La bitácora de incidencias y la enseñanza

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Tengo claro que el tema de la bitácora escolar y de incidencias, no es un documento de recién aparición en los planteles escolares…


No es un tema menor que la escuela haya cambiado en unos pocos años. Y no, no me refiero a la infraestructura que, en muchos casos, se ha mantenido de la misma manera desde hace varias décadas. Me refiero a su función primordial consistente en la formación integral de las y los seres humanos para que puedan desenvolverse en la sociedad.

Hoy por hoy, la o el docente, en lugar de preocuparse y ocuparse de su quehacer principal, tiene que atender mil cosas que le son requeridas, muchas veces, de la noche a la mañana. Son esas ocurrencias que desde los escritos se “piensan” y “planean” para que sean ejecutadas por las y los maestros. Por ejemplo, la más reciente, la denominada “La escuela te extraña”; una “política” que tiene como propósito que el profesorado vaya a buscar a los hogares de las y los estudiantes que hayan abandonado la escuela para que se reintegren a la misma. Claro, desde el castillo en el que despacha, se piensa o se planea, se olvida que en muchísimas entidades y/o comunidades del país la inseguridad está incontrolable. ¿Se imagina a un profesor yendo a hablar con un grupo de delincuentes o narcotraficantes para que le permitan a su estudiante reintegrase a la escuela después de que estos lo sustrajeron de sus hogares? Es curioso, pero ahora que lo pienso, desde que se sentó en la silla de Vasconcelos, el actual secretario de educación no ha visitado ninguna escuela de Michoacán, Guerrero, Jalisco, Sinaloa, Sonora, Zacatecas, Nuevo León, entre otras; sería bueno que él acompañara a las y los profesores en, digamos, sus ocurrencias. Y digo que son ocurrencias, porque, aunque la intención pareciera ser loable y noble, en este caso, no habría las condiciones para realizar tal acción. Es un tema que regularmente realizan las y los maestros, cuando puede realizarse. En fin, yo preguntaría: ¿y la enseñanza?

Retomando la idea que me ocupa, varios colegas de las letras e ideas, han dado cuenta de las incontables actividades que tiene que realizar el profesorado mexicano en las escuelas, por ejemplo, de educación básica, el más reciente el relacionado con el monitoreo que pretende optimizar futuras campañas de vacunación. Caray, ya no es suficiente planear o preparar el material didáctico para el abordaje de los contenidos en cada uno de los grupos que se atiende, ahora se tiene que realizar el trabajo de alguien más o de una Secretaría más, en este caso, del sector salud, y entonces yo volvería a preguntar: ¿y la enseñanza?

Y por si esto fuera poco, además de esta vorágine administrativa que se les hace llegar desde la federación o entidades, este profesorado tiene que cuidar su actuar o quehacer ante cualquier incidente que llegase a ocurrir durante la jornada escolar; ya no es suficiente emplear un diario o una bitácora como una forma de registro, análisis y evaluación del proceso de enseñanza y de aprendizaje; no, ahora, más que nunca, la o el profesor tiene que emplear ese registro para documentar incidentes donde se vean involucrados sus alumnas y alumnos; por qué no decirlo, buena parte de las y los maestros, en la actualidad, están más preocupados porque no les vaya a suceder absolutamente nada a alguno de sus estudiantes que en la forma en que podrían enseñarles; y cuando digo absolutamente nada no es exageración de mi parte, porque, en estos días, el más leve rasguño que pueda sufrir accidentalmente un alumno en alguna actividad grupal o en educación física, es motivo suficiente para que sea denunciado y demandado ante las instancias correspondientes.

Tengo claro que el tema de la bitácora escolar y de incidencias, no es un documento de recién aparición en los planteles escolares, sin embargo, la serie de desafortunados acontecimientos que han venido ocurriendo en nuestro país, particularmente en las escuelas y aulas, ha provocado su uso vertiginosamente.

Se sabe que dicha bitácora es, o debe ser, un registro oficial de hechos relevantes o inusuales que afectan la convivencia, seguridad o el funcionamiento de los centros escolares. También, se conoce que algunos elementos clave para el registro de una incidencia es que el formato cuente con fecha y hora exacta del incidente, lugar donde ocurrió, las personas involucradas (cuidando salvaguardar los derechos de las niñas, niños y adolescentes), una descripción objetiva del hecho, la acción inmediata tomada, el seguimiento o canalización, y la firma del responsable, la autoridad y testigos. Desde luego, se recomienda evitar los juicios de valor en su redacción, la omisión de datos importantes, el registrar el acontecimiento mucho después del hecho y no incluir evidencias o testigos. Obviamente que todo lo que pueda anotarse en esa bitácora tiene que ver con las agresiones físicas o verbales, amenazas o bullying, riesgos a la integridad (caídas, objetos peligrosos, etc.), incumplimiento grave de normas, conflictos entre el personal de la escuela y los padres de familia y daños materiales. En consecuencia, se debe considerar que, para que este registro adquiera ese valor legal, tendría que ser elaborado con objetividad, oportunidad y responsabilidad.

Mírese por donde se mire, desde mi perspectiva es harto pertinente el empleo de un documento (registro) de esta naturaleza, porque la existencia de manuales y protocolos relacionados con la seguridad escolar ya no es suficiente. Insisto, hoy por hoy, la escuela y sus actores se encuentran en un escenario tal vez nunca visto, consecuencia de múltiples factores que podrían reducirse a la visión que diferentes actores tienen con relación al papel de la escuela y de sus profesores. Por ejemplo, en los últimos años, desde el gobierno se ha empleado un discurso que poco ha abonado para que el padre de familia asuma una responsabilidad en la educación de sus hijos. Claro, desde la mirada gubernamental (a veces miope) los planteles escolares y el personal que ahí labora todo lo puede porque puede con todo, y no es cierto. ¿Cuántos paterfamilias no ven a las instituciones educativas como sus guarderías y no como centros educativos que colaboran en la educación de sus hijos? Recuerdo recientemente un hecho que presencie en una escuela primaria cuando, a la hora de salida, una madre de familia, en extremo molesta, le reclamaba airadamente a la maestra porque esta no le había atado los cordones a su hijo quien cursaba el tercer año y quien no tenía algún impedimento físico o mental para hacerlo por su propia cuenta. Tal fue la gresca, que tuvo que intervenir el policía que se encontraba cuidando la salida de los chicos, porque, de no hacerlo, la madre del pequeño, con otras más que ya se habían juntado, hubieran golpeado a la profesora.

Casos como este, o como el reciente ocurrido en Jalisco donde un menor que cursaba el kínder perdió la vida al estar jugando en la resbaladilla, obligan a repensar lo que en la escuela está sucediendo, porque, por ejemplo, pudiera ser que el personal de ese jardín de niños hubiera recibido un curso de primeros auxilios y, con este escaso conocimiento, pudiera haber actuado para que el pequeño no se hubiera asfixiado, sin embargo, para como están las cosas, brindar un auxilio pudiera ser contraproducente porque uno desconocería lo que el padre de familia haría en lo sucesivo.

Pienso que la enseñanza y el aprendizaje está siendo relegada a un segundo plano, porque comienza a priorizarse algunas actividades que no necesariamente están relacionadas con este proceso; varias veces me han comentado algunos profesores, que de plano tienen que estar atentos y rogando que nada les pase a sus estudiantes, por ejemplo, a la hora del recreo. Insisto, parece exageración de mi parte, pero no lo es cuando uno ha sido testigo de la molestia de un padre de familia porque la maestra pidió a sus alumnos una actividad en la libreta de lenguajes, en quinto grado de primaria, consistente en un pequeño resumen de 6 renglones. Si, esos 6 renglones representaron una molestia tremenda para dicho padre.

Ojalá y el señor secretario se ponga a hacer su trabajo; es impresionantemente increíble que ignore lo que sucede en el ramo que el supuestamente dirige. Sí, ya sé, un maestro en economía qué va a saber de pedagogía o didáctica, sin embargo, independientemente de que su ignorancia sea un hecho, sería harto pertinente exigirle que haga su trabajo del cual, por cierto, obtiene un extraordinario salario.

En fin. Como siempre digo: al tiempo.