comandan las políticas públicas del País.
A eso sume el lector los treinta mil comisionados que por increíble que parezca, no se sabe cuántos son de la SEP y cuantos están asignados a los sindicatos.
El censo escolar sin duda es un ejercicio sin precedentes. Eleva nuevamente el debate y sube a tarima otra serie de cuestionamientos a un sector estratégico para el desarrollo del País.
Hay que ser cautelosos con la autoridad de los datos que el INEGI revela, pues el sector educativo no tiene nada de distinto a los demás sectores que forman parte de la monstruosa burocracia que hizo raíces en México.
Para nada hay que rasgarse la vestiduras ante las cifras de aviadores y comisionados pues el abuso está en el sistema engendrado por la insaciable clase política que se ha beneficiado y sigue beneficiándose del erario público cual posesión suya y solo suya.
Sin embargo, hay que actuar ya. No debe quedar el trabajo del INEGI como un mero ejercicio estadístico. Craso error si así sucede.
Hay que ir a las acciones y poner orden a la sangría que representa pagar a quien ni siquiera se sabe dónde está.
Además, se debe conocer exactamente dónde están esos comisionados. Es un dato importante porque la ley del servicio profesional docente no deja lugar a dudas respecto a las implicaciones que tiene un trabajador si no está dentro del servicio docente.
Es importante saber si éstos comisionados cargarán o no con el peso de la ley docente.
Pero más allá de los número y las cifras están los nombres.
Necesario saber quiénes son los aviadores y quiénes los comisionados, desde cuándo merman el presupuesto educativo y quiénes lo han permitido.
La pregunta es: ¿lo sabremos?