La educación en México a 12 años de la Reforma. Parte 1

Dentro de 12 años cuando ya se hayan agotado las tres oportunidades de aquéllos que resulten insuficientes e inicie la invitación a retirarse o ...
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Dentro de 12 años cuando ya se hayan agotado las tres oportunidades de aquéllos que resulten insuficientes e inicie la invitación a retirarse o cambiar de actividad, cuando haya ocurrido la desbandada jubilatoria y las vacantes hayan sido ocupadas por profesionales no normalistas, sí universitarios, cuando las escuelas privadas se hayan fortalecido por presumir de tener los mejores planes de estudios y las mejores instalaciones y, desde luego, los mejores maestros; pronostico una educación básica totalmente deshumanizada.

Divido el tiempo, para explicarme mejor, en “Antes de la Reforma” que también podría definirse como “Antes del encarcelamiento de Elba Esther”, y “Después de la Reforma” o “Después del encarcelamiento de Elba Esther”

Antes de la Reforma y voy más allá en el tiempo, antes de Carrera Magisterial, había demanda de ingreso a las escuelas Normales. Acudían alumnos por vocación, pero también por las consabidas reflexiones paternas: “Mi hijo presentó en tal Universidad y no pasó; presentó en tal Tecnológico y no pasó, así que pues con tal de que no pierda un año, que estudie ¡aunque sea para maestro!” No es que esta decisión sea rigurosamente causante de la deficiencia educativa en México, no. Conozco más de una decena de maestros amigos que así llegaron a la escuela Normal y ahora son respetados y responsables profesionales de la educación. Entonces, las escuelas Normales  fortalecían la preparación para trabajar en el aula y para transformar una comunidad y reitero con grandes letras TRANSFORMAR UNA COMUNIDAD. ¿Recuerda alguien las escuela rurales, antecedente de las federales, creadas por el Profr. Rafael Ramírez?, ¿qué es hoy de ellas?

Los maestros al concluir la educación Normal, deberíamos acudir a nuestras comunidades, obteniendo nuestra primera plaza al lugar donde hubiere. Para mi Estado, se daban unas cuantas en él y las demás en otros. 120 alumnos egresamos en mi generación y ya se hablaba de empezar a “cerrar” el número de inscritos. Los llantos surgían a cántaros cuando recibíamos directamente de la desaparecida Dirección Federal de Educación Primaria, los despachos con el lugar del país a donde iríamos a trabajar a partir del mes de septiembre venidero; lágrimas por temor a lo que se desconocía, mezcladas con la alegría de saber que el trabajo ya se tenía y provocar la esperanza de trabajar arduamente para pensar después en solicitar cambio de Estado y regresar al terruño.

Todos tomábamos el rumbo a nuestras escuelas recordando lo que nuestros maestros nos habían dicho: presentarnos con el supervisor para que nos oriente cómo llegar a nuestra comunidad y una vez ahí encontrar a la autoridad máxima para presentarnos e iniciar nuestro acomodo en el lugar que sería nuestro hogar por mucho tiempo. Es decir, salíamos dispuestos a vivir en el lugar donde estuviera nuestra escuela de adscripción. ¿Estarán dispuestos los jóvenes universitarios en ir a vivir en sus comunidades y esperar a demás a que pasen tres meses o más para recibir el salario? Si podemos observar que los normalistas recién egresados procuran de forma urgente ubicarse lo más cerca posible de sus casas de origen y eso que ahora – hablo de lo que ocurre en mi Estado – ya nadie ocupa plaza fuera de Yucatán.

Aquí inicia la deshumanización del profesional del magisterio. Aclaro que hay algunos que sí conviven con su comunidad; pero por lo general no se quedan en ella para conocer e integrarse; no quiero imaginar qué harían si tuvieran que irse de Yucatán a Zacatecas o Sonora a obtener la plaza educativa. ¿De esto es culpable el nuevo maestro? ¿La escuela que lo formó?

Los maestros de hace 25 o más años de antigüedad y que seguimos en activo, sabíamos que con el sueldo de plaza inicial no nos alcanzaría para superarnos decorosamente y tener las comodidades que la vida moderna nos ofrecía en ese momento y mucho menos las de ahora, añadido al interés de formar una familia; entonces tomábamos la opción de conseguir otra plaza en el nivel de primaria o en secundaria; en el primer nivel pues hablando seriamente con algún poderoso funcionario o amigo bien relacionado, con las consabidas prebendas desde luego y en el segundo nivel tomando la decisión de estudiar la Normal Superior consiguiendo alguna especialidad de nuestro gusto; o bien de ocupar nuestras tardes en alguna otra actividad diferente al magisterio pero en la cual nos desenvolvíamos perfectamente por la capacidad que nos desarrollaba la escuela Normal al enfrentarnos a lo que la vida laboral nos deparaba.

Si obteníamos otra plaza de primaria, ya con dos sueldos alcanzaba perfectamente para todo, sabíamos que no aspirábamos a más; y si bien había que correr de una escuela a otra, en ambas se cumplía con decoro y eficiencia. Acoto que en estos casos también había a quienes se les daba por compromiso, compadrazgo, amiguismo, trueque económico y que en ambas plazas el docente no servía ni para una ni la otra; los maestros flojos han existido desde siempre.

Si terminábamos la Normal Superior, que estudiábamos en cuatro años durante los meses de julio y agosto completitos, entonces empezábamos a conseguir horas en el nivel de secundaria; a quien bien le iba, por la misma visión de mejoría económica renunciaba a la primaria y se enfocaba al trabajo por horas en secundaria, ya que al tener tiempo completo se percibía un ingreso que daba para todo; desde  luego había qué trabajar mañana y tarde.

Alguien habló de percibir un salario de tres cuartos de tiempo; había que tener nivel de Licenciatura y para muchos la única opción era la Universidad Pedagógica a donde nos inscribíamos para estudiar durante cuatro años en sábado y domingo y/o en julio y agosto para ganar un poco más, nada más. No había opción para obtener mayores ingresos.

Reconozco que obtener otra plaza y algunas horas de secundaria merecía en ocasiones el excelente trabajo del maestro de grupo; supervisores muy humanos proponían a sus candidatos para ello; pero también habían sus pagos a favores tanto en el sindicato como en la Sep misma. Pero ya no se sabía de otra forma para aspirar a mejores ingresos. Hasta que aparece Carrera Magisterial; entonces fuera de la teoría que la sustentó, a pelearnos entre todos por ascender, incluso como en la última etapa, comprando los exámenes para tener la calificación perfecta de cien puntos. El objetivo era ganar más, no demostrar eficiencia en el grupo o escuela a cargo. Hago una aclaración nuevamente, con sus honrosísimas excepciones.

Y cuando se vio el interés por ganar más, pero sin cumplir con los estándares internacionales que tanto han dañado a nuestro País con todas sus reformas, entonces se habla de aplicar, en palabras de nuestro Secretario de Educación, “llueve, truene o relampaguee” los puntos totalmente deshumanizados de la Reforma Educativa.

En 12 años, 15 años después de Elba Esther Gordillo,  los papás estarán pagando para que la escuela pública tenga buena infraestructura, pero también estarán pagando la inconsistencia inhumana de su profesor que lo que menos le interesará es enseñar, pues la prioridad es presentar un buen examen que le permita mantener su puesto en el aula ¿incongruencia total? Sí, así es. Aclaro algo por última vez, no soy Nostradamus ni tengo esfera de cristal alguna, por tanto mi predicción es a título personal y, espero, con altísimo riesgo de falibilidad.

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