Cuando un nuevo gobierno asume el poder, también llegan nuevas propuestas a implementar que por lo general responden a promesas realizadas en campaña. En México, en el terreno de la educación, sepultar el pasado inmediato en cuanto a la “mal llamada Reforma Educativa” fue un compromiso que el gobierno de la 4T volvió realidad.
El 15 de mayo de 2019, el presidente anunciaba la derogación de aquella Reforma, que en ese momento cumplía con el aval de la mitad de los congresos estatales, lo que permitiría en su momento reformar la Constitución mexicana. En esa misma fecha se proponía una reforma constitucional para construir un nuevo proyecto educativo. Paralelo a ello, vendría el establecimiento del Acuerdo Educativo Nacional, que implicaría la realización de foros y de un proceso legislativo que consentiría modificaciones a los artículos 3, 31 y 73 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.
Esto concluiría con la publicación en el Diario Oficial de la Federación (DOF) de la ley General de Educación, la Ley General del Sistema para la Carrera de las Maestras y los Maestros, y la Ley Reglamentaria del artículo 3º, en materia de Mejora Continua de la Educación (DOF, 30/09/2019). Todo fue parte de la conformación legal para configurar y poner en marcha al proyecto educativo de la 4T en educación básica.
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Así, el 6 de julio de 2020 se expedía el Decreto por el que se aprobó el Programa Sectorial de Educación (PSE) 2020-2024, derivado del Plan Nacional de Desarrollo (PND) 2020-2024, lo que lleva a reflexionar brevemente sobre el proyecto denominado: la Nueva Escuela Mexicana (NEM).
¿Qué es la NEM? El glosario del PSE, le define como “concepción de la escuela que busca la equidad, la excelencia y la mejora continua en la educación, para lo cual colocará al centro de la acción pública el máximo logro educativo de las niñas, niños, adolescentes y jóvenes. Tendrá como objetivos el desarrollo humano integral del educando, reorientar el Sistema Educativo Nacional, incidir en la cultura educativa mediante la corresponsabilidad e impulsar transformaciones sociales dentro de la escuela y en la comunidad”.
Sin embargo, al reflexionar sobre esta concepción institucional, se debe complementar que la NEM tiene dos puntos de inicio (1) es una propuesta de proyecto educativo planteada por el ejecutivo federal desde los inicios de su gestión y, (2) es una idea surgida en el Acuerdo Educativo Nacional en que participo una gran parte de los actores e instituciones educativas y que lidero en ese entonces el Secretario de Educación, Moctezuma Barragán.
Por cualquiera de las dos posibilidades, la Nueva Escuela Mexicana no se puede definir por si sola en un concepto. Está involucra varias acciones para hacerla realidad. A decir de quien escribe la NEM es una utopía que se encuentra en permanente construcción desde la idea hasta la práctica, además de ser un conjunto de elementos que deben mejorar en las dimensiones: humana, conceptual, normativa, administrativa, organizativa, pedagógica, curricular, tecnológica, financiera, de infraestructura, de servicios escolares, de materiales, de formación y capacitación y, de innovación.
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Construir una nueva escuela para cualquier sociedad no es algo nuevo. Es una constante, es una promesa de siempre, es una utopía fácil de ofrecer, pero difícil de lograr. Los actores educativos no deben perderse en lo abstracto, deben encontrar la mejora continua en los hechos.
Lo que comienza a preocupar es que en los recintos escolares del nivel básico todavía no se aprecia esa añorada “Nueva Escuela Mexicana”. Es más, en muchas de ellas hay muchas carencias, no hay agua, ni luz, y lo más importante no hay actitud. Las cosas y el personal siguen igual, no se ven cambios, siguen navegando conforme se mueve la ola.
Pareciera ser que algo no se está haciendo bien. A inicios del ciclo escolar 2019-2020 se promovía en el discurso normativo que en agosto de 2021 se pondría en marcha el nuevo plan de estudios de la NEM para poder dejar de lado y por completo los planes de estudio 2011 y 2017. Desafortunadamente no sucedió así. Apenas el lunes 31 de enero de 2022 se inició con este proceso de construcción curricular. La pandemia no estaba considerada en la planeación educativa y así se transitó por el “Centenario de la Secretaría de Educación Pública”, sin un Plan de Estudios para la educación básica.
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Para lograr sus objetivos de gobierno, el Ejecutivo Federal se auxilia de las Secretarías de Estado o Dependencias. El presidente tiene la facultad de nombrar y remover libremente a los responsables de los órganos de carácter político-administrativo y estos a su vez a sus estructuras orgánicas en cada subsistema. La pregunta es, si se tenía todo para poner en marcha el camino hacia una transformación educativa mexicana, ¿Por qué no se ha logrado?, ¿Quiénes están operando en contra de la propuesta presidencial o del acuerdo educativo nacional? Algo no está funcionando. La parte normativa y el apoyo del ejecutivo se ha tenido. La parte directiva-operativa no ha dado resultados.
Aunque la propuesta de la Nueva Escuela Mexicana fue una idea que se promovió entre 2018 y 2019, la mayoría de quienes acompañan a la 4T como funcionario o servidor en la Administración Pública Federal, tomaron sus encargos desde el 1 de diciembre de 2018. Es decir, han transcurrido tres años con dos meses desde que estos actores iniciaron su gestión en el proyecto educativo. ¿Quién está detrás de cada escritorio en la estructura orgánica de la SEP? Convendría revisar perfiles, formación, experiencia y antecedentes, tal vez ahí se encuentre la respuesta del porqué no hay cambio y mejora alguna en la educación básica.
Para transformar la educación en México, hace falta actitud, compromiso y valor. Hacen falta funcionarios responsables, no apatía, ni temor. Basta de culpar a la Pandemia. Necesitamos acción no para construir solo una nueva escuela, sino transformar la educación en México. ¡Necesitamos realidades, más que utopías para construir una mejor sociedad mexicana!