La educación como bandera electoral

Como dice correctamente el secretario Otto Granados, la educación está siendo utilizada de manera irresponsable por algunos candidatos presidenciales: ...
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Como dice correctamente el secretario Otto Granados, la educación está siendo utilizada de manera irresponsable por algunos candidatos presidenciales: algunas declaraciones manifiestan no sólo ignorancia sobre la materia, sino, además, guardan poco respeto por los valores que la sustentan.

Es el caso de Andrés Manuel López Obrador que ha pregonado la idea —a mi juicio, muy irresponsable— de derogar la reforma educativa y que ahora lanza otra peregrina propuesta: que un congreso nacional de docentes decida la nueva reforma educativa a realizar.

Se trata de otra ocurrencia: la idea de que los asuntos educativos del país sean resueltos en exclusiva por los maestros, al margen de la sociedad, recoge los peores intereses del corporativismo sindical que tanto daño ha hecho a México. “La educación es de los maestros” decía el nefasto líder del SNTE Carlos Jonguitud y de esa consigna se hizo eco su discípula, la maestra Elba Esther Gordillo.

¿En una sociedad democrática la sociedad no tiene nada que decir en materia de educación? ¿No deben participar los ciudadanos en las decisiones educativas? Las fórmulas corporativistas, no hay que olvidarlo, derivan del fascismo italiano. Fue Benito Mussolini quien inventó el corporativismo como un sistema de control social que se proponía, precisamente, acabar con toda participación ciudadana en asuntos de Estado.

Un cierto prurito vergonzante ha impedido durante mucho tiempo que se reconozca el parentesco del corporativismo mexicano con el corporativismo fascista, pero es obvio que al crearse el PRI lo que se buscaba era integrar a toda la sociedad mediante un sistema de corporaciones, pues no eran otra cosa los “sectores” del partido oficial.

El control corporativo, antidemocrático, de la sociedad mexicana hizo posible el orden y la estabilidad política que se impuso entre 1940 y 1980 y permitió la industrialización del país. El autoritarismo corporativo fue el precio que México pagó por el milagro económico. Entre los trabajadores, los líderes sindicales, subordinados al Estado, actuaron enérgicamente para reprimir, corromper,y crear sumisión entre sus afiliados.

Además de mecanismo de control, el corporativismo es una ideología que llama a defender los intereses de la propia organización sin tener en cuenta la justicia o los perjuicios que esa defensa pueda acarrear sobre otros actores sociales. Esta retórica autocentrada en el caso de México se prolonga hasta hacerse una defensa del trabajador aún en situaciones que implican romper las reglas de la moral o las reglas jurídicas.

El SNTE es un ejemplo arquetípico del corporativismo sindical mexicano pues, aún cuando se ha desligado del PRI, no se ha alejado ni de la política ni del Estado. Y parte del SNTE son las secciones sindicales, incluyendo las que agrupa la CNTE, que representa una versión de corporativismo radical que, mediante la violencia y el chantaje, trata de imponerse como grupo político hegemónico en Oaxaca.

En su versión mexicana, el corporativismo sindical se ha distinguido por la corrupción. Los líderes sindicales con visión corporativa, al defender a pie juntillas los intereses de sus agremiados, terminan por volver la espalda a la educación y a los valores morales asociados con ella: de esa manera se opusieron a que terminara el sistema de compra-venta-herencia de plazas, a que hubiera concursos para el ingreso, la promoción y el desempeño y a que se estableciera en su lugar un sistema imparcial en la gestión de la profesión.

¿Es esto lo que defiende el líder de Morena —quien, por añadidura, se propone como líder moral y enemigo acérrimo de la corrupción? Vaya.

Artículo publicado en Crónica.

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