La escuela, entre la realidad y la aspiración

Entender la función social de la escuela implica reconocer su fundamento en las raíces de las familias y de la sociedad.
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“La función de la educación es enseñar a uno a pensar intensamente y a pensar críticamente. Inteligencia más carácter – esa es la meta de la verdadera educación.” – Martin Luther King Jr.

El aprendizaje trasciende los muros de la escuela; es un proceso continuo que se da en el hogar, en la calle y en cada interacción diaria. Las experiencias significativas de la vida cotidiana son fuente de aprendizaje práctico y, a menudo, están arraigadas en los valores y principios inculcados en el hogar. Sin embargo, la escuela juega un papel crucial en la sociedad contemporánea, más allá de su función tradicional de educar.

La escuela y en general todo el personal que trabaja en los centros educativos, son parte de la respuesta que el Estado brinda para cumplir con el derecho a la educación de las niñas, niños y adolescentes en cada uno de los rincones del país.

La importancia de la escuela no radica solamente en la transmisión de conocimientos, sino en su habilidad para preparar a las personas jóvenes para utilizar de manera crítica y beneficios en su propia vida la información y los contextos culturales, sociales y económicos que les rodean. En un momento histórico en el que se debate intensamente sobre la relevancia del currículo escolar, reflexionar sobre la función estructural de la educación formal se vuelve imperativo.

La escuela no solo se nutre de los ideales y estructuras sociales propuestas por el Estado, sino que integra el contexto vivencial del estudiante como un elemento esencial para el aprendizaje. Reconoce la realidad personal, familiar y social como el eje sobre el cual deben girar los valores y principios para que el aprendizaje sea verdaderamente significativo.

Entender la función social de la escuela implica reconocer su fundamento en las raíces de las familias y de la sociedad. Aunque a menudo se le critique por métodos que parecen obsoletos, la escuela debe mirar hacia el futuro sin perder de vista la realidad presente de sus estudiantes. En un país de gran diversidad cultural y marcada desigualdad social, la educación tiene el potencial de ser un agente transformador que permite a cada niño y adolescente comprender su entorno y utilizar ese conocimiento para mejorar su realidad individual.

La escuela ofrece, por tanto, una oportunidad única para que niños, niñas y adolescentes enfrenten el mundo actual y se preparen para su futuro, respetando y valorando su contexto particular. Con más de un cuarto de millón de centros educativos y más de 26 millones de estudiantes, la educación se posiciona como un elemento fundamental y poderoso en la construcción de una sociedad más equitativa y consciente.

Reflexionar en estos últimos días del año sobre la educación es reconocer su valor transformador y su potencial para capacitar a las nuevas generaciones en la construcción de un futuro mejor, partiendo de su realidad específica y equipándoles con las herramientas necesarias para enfrentar y dar forma al mundo que les rodea. La educación es, en este sentido, no solo un derecho sino una herramienta imprescindible para el progreso social. Porque la educación es el camino… Muy Feliz año 2024.

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