México es un país multicultural con una gran diversidad lingüística. En el país se reconocen cerca de 72 lenguas indígenas y se estima que más de siete millones de individuos hablan alguna de ellas; las más habladas son el náhuatl y el maya. La riqueza de nuestra cultura, medida por su diversidad lingüística representa un activo del país, pocas veces bien entendido y valorado. Sin embargo, en la práctica pareciera que el Estado desea erradicar todo vestigio de nuestro pasado o que, al menos, no le interesa preservarlo o no sabe cómo hacerlo. Esto se deduce no solo por las condiciones de pobreza y marginación en que viven los sobrevivientes de los pueblos originarios, sino por las condiciones educativas inadecuadas en que se les enseña.
Para lograr este propósito es deseable que los docentes que imparten la instrucción en las escuelas indígenas sean nativos de la región, con lo que se garantiza que conozcan su cultura y que tengan como lengua materna aquella en que imparten la instrucción a los escolares indígenas. De no ser este el caso, es indispensable que los docentes de escuelas indígenas dominen la lengua respectiva; es decir, que la entiendan, la hablen y la escriban (cuando sea el caso). De otra manera, no es posible pensar que se puedan alcanzar las metas educativas de la modalidad indígena.
Desgraciadamente, la realidad del sistema educativo mexicano para el caso de esta modalidad educativa no es la deseable, toda vez que la suposición de que el docente conoce y domina la lengua indígena de la comunidad donde imparte la instrucción no se cumple en un gran porcentaje de casos. En el estudio ¿Son adecuadas las traducciones para evaluar los aprendizajes de los estudiantes indígenas: un estudio con preescolares mayas? realizado en el estado de Yucatán, encontramos que una gran proporción de educadoras no dominan la lengua en la que se supone deben de enseñar. Dicho estudio se realizó en una muestra de 60 escuelas indígenas que se ubican en zonas geográficas consideradas con un alto nivel de mayahablantes. Las educadoras de estas escuelas fueron encuestadas sobre el dominio de la lengua maya de sus alumnos y de sus familias, así como de ellas mismas y de sus compañeras.
Los datos más reveladores de este estudio fueron los siguientes. Una tercera parte de educadoras de preescolar reportan que dominan el maya completamente (habla, lee y escribe), otra tercera parte lo domina parcialmente (habla, lee, pero no lo escribe) y la tercera parte restante lo entiende un poco y tiene dificultades para hablarlo. En estas condiciones no es de extrañar que la mayoría de las educadoras (55 %) reportó utilizar el español (con o sin ayuda del maya) principalmente para impartir clases y que solo el 8% de las educadoras mencionó impartir sus clases en maya (con o sin ayuda del español). El resto de las educadoras (37 %) dijo impartir la instrucción indistintamente en ambos idiomas. En cuanto a la comunicación personal, dentro y fuera del salón de clases, las educadoras reportaron que 58 % de ellas lo hace en español (con algo de maya), mientras que el 16 % lo hace en maya (con algo de español).
Otro dato que llamó mucho la atención es que, de acuerdo con las educadoras, uno de cada tres padres de familia prefiere que a sus hijos se les hable en español todo el tiempo, mientras que solo uno de cada diez prefiere que en la escuela se les hable en maya. En estas condiciones, no resulta extraño que a 17 % de los niños les cueste mucho trabajo entender instrucciones en español, mientras que a 29 % les cueste mucho trabajo entenderlas en maya.
Estos resultados dan pistas de la difícil situación por la que atraviesa la educación indígena en el país; sobre todo si pensamos que los datos proporcionados provienen del estado de Yucatán, que tiene una cultura indígena muy arraigada y una gran cantidad de mayahablantes (cerca de un millón), y que la lengua maya cuenta con un sistema de escritura bien desarrollado.
Si al problema del bajo dominio de la lengua indígena por parte de los profesores le agregamos que la gran mayoría de las escuelas indígenas están ubicadas en zonas marginadas, que carecen de la infraestructura y mobiliario mínimos y que no cuentan en todos los casos con los materiales educativos traducidos a sus respectivas lenguas y culturas, no es de extrañar que consistentemente los alumnos de esta modalidad educativa sean quienes obtienen los resultados de aprendizaje más bajos en el país. El Sistema Educativo Nacional tiene una deuda con este sector de la sociedad, al que debe atender eficazmente lo antes posible.
Fue publicado en El Universal