El Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE) reveló en su informe 2014 que, el 67% de los preescolares, 50.7% de las primarias y 46.5% de las secundarias; son escuelas incompletas.
Los datos cuentan del grueso número de maestros que a parte de su función pedagógica, son literalmente obligados por la autoridad educativa a administrar una escuela, lo cual desde el entendimiento del organismo de la evaluación; “resta tiempo” a la enseñanza.
Éstos maestros mejor conocidos como directores comisionados, no perciben compensación alguna por el encargo administrativo. Saben de la tamaña burocracia que deben torearse todo el ciclo escolar.
Deben inmerecidamente conjugar su responsabilidad pedagógica con los innumerable informes que la autoridad educativa exige para el “correcto” funcionamiento de las escuelas.
Se cuidan además de no cometer algún error administrativo, de lo contrario, serán sancionados como si fueran directores efectivos, que dicho sea de paso, sí percibe paga por su labor.
Es decir, para la autoridad educativa no hay distingo entre director comisionado y efectivo cuando ejecuta las acciones punibles, pero si cuando se trata de compensarles el trabajo realizado.
Y es que aún cuando pomposamente se anunció al inicio del ciclo escolar 2013-2014 la puesta en marcha del “nuevo enfoque de trabajo en educación básica”, que plantea entre otras cosas la descarga administrativa, lo cierto es que el asunto no pasó de un simple y llano discurso de escritorio.
En ese sentido hoy más que nunca “al César lo del César”. Resulta impostergable delimitar la labor pedagógica de los maestros.
Corresponde a la autoridad educativa hacer del maestro un agente de tiempo completo, dedicado sin perturbaciones a la enseñanza.
Pero si aún con los datos duros que el INEE ha revelado en su informe la SEP ignora este desfiguro en el funcionamiento de las escuelas, enviaría el claro mensaje de que le importa un pimiento sus maestros, así como la traída y llevada calidad de la enseñanza.
Porque en este elemental acto de justicia con el magisterio, no solo ganan los docentes; también la razón primaria de cualquier sistema educativo: los alumnos.