La deuda cognitiva

Un cerebro que no se ejercita es un cerebro que olvida cómo ser brillante. La inteligencia artificial debe ser una herramienta para elevarnos, no para sustituirnos.
metacognición

“Cada vez que una sociedad permite que la automatización sustituya el pensamiento humano sin resistencia, pierde una parte de sí misma.” Shoshana Zuboff 

Recientes investigaciones desarrolladas por el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), bajo la conducción de la investigadora Nataliya Kosmyna, han abierto un debate profundo sobre los efectos del uso de la inteligencia artificial generativa en el funcionamiento cerebral humano.

El estudio, aún en desarrollo pero ya ampliamente citado, señala cómo el uso constante de herramientas como los modelos de lenguaje de gran escala puede provocar lo que han denominado “deuda cognitiva”, es decir, una disminución significativa en la actividad neuronal asociada a la creación, análisis y redacción de ideas propias. Esta situación no debe ser tomada a la ligera, especialmente si consideramos que millones de niñas, niños y adolescentes están creciendo en entornos cada vez más permeados por la tecnología.

El estudio, disponible en el sitio oficial del MIT Media Lab y respaldado por análisis neurocientíficos realizados durante un periodo de cuatro meses a estudiantes universitarios, reveló que quienes realizaban sus ensayos sin ayuda de inteligencia artificial mostraban una conectividad cerebral robusta. Las ondas cerebrales de tipo alfa y theta se activaban intensamente, en un patrón que denotaba compromiso, creatividad y esfuerzo cognitivo real. En cambio, aquellos que delegaban el proceso de redacción a ChatGPT, exhibían una arquitectura cerebral significativamente más plana y con menor dinamismo, lo cual no solo afecta su desempeño en tareas concretas, sino también su relación subjetiva con el conocimiento que producen. No es menor el hallazgo de que varios de estos usuarios incluso olvidaban lo que sus textos contenían o perdían conexión emocional y cognitiva con lo que habían entregado como “propio”.

Estos hallazgos exigen un posicionamiento claro de las autoridades educativas: no basta con promover el uso de tecnologías en las aulas; es imperativo diseñar políticas públicas que formen a docentes y directivos en el uso estratégico, ético y pedagógico de la inteligencia artificial. En otras palabras, se necesita una alfabetización digital profunda y crítica que no solo enseñe a usar la tecnología, sino también cuándo y cómo usarla sin perjudicar el desarrollo integral de la mente.

En el aula, por ejemplo, una docente de secundaria que enseña redacción no puede ser sustituido por un algoritmo. Pero sí puede valerse de herramientas de IA como apoyo para generar ejemplos, dinamizar ideas, detectar errores o promover la revisión crítica, siempre bajo una orientación pedagógica que privilegie la autonomía del pensamiento. Asimismo, en centros escolares con altos niveles de marginación o carencia de recursos, la IA puede representar una oportunidad para cerrar brechas si se combina con estrategias docentes que promuevan el pensamiento analítico, crítico y la producción de conocimiento desde lo local. No se trata de rechazar la tecnología, sino de humanizarla en su uso.

La preocupación central no es que los estudiantes usen ChatGPT, sino que lo hagan sin el acompañamiento pedagógico adecuado. Si desde la infancia se aprende que pensar puede ser prescindible, delegando todo a una aplicación, corremos el riesgo de atrofiar el potencial creativo de una generación entera. En este contexto, el papel del personal docente es crucial: son los agentes de cambio que deben estar preparados no solo para enseñar contenidos, sino para formar cerebros activos, curiosos y reflexivos.

Porque al final del día, como bien concluye el informe, un cerebro que no se ejercita es un cerebro que olvida cómo ser brillante. La inteligencia artificial debe ser una herramienta para elevarnos, no para sustituirnos. Que así sea en nuestras aulas, en nuestros niños y en nuestro futuro. Porque la educación es el camino…

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