¡Hasta la victoria siempre! Las normales viven.

Gritos, consignas, marchas, bloqueos, jóvenes, estudiantes, normalistas, ciudadanos, mexicanos. Son algunos de los conceptos que leímos y escuchamos ...
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Gritos, consignas, marchas, bloqueos, jóvenes, estudiantes, normalistas, ciudadanos, mexicanos. Son algunos de los conceptos que leímos y escuchamos en días pasados, cuando el conflicto entre las estudiantes de la Escuela Normal Rural “Justo Sierra” y autoridades del estado de Agusacalientes, pareció desbordarse.

Muchos, fijamos una postura en torno a los hechos: reducción de la matrícula de 120 a 100  alumnas; cambio de modalidad a mixta cuando por años fue exclusivamente para mujeres; el establecimiento de un promedio mínimo de 8 para ingresar al plantel educativo. Éstos, parecieron ser los detonantes que llevaron a movilizarse a varios alumnos de diversas escuelas normales rurales del país, tanto en esa entidad, como en las diferentes que integran mi querida República Mexicana pero, ¿ésta fue la verdadera razón del conflicto o existe otra más que, aunque no fue visible, generó un cúmulo de inconformidades por parte de los normalistas y de buena parte de la población de Cañada Honda?

Con detenimiento, seguí los distintos acontecimientos que en el transcurso de los días surgían al respecto. Los argumentos que ofrecían las autoridades educativas de Aguascalientes a las estudiantes y medios de comunicación, fueron, por así decirlo: absurdos. No hubo una lógica en ellos y, mucho menos, los elementos pedagógicos y didácticos para sostener, lo que desde su perspectiva, requería un cambio.

Tal vez la agresión por parte de algunos “pseudo policías” a jóvenes de la Normal Rural de Tiripetio, les hizo recular en su planteamiento. Tal vez hubo una llamada de quién sabe quién para calmar los sucesos. Tal vez el fantasma de Ayotzinapa se asomó por Palacio de Gobierno y por ello, de la noche a la mañana, se “arregló” el conflicto. Sí, pudo haber sido cualquier cosa… no lo sé. Lo que sí sé, es que el sábado pasado, el Instituto de Educación de Aguascalientes, cejó en su intento de aplicar a raja tabla, una serie de “políticas” cuyo fundamento no fue suficiente para ello, pero ¿qué explica todo esto?, ¿cuál es la intención de plantear una serie de “reformas” a la educación normal que se brinda en esa y en otras entidades del país?

Con seguridad, tiene que ver con la ideología que permea en estas instituciones formadoras de docentes. Fieles a sus principios, han mantenido una postura crítica en torno a las políticas educativas que los gobiernos federales han implementado desde que el Gral. Lázaro Cárdenas dejó la Presidencia de México.

Se les crítica en exceso; se les juzga hasta el hartazgo; se les llama cuna de guerrilleros; pero muy pocos conocen los verdaderos hechos. Esos hechos que ocurren entre cuatro paredes cuando en el análisis de la práctica docente, nos damos cuenta que nuestro país, su país, el mío; padece los estragos de erradas políticas económicas que han traído miseria y desesperanza a más de 60 millones de mexicanos.

Sus estudiantes, no provienen de clases cuyo poder adquisitivo sea el que muchos anhelamos alcanzar en algún momento de nuestra vida. El conocimiento de su realidad vestida de pobreza, les permite soñar con ser maestros. “Maestritos de pueblo”, afirmó en algún momento Abraham Rivera, destacado morelense, cuya sabiduría sigue estando presente en varias escuelas de México. Maestros cuya labor, así, sin necesitar de reflectores ni grandes reconocimientos, día a día la desarrollan por convicción y vocación. Esa vocación que solo puede entenderla quien verdaderamente ama su profesión.

Ciertamente, el normalismo mexicano ha pasado por momentos difíciles. Basta con recordar lo que en años pasados la Normal Rural del Mexe en Hidalgo, vivió: su desaparición. O bien, lo que la Normal Rural de Ayotzinapa en Guerrero, hace un poco más de dos años, sufrió: una brutal y artera agresión. Pero de ello, nada se dice. Nada se habla. Los hechos ahí están y las autoridades estatales y federales, duermen – como lo ha sido por varias décadas – el sueño de los “injustos”.

¿Por qué son golpeados los normalistas?, ¿por qué las ofensas de ciertos funcionarios de gobierno?, ¿por qué las agresiones de los policías? Por qué, siempre un por qué… Y esto parece ser el común para muchas autoridades: ¡rómpanles la madre, bien se lo merecen! Como si con ello el problema acabara. Como si con ello, los grandes problemas que enfrenta mi querido México, se esfumaran. Como si con ello, aseguraran una continuidad en un efímero puesto.

Nos enojamos por sus marchas, por sus consignas, por sus formas de expresar su inconformidad a través de la pinta de una barda; pero no nos molestamos cuando las paredes se pintan con ciertos colores de los partidos políticos que por más que se diga lo contrario ofenden al pueblo; o cuando en pro de un “bienestar” en el Sistema Educativo Mexicano (SEM), se gastan millones y millones de pesos en campañas publicitarias, solo por posicionar a un Secretario gris y falto de sensibilidad política y humana.

De unos años para acá, he reconocido la labor que viene desarrollando el Dr. Mario Chávez Campos, Director General de Educación Superior para Profesionales de la Educación (DGESPE); hombre con visión que ha tenido un acercamiento con las escuelas normales del país. Alguien podría decirme, que es su trabajo y que tiene que hacerlo, y efectivamente, es cierto; sin embargo, en él he encontrado lo que en mis casi veinte años de servicio no lo había hecho; sensibilidad y apertura a la crítica, algo que reconozco y agradezco profundamente, porque si algo necesitamos en un país tan vapuleado como el nuestro, es precisamente de funcionarios que sean sensibles, que escuchen, que comprendan y que entiendan los problemas que aquejan al normalismo en México.

Tengo claro que de la noche a la mañana no se van a solucionar los grandes problemas que enfrentan las escuelas normales, sean éstas rurales o no. No obstante, éstas se han hecho visibles, lamentablemente, por los trágicos sucesos de Ayotzinapa. De ahí que mi sentir y solidaridad sea con cada una de estas escuelas formadoras de maestros.

En suma mi apreciable lector, los hechos y la respuesta que dio la autoridad educativa en Aguascalientes con el problema que refiero, se asume y ha asumido como una victoria por parte del normalismo, y me congratulo por ello, porque más allá de la ideología que da entrada a esta serie de ideas, considero que ganaron los y las futuras maestras de México pero, principalmente, los niños y niñas que más adelante serán formados por un maestro.

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