Si no sabes a dónde vas, cualquier camino es bueno. Eso le dice el Gato a Alicia la de El País de las Maravillas: una forma elegante de afirmar que si no tienes una referencia clara de lo que quieres lograr, estás igual de perdido en un curso de acción o en otro.
¿Cómo determinar si la inversión social, en la forma muy concreta de gasto público programado, es “suficiente”? Hace dos semanas comenté en este espacio la perspectiva que es la más relevante para juzgar el presupuesto educativo nacional para 2020: saber si es o no incluyente.
Sólo si tenemos una distribución de los fondos nacionales prevista para que no se excluya a personas y grupos, la tarea está bien hecha. La escuela pública es la expresión de la inclusión, porque es el dispositivo cultural para concretar la igualdad de oportunidades y que no sea el poder de compra de madres y padres el factor que determine el desarrollo de las capacidades de sus hijas e hijos.
La escuela pública es también la expresión de la inclusión, porque es el dispositivo cultural para que cada nueva generación ensaye, experimente y comience a ejercer sus facultades de participar: saber expresar y exponer los propios pensamientos, conocer y exigir los propios derechos, aprender a llegar a acuerdos y lograr más a través de la acción coordinada. La escuela no debe preparar para la escuela, sino para la vida, y no puede preparar a incluir si es excluyente en sus procesos o resultados.
Ahora un poco de contrastes: “Hoy decía: Yo voy a Hidalgo y voy a repetir que se abre El Mexe, que lo cerraron, una vergüenza que hayan hecho eso, como han cerrado otras normales. No se van a cerrar ya las escuelas normales; al contrario, se van a abrir más escuelas normales. Y el que salga de la escuela normal va a salir con su plaza, aunque no les guste a los conservadores”. “No es que me hayan presionado los de la CNTE, yo no me dejo presionar por nadie, yo tengo mi propio criterio, no me dejo intimidar por nadie, actúo en función del interés general. Y a partir de argumentos y de la razón es que cuando… ni siquiera ellos me lo plantearon, yo lo plantee, porque yo quiero fortalecer la educación pública”. “Sí, yo planteé eso, yo sugerí eso. Sólo que se ponga en correspondencia con las vacantes, pero que las plazas las cubran y tengan preferencia los egresados de las normales públicas”.
Ofrezco disculpas por lo extenso, pero así es el género literario que cité arriba. En efecto, son citas literales de discursos del presidente de la República. Invertir en la formación de los educadores profesionales es crucial para la inclusión. La mejor garantía para el derecho a aprender de los alumnos es defender el derecho a aprender de sus maestros.
El contraste viene por la grosera realidad del proyecto de presupuesto del gobierno que encabeza, nunca mejor dicho, el presidente López Obrador. La discursiva revalorización de las Escuelas Normales no aguanta la prueba del centavo: la asignación de recursos que se propone en el proyecto de presupuesto para 2020 es la más baja en este siglo. Las partidas específicas destinadas a las Normales -para que verifiquen mi afirmación- son los programas S300, S243, P001 y G001, que para el año entrante traen un recorte del 41.5 por ciento. En términos absolutos, no sólo es más bajo que en el peor año de Peña Nieto, sino hay que remontarse más atrás del año 2000 para encontrar una asignación así de pobre.
¿Cómo se van a reforzar con casi la mitad del dinero que recibieron en 2019, y con el equivalente a apenas una sexta parte de lo que se destinó del erario público en 2016, es decir 262 millones contra mil 379 millones de pesos?
Eso cala. ¿Más? Hay un recorte de 5.7 por ciento para el desarrollo integral en la primera infancia y no hay recursos para establecer una instancia dentro de la SEP encargada de coordinar la Estrategia Nacional de Atención a la Primera Infancia y asegurar el papel del Estado como garante del derecho de las niñas y niños a una educación inicial incluyente. Se propone recortar uno de cada cinco pesos destinados a apoyar que todas las niñas y niños lleguen y permanezcan en la escuela. Hay menos 19.9 por ciento en becas y apoyos focalizados a los más pobres para educación, quitándole a CONAFE 71 millones de pesos y extinguiendo las becas focalizadas de Prospera que implicaban 375 millones de pesos… se confía ahora en que el dinero llegue a los adultos, no a los niños; se invierte en los jóvenes desprotegiendo a los más pequeños.
Muchas declaraciones de amor a los maestros. ¿Y cuánto se propone invertir en su formación continua? Acá el recorte es brutal, en más de un sentido de la palabra: la combinación de recortes a las partidas S247 y G001 de la CNSPD y la DGFC (por bien del espacio, le ahorro a usted el nombre de estas dependencias de la SEP). Lo que se propone que invirtamos como país en las y los profesores ya en el aula es la estratosférica cantidad de 159 pesos por docente. ¿De verdad? ¿Para qué va a alcanzar? ¿A unos sí y a otros no? ¿Y el efecto sobre sus alumnos? Con esa decisión, asegurar que cada docente tenga oportunidades de aprendizaje profesional que respondan a sus necesidades diagnosticadas y que estén orientadas específicamente a eliminar barreras para el aprendizaje y la participación, así como para promover la inclusión, como marca ahora la Constitución parece una fantasía, que no la tiene ni Alicia en su País de las Maravillas.
Las comisiones de la Cámara de Diputados y sobre todo la mayoría parlamentaria tienen una evaluación muy próxima: pueden modificar y aprobar algo más digno. Si no pueden salvar un mínimo de congruencia para las promesas incumplidas e incumplibles del Ejecutivo, al menos funcionen –señoras y señores diputados- como lo que se supone que eran: los representantes del pueblo… esas niñas y niños, esas maestras y maestros ahora sí que los necesitan.